Siria. Bashar Assad se queda
Me extraña que el "especialista" Wallerstein considere Al Qaeda enemigo de los sauditas, cuando lo que viene ocurriendo hace años en varios escenarios (ej., Somalia y mismo Irak) y, sobretodo, los recientes acontecimientos
en Libia (y en mismo Siria) han evidenciado que Al Qaeda es la prosecución de lo que empezó a ser en la guerra antisoviética en Afganistán: uno de los principales brazos de la "otra cara" del poder gringo que ha tenido, y tiene, en el terrorismo una herramienta fundamental para inducir conflictos, reavivar nacionalismos, desmembrar naciones (por ej., adelantado el "trabajo" en el Sahara, en el Magreb, Sudán y Costa de Marfil, ahora los "nuevos Atilas" están bajando al centro de África: ver recientes atentados en Nigeria en contra de los católicos...).
Asimismo, con relación a Turquía Wallerstein habla del riesgo que Siria, de retruque, pueda apoyar a los del PKK: como si, antes del reciente giro pro-turco de Washington (al tener que retirarse de Irak) y de Israel (que estaba en ruta de colisión con su ex-aliado turco), no había un plan "occidental" de apoyo a los kurdos, pues la estrategia de Washington, cuando "la solución final contra Saddam", era justamente la división de Irak en 3 toletes (shiíta, sunnita y kurdo), con el "pequeño" colateral" del Gran Kurdistán: iraquí+sirio+iraní+turco. No es casual que el Vicepresidente chino, en su gira la semana pasada haya visitado y respaldado aTurquía: no sólo por el problema del separatismo Uigur, seguramente.
En fin, me parece que Wallerstein confunde maniobras tácticas con tendencias estratégicas del 1% (en realidad el 0,00000000000001%...!) que pretende gobernar al mundo...
Es cierto que deshacerse de Assad conlleva una cantidad de riesgos que bien detalla Wallerstein, pero no es menos cierto que la carrera de tiempo de ese "1%" contra el creciente poder del dúo China-Rusia lo obliga a apuestas siempre más arriesgadas: como la que le está explotando entre las manos en Af-Pak (Afganistán-Pakistán: con este último amotinándose al "destino manifiesto" de verse desmembrado con el "Gran Beluchistán"...) y en toda Ásia Central (el Nabucco que no arranca, la Nueva Ruta de la Seda deshilachándose...).
Por otro lado, el haberse quemado las manos recientemente en varios escenarios (Irak, Af-Pak, etc.) y el recuerdo que Carter pierde la 2da. Presidencia justamente por el intento de liberar los rehenes en Irán, pone a Obama (e, inclusive, al Pentágono) en actitud dubitativa en cuanto a arrancar otra "espoleta" antes de las elecciones...
Donde sí esa estrategia parece seguir dándoles resultados (por ahora) es en África, como menciono El impasse sirio
Immanuel Wallerstein
La Jornada
Bashar Assad se ha elevado a las alturas de ser uno de los hombres menos populares en el mundo. Casi todos lo han denunciado como tirano –de hecho un tirano muy sanguinario. Incluso aquellos gobiernos que se niegan a denunciarlo parecen aconsejarle que refrene sus modos represivos y haga algún tipo de concesiones políticas a sus oponentes internos.
¿Cómo es entonces que ignora todos estos consejos y sigue utilizando la máxima fuerza posible para mantener el control político de Siria? ¿Por qué no hay alguna intervención externa que lo fuerce a retirarse del cargo? Para responder a estas cuestiones, comencemos por evaluar sus fuerzas. Primero, tiene un ejército razonablemente fuerte y, hasta ahora, con algunas cuantas excepciones, el ejército y otras estructuras de fuerza en el país han permanecido leales al régimen. Segundo, continúa pareciendo tener el respaldo de por lo menos la mitad de la población en eso que, de forma creciente, se describe como una guerra civil.
Los puestos clave del gobierno y el cuerpo de oficiales están en manos de los alawitas, una rama de los islamitas chiítas. Los alawitas son una minoría de la población y ciertamente temen lo que podría sucederles si las fuerzas de oposición, en gran medida sunitas, llegaran al poder. Además, las otras fuerzas minoritarias significativas –los cristianos, los drusos y los kurdos– parecen igualmente preocupados por un gobierno sunita. Finalmente, la inmensa burguesía comerciante tiene aún que volverse contra Assad y el régimen baazista.
¿Pero es esto realmente suficiente? Si esto fuera todo, dudo que Assad pudiera mantenerse por más tiempo. El régimen está siendo exprimido en lo económico. El Ejército Sirio Libre, de oposición, está recibiendo armas de los sunitas iraquíes y probablemente de Qatar. Y el coro de denuncias en la prensa mundial y por parte de los políticos de todas las franjas crece en volumen día con día.
Y sin embargo, no pienso que a un año o dos de ahora nos encontremos con que Assad se fue o con que el régimen cambió básicamente. La razón es que quienes lo denuncian con más volumen en realidad no quieren que se vaya. Revisémoslos uno por uno.
Arabia Saudita: El ministro de relaciones exteriores le dijo al New York Times que «la violencia debe detenerse y que no debe concedérsele al gobierno sirio ninguna oportunidad más». Esto suena realmente fuerte hasta que uno se percata de que añadió la frase: «debe descartarse la intervención internacional». El hecho es entonces que Arabia Saudita quiere el crédito de oponerse a Assad pero teme a un gobierno que lo suceda. Sabe que en una Siria posterior a Assad (que probablemente sea bastante anárquica), Al Qaeda encontraría una base. Y los sauditas saben que el objetivo número uno de Al Qaeda es derrocar al régimen saudita. Ergo, «que no haya intervención internacional».
Israel: Sí, los israelíes continúan obsesionados con Irán. Y sí, una Siria baazista continúa un poder amigable con Irán. Pero una vez dicho y hecho todo, Siria ha sido un vecino árabe relativamente callado, una isla de estabilidad para los israelíes. Sí, los sirios ayudan a Hezbolá, pero este también ha estado relativamente callado. ¿Por qué habrían los israelíes de correr el riesgo de una Siria posbaazista turbulenta? ¿Quién entonces detentaría el poder sin tener que mejorar sus credenciales mediante la expansión de la jihad contra Israel? ¿Acaso la caída de Assad no conduciría a alterar la relativa quietud y estabilidad que Líbano parece disfrutar ahora; y acaso esto no terminaría impulsando un fortalecimiento mayor y una radicalización renovada de Hezbolá? Israel tiene mucho que perder y no mucho que ganar si Assad cae.
Estados Unidos: El gobierno estadunidense habla de una buena línea. Pero, ¿han notado lo precavido que es en la práctica? El 11 de febrero, el Washington Post tituló un artículo “Conforme aumenta la carnicería, Estados Unidos no ve ‘buenas opciones’ en Siria”. La nota apunta que el gobierno estadunidense «no tiene apetito por una intervención militar». No hay apetito, pese a la presión de intelectuales neoconservadores como Charles Krauthammer, que es lo suficiente honesto para admitir que «no se trata tan sólo de libertad». En realidad, dice, se trata de deshacer el régimen en Irán.
¿Pero no es exactamente por esto que Obama y sus asesores no ven buenas opciones? Se vieron presionados para entrar a la operación libia. Estados Unidos no perdió muchas vidas, ¿pero logró realmente alguna ventaja geopolítica como resultado? ¿Es el nuevo régimen libio (si es que se puede decir que hay un nuevo régimen libio) algo mejor? ¿O es el principio de una larga inestabilidad interna, como resultó en Irak?
Así que cuando Rusia vetó la resolución de Naciones Unidas con respecto a Siria, me puedo imaginar un suspiro de alivio en Washington. La presión por elevar la apuesta inicial y comenzar una intervención estilo Libia se levantó. Obama fue protegido contra el jaloneo republicano al respecto de Siria por el veto ruso. Y Susan Rice, la embajadora estadunidense en Naciones Unidas, pudo endosarle toda la culpa a los rusos. Fueron «repugnantes», dijo, ay tan diplomáticamente.
Francia: Siempre nostálgica por su alguna vez papel dominante en Siria, el ministro de Relaciones Exteriores Alain Juppé grita y denuncia. ¿Pero tropas? Deben estar bromeando. Ya vienen las elecciones, y enviar tropas no sería muy popular, especialmente cuando no será algo fácil para nada, como Libia.
Turquía: Este país ha mejorado sus relaciones con el mundo árabe de un modo increíble en los últimos 10 años. Y no le gusta nada una guerra civil en sus fronteras. Le gustaría que ocurriera algún tipo de arreglo político. Pero al ministro de Relaciones Exteriores Ahmet Davutoglu se le cita garantizando que «Turquía no le proporcione armas ni apoyo a desertores del ejército». Turquía quiere, esencialmente, ser amiga de todos los bandos. Y además, Turquía tiene su propia cuestión kurda, y Siria podría ofrecer respaldo activo, que hasta ahora se ha refrenado en ofrecer.
Así que, ¿quién quiere intervenir en Siria? Tal vez Qatar. Pero Qatar, no importa qué tan rico sea, es apenas una potencia militar importante. Y el fondo del asunto es que, pese a lo fuerte de la retórica y pese a lo feo de la guerra civil, nadie quiere realmente que Assad se vaya. Así que lo más probable es que se quede.
Traducción: Ramón Vera Herrera
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