Libro en PDF 10 MITOS identidad mexicana (PROFECIA POSCOVID)

Libro en PDF 10 MITOS identidad mexicana (PROFECIA POSCOVID)

  Interesados comunicarse a correo: erubielcamacho43@yahoo.com.mx  si quieren versión impresa o electrónica donativo voluntario .

lunes, 17 de diciembre de 2012

La reconstitución de Egipto

La reconstitución de Egipto
Larbi Sadiki · · · · ·
 
16/12/12
 

El nuevo Egipto se está reconstituyendo hoy gracias a  la participación pública, y no a la falta de compromiso que era propia de la era Mubarak. Ya no existe la imagen de un presidente omnipresente. Incluso cuando Morsi deba ceder a la presión, y pueda tener que revocar algunas decisiones, no teniendo otro remedio que retirar o ajustar algunas de sus últimas decretos. En el corto plazo esto puede ser gravoso para su imagen. Sin embargo, en el largo plazo reforzará su perfil como presidente tenaz y responsable.
El último enfrentamiento entre el Estado y la sociedad debe tomarse como evidencia de un país que se reconstituye de manera dialógica, incluso si en el ínterin esto significa confusión, cierta violencia y  cacofonía, interna y externa.
La anatomía de las últimas crisis –que debería considerarse pertinente para la reconstrucción democrática en un contexto en el que las relaciones entre el estado y la sociedad continúan soportando el lastre de una herencia dictatorial de 60 años- podría resumirse mediante un abordaje que considere los fundamentos de las crisis que tuvieron lugar en Egipto, cosa que en parte tendría consecuencias tanto para Libia como para Tunez.
Lo viejo y lo nuevo en el contexto de la primavera árabe
En Egipto hay una pugna entre las instituciones viejas y nuevas, entre aquellas descomposición y estas aguardando a la obstetra demócrata que las traiga al mundo. En cierto modo, la dialéctica entre la vida y la muerte tiene sentido en este contexto.
En este sentido, los libios son más afortunados que sus vecinos egipcios y tunecinos. Están más o menos comenzando de cero. La revolución del 17 de febrero podría considerarse legítimamente como una disolución. Las estructuras autoritarias de poder de Gadafi experimentaron una total disolución. Los libios se preocupan más por la tribu y la región, avivando así los desacuerdos y fomentando la tensión y rebelión.
En Egipto y Túnez, el desafío más grande de la tarea de la reconstrucción democrática es superar las fuerzas, voces, discursos y redes de apoyo del antiguo régimen supervivientes. Morsi hace valer la autoridad sobre el ejército, mientras los medios de comunicación, las empresas, la sociedad civil y las fuerzas conservadoras de la profesión jurídica se niegan a concertar - y mucho menos a "morir".
Hay una diferencia: las fuerzas armadas y las profesiones liberales constituyen dos espacios adicionales donde los vestigios del antiguo régimen han sobrevivido al depuesto jefe de Estado y a los círculos internos egipcios dependientes de él.  En Túnez, donde el ejército es pequeño y marginal, el asedio a los nuevos gobernantes y las movilizaciones se organizan desde el movimiento sindical.
Morsi se enfrenta a fuerzas en descomposición, es decir, al poder judicial y los medios de comunicación, que no pueden ser eliminados de una vez por todas.
Presidente Morsi: consolidación progresiva
La clave es esclarecer el modo en que Morsi está tratando de crear espacios para erosionar las fuerzas remanentes del viejo sistema, y el sistema legal es el más desafiante, plural, potente y difícil de reformar (Colegio de Abogados, Asociaciones de jueces, la Corte Suprema Constitucional y del Consejo  Jurídico Supremo).
Es posible que Morsi esté elaborando un plan: por lo tanto no veo la última crisis como una especie de decisión mal concebida y tomada sobre la marcha. Contando con su éxito en la negociación del alto el fuego en Gaza, Morsi ha escogido otro momento en su estrategia progresiva para librar al Estado que preside de un brazo del poder judicial nombrado nada menos que por el propio Mubarak. En este aspecto, Morsi no ha cometido errores de juicio.

El Poder Judicial necesita una reforma en Egipto, porque no es totalmente imparcial ni en sus políticas ni en su composición. Cuando los jueces organizan una protesta para derrocar al régimen - como si Morsi, el presidente legítimo, fuera lo mismo que Mubarak – es porque algo anda mal en el poder judicial: se exceden en sus atribuciones e intentan intervenir  en una lucha entre adversarios partidistas, los islamistas, por un lado, y los liberales e izquierdistas unidos contra la última decretos Morsi, por el otro.
Morsi equivocó su estrategia para reformar y cambiar a jueces corruptos y a jueces imparciales. Hay muchos ejemplos en el mundo que muestran cómo proceder en este caso.

Desde que tomo posesión en el mes de julio,  está  tratando de evitar que se repita la sentencia que ordenaba disolver el Parlamento dominado por los islamitas, decisión que tomó la Corte Suprema  de junio de 2012. Desde entonces, se repite la escena del enfrentamiento entre la voluntad de los jueces y la del Presidente.
Morsi ha tenido cierto éxito. De manera audaz y calculada, pero  con destreza y habilidad, en el mes de agosto cesó al Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (SCAF). Esta decisión significa el retiro de  dos de los principales generales de Egipto: el Ministro de Defensa Hussein Tantawi, y el General Sami Enán, manteniéndolos sin embargo en su entorno político en calidad de asesores.
No obstante, Morsi hizo una jugada hábil al  optar por no hacer reemplazos de fuera del SCAF. En lugar de ello reclutó al general más joven de la  SCAF, Abd Al-Fattah Al-Sisi, un jefe de la inteligencia militar, para reemplazar a Tantawi. El SCAF contó con el apoyo de los miembros conservadores de la judicatura, en la que debe haberse apoyado para redactar su  Declaración constitucional de marzo de 2011 por la cual se atribuyó poderes absolutos.
En junio de 2012, el SCAF y el Tribunal Constitucional Supremo trabajaron de consuno para conspirar en contra de las elecciones más libres y más justas que el país tuvo nunca. El Constitucional declaró nulo al Parlamento electo, invocando la inconstitucionalidad del proceso electoral. Una semana más tarde, el SAC publicó su declaración de junio anticipándose a la victoria de Morsi, limitando los poderes del futuro presidente. Las leyes que se invocaron para declarar la inconstitucionalidad de las elecciones no son muy claras en sí mismas y podrían estar sujetas a todo tipo de interpretaciones si el país contara con un poder judicial imparcial.
Muchas fuerzas y voces de la sociedad civil del país – por ejemplo el Movimiento 6 de Abril- protestaron con todas sus fuerzas y a viva voz en contra de la amenaza del SCAF a la revolución y al proceso democrático. Otros, que están ahora en pie de guerra – no sin justificación en cierto sentido- contra algunas de las prerrogativas que Morsi se auto otorgó, no fueron tan alarmistas como lo son hoy. Y esto es confuso: el problema no es que la "apropiación del poder" por parte de Morsi esté convirtiendo al presidente electo más popular de Egipto en un faraón. Lo que ocurre, fundamentalmente, es que la idea de un presidente islamista, como la de un parlamento liderado por los islamitas,  aún no ha sido aceptada. El combate entre los islamistas y los no islamistas no disminuirá en un futuro previsible.
Además, existe el problema de que los viejos hábitos tardan en morir: si las elecciones no producen resultados favorables,  se deben  repetir. Las pugnas son periódicas en democracia : el problema es que algunas fuerzas de la oposición en Egipto, como en Túnez, aún no saben "cómo" hacer el trabajo de oposición. Saben muy poco acerca de "cómo" debe actuar una oposición y se centran en el "contra qué" de la oposición: enfrentarse a toda costa a todo lo islamista. No hay manera de salir del impasse actual en Egipto, esto se aplica también a Túnez, si la oposición se aferra a la idea de que los procesos constitucionales – ya acabados en casi un 80 por ciento- debe ser abandonados a favor de nuevas elecciones para formar nuevas Asambleas Constituyentes.
Si se abandonara por completo el proceso en marcha en Egipto en favor de nuevas elecciones, el país no sólo sufriría las terribles consecuencias del vacío constitucional y político, sino que también frustraria para siempre la expectativa de nuevos procesos electorales y democráticos.
Es dificil celebrar elecciones cada seis meses en un país como Egipto, con su sistema electoral complejo y de múltiples etapas. El comité de 100 miembros designado para redactar la constitución debe ser alentado a continuar con su trabajo: los boicots y las protestas no están a la altura de la labor legislativa, que se espera que sea laboriosa, ardua y compleja, pero no lineal. Si las fuerzas islamistas, liberales e izquierdistas en el Parlamento acuerdan sus desacuerdos, debería ser visto como parte de la tarea legislativa y del dialogo para zanjar diferencias.
Hay figuras  que tienen mucho potencial, como Abdel Moneim Aboul Fotouh, Mohamed El-Baradei, Amr Moussa y Sabahi Hamdeen deberían construir sus redes, redactar sus propios programas y estar listos para la próxima ronda de elecciones democráticas. Seamos justos con El-Baradei, porque no pide la disolución del Parlamento actual, a diferencia de algunas voces  estrafalarias perdidas en el nuevo juego de la reconstrucción democrática. Una constitución no es el Corán: puede ser modificada, y enmendada nuevamente en el futuro, si tiene artículos cuestionables,  contrarios a la reconstrucción democrática o a las libertades civiles y políticas.
Morsi y el arte de lo posible
Morsi se equivoca en un punto. Actúa pensando que como tuvo éxito en desmantelar el SCAF, lo mismo podrá hacer con el poder judicial. Pero la justicia no es el ejército. Al concederse a si mismo nuevas prerrogativas con el objetivo, como dice el decreto,  de proteger al país y a la revolución, Morsi podría haber cometido un error de cálculo en tres ámbitos:

1. La protección de la gloriosa revolución del 25 de enero no debe ser responsabilidad exclusiva del Estado, del presidente o de un partido político en particular. El pueblo tiene esa responsabilidad. Túnez ha copiado esta idea de la política egipcia y está tramitando una ley para proteger la revolución. Esto es admitir que los gobernantes de hoy no han sido, en un primer momento, quienes hicieron la revolución.
2. Aunque enmarcados por las circunstancias, los poderes absolutos que Morsi se ha arrogado no parecen tener fecha de caducidad. La gente que participó en la primavera árabe quiere una presidencia “menos poderosa”. El poder ejecutivo autoreferente del pasado aparece ante la consciencia del pueblo como un anatema, un regreso a la noción de  un presidente omnipotente. Morsi ha olvidado este factor.
3. De manera creciente, Morsi intenta eliminar a los jueces que, según  cree, están socavando el proceso democrático. Reacciona ante una de las ramas del poder judicial (el Tribunal Supremo Constitucional - SCC) que deslegitimó al Parlamento elegido democráticamente. Otro brazo del poder judicial, el Consejo Judicial Supremo, confirmó la primera decisión del SCC. Morsi está preocupado por el precedente y su últimos decretos están destinados a cortar esa posibilidad de raíz.
En el centro de sus preocupaciones está la idea de que jueces no electos tienen básicamente la capacidad de anular el resultado de una votación popular. Esto podría ocurrir, cuando el 2 de diciembre se recurran las elecciones al Consejo de la Shura y los jueces tengan que decidir sobre su legalidad .
Esto huele a "dictadura", especialmente porque los tribunales y los jueces no electos son en su mayoría una herencia de la era Mubarak. Su imparcialidad es una falacia. ¿Los tribunales están por encima de las personas, especialmente cuando hay muchos secuaces de Mubarak entre sus filas? ¿El poder judicial tiene poder para actuar contra el propio presidente?
Morsi debería haber explicado todo esto al público. Sin embargo, incluso así no se justifican los decretos que sugieren o alientan una forma temporal de gobierno de excepción por decreto  - que le permitiría tomar cualquier decisión o que impediría la revisión judicial de sus actos con el fin político manifiesto de proteger al país y a la revolución.

Espíritu de  legalidad
Esta dinámica de ensayo, error y corrección que advertimos en los procesos de reconstrucción democrática es normal. No hay en ello nada maligno o anormal, o algo específico de Egipto o sus vecinos de la primavera árabe. Morsi ha puesto en marcha un proceso de diálogo con los jueces a través de su Ministro de Justicia. Este es un paso en la dirección correcta. Para Morsi retractarse del decreto de "tomar todas las medidas" para proteger la revolución no es una debilidad: es mostrar su capacidad de respuesta.
Hay que tener en cuenta que los Mubarak y cía fueron derrocados por no saber cuando parar, a pesar de las muchas advertencias y tiempo. Incluso la idea del nuevo Fiscal General Talaat Ibrahim Abdallah de formar tribunales revolucionarios para volver a juzgar a personalidades de la era Mubarak podría tener que esperar hasta que Egipto supere el período provisional de redacción de la constitución, tenga nuevas elecciones y se  haya puesto en marcha un sistema judicial reformado.
Del mismo modo, es muy saludable que los ciudadanos árabes protesten cuando un presidente reclama nuevos poderes ampliados que ponen en cuestión sus revoluciones. Egipto no tiene escasez de talento, sus cuadros y su capital social deben ser suficientes a la hora de desactivar el  actual enfrentamiento entre el gobierno islamista  y una oposición que busca una identidad, un papel y posiblemente su propio público.
En el esquema final de las cosas, el eslabón perdido en todas las crisis ocurridas en Egipto, Libia y Túnez es la ausencia de marcos legales y de unas leyes cuyo espíritu sea apto para reconstituir y volver a imaginar las sociedades, los estados y las comunidades. Las constituciones por sí mismas no son suficientes. Lo que se necesita es una ethos jurídico que prohíba a los poderes del Estado expandirse de manera ilegal a costa de los demás y excederse en sus funciones y, finalmente, usurpar las libertades conferidas a los ciudadanos por las revoluciones que pertenecen al pueblo.
Larbi Sadiki es profesor titular de política del Medio Oriente en la Universidad de Exeter y autor de Democratización árabe: Elecciones sin democracia (Oxford University Press, 2009) y La búsqueda de la democracia árabe: Discursos y contra-discursos (Columbia University Press, 2004).
Traducción para www.sinpermiso.info: María Julia Bertomeu

Sinpermiso electrónico se ofrece semanalmente de forma gratuita. No recibe ningún tipo de subvención pública ni privada, y su existencia sólo es posible gracias al trabajo voluntario de sus colaboradores y a las donaciones altruistas de sus lectores. Si le ha interesado este artículo, considere la posibilidad de contribuir al desarrollo de este proyecto político-cultural realizando una DONACIÓNo haciendo una SUSCRIPCIÓN a la REVISTA SEMESTRAL impresa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario