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martes, 5 de marzo de 2013

Pronto no quedará nadie en Siria”

“Pronto no quedará nadie en Siria”


Unos 3.000 refugiados sirios escapan cada día a Jordania por 45 puntos ilegales fronterizos en un dramático ascenso que desborda a las autoridades


05/03/2013 - Autor: Mónica G. Prieto - Fuente: Periodismo Humano



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Frontera jordano-siria Febrero 2013 (Mónica G.Prieto)

Tras cruzar la brecha abierta a tal efecto en la barrera de arena que separa Siria de Jordania, la mujer -unos cuarenta años, arrugas como surcos y ojos vidriosos- mira a su alrededor con la misma confusión que sus compañeros de drama, los más de 200 refugiados que han salido ilegalmente del país junto a ella. Tantea en su bolsa hasta encontrar una botella de agua y se la acerca a sus hijos, cuatro chavales de entre cinco y diez años, vaciándola delicadamente en sus bocas mientras comienza a sollozar.

Al principio es un llanto mudo, que no le impide seguir atendiendo a los niños, pero pronto deriva en un sollozo inagotable y contagioso, en un grito sordo de angustia e incertidumbre. Sus lágrimas son una suerte de despedida a la que, hasta ahora, había sido su vida antes de verse convertida en una refugiada. Son la constatación de que el precio de estar a salvo es abandonar todo aquello que simbolizaba la normalidad. Su hija mayor comienza a llorar abriendo mucho los ojos, como lo hacen las mujeres -una madre y cuatro chicas- que se sientan junto a ellas, sobre piedras heladas.





Frontera jordano-siria Febrero 2013 (Mónica G.Prieto)

Este grupo de refugiados, una columna interminable de civiles, la mayoría mujeres y niños, que han sido acercados a la frontera en furgonetas conducidas por miembros del Ejército Libre de Siria, acaba de huir por uno de los 45 puntos ilegales de cruce donde las tropas del reino hachemí suelen asistir a los civiles que huyen del país en guerra. Se trata de una abrupta zona del terreno que separa Siria y Jordania -ambos países comparten 378 kilómetros- vigilada, como el resto de fronteras, por las tropas jordanas, que se aprestan a organizar transporte y asistencia suficiente para todos los sirios que escapan.

Limítrofe con la provincia de Daraa, donde el graffiti de unos niños que serían torturados por su osadía inició la revolución que derivaría en guerra civil, el tránsito de refugiados es constante: en menos de una hora, sólo por el punto por el que habían huido las mujeres que lloraban entraron no menos de 250 personas.



Frontera jordano-siria Febrero 2013 (Mónica G.Prieto)

Dos hermanas, acompañadas de una decena de críos, explican que proceden de Seida, en la provincia de Daraa. “Toda nuestra aldea ha sido evacuada. El Ejército Libre de Siria nos ha pedido que nos vayamos porque esperan una gran ofensiva”, explica una de ellas. Cuentan que en los últimos días los bombardeos se han multiplicado, y que es la primera vez que dejan desierta la aldea. “Hace unos meses, ante otra ofensiva, nos llevaron a Taiba, otro pueblo cercano. Ahora Taiba también ha sido evacuado”.

Los refugiados proceden de diferentes puntos de Daraa como las mencionadas Taiba y Seida, Tall Shihab, Herak, Bosra o la propia capital de provincia. Una mujer, con el rostro tapado con su velo y un bebé de pecho en brazos, afirma proceder de Homs. “He tardado dos días en llegar hasta aquí”, musita. Otra refugiada, rodeada de niños, se niega a contestar preguntas pero solicita ser escuchada. “Nadie nos ayuda, ¿dónde está el mundo? ¿A qué está esperando para hacer algo? Sólo podemos confiar en que Dios acabe con Assad”. Algunos niños mayores sonríen y se dan codazos ante la presencia de periodistas, pero la mayoría está aterrorizada. Todos comparten los temblores propios del miedo y del frío: las temperaturas son extremadamente bajas en las fronteras jordanas y los refugiados han huido con lo puesto: en demasiadas ocasiones un chandal o pijama y sandalias.



Frontera jordano-siria Febrero 2013 (Mónica G.Prieto)

En estos cruces ilegales fronterizos, unos 850 militares jordanos facilitan el acceso de los civiles sirios, reparten mantas, agua y algo de comida. Lo hacen a bordo de 450 vehículos, muchos de ellos blindados porque son los únicos capaces de abrirse camino entre la nieve que, en invierno, tapiza el monte. “Nuestra misión es facilitar la entrada de los refugiados, proteger sus vidas y acercarlos a los campamentos”, explica el general de brigada Hussein Rashed al Zayoud, máximo responsable de las frontera. Pero con los medios de los que disponen, destaca, no pueden hacer frente a la avalancha humana que se avecina.

En los últimos 50 días, Jordania ha recibido a 89.000 refugiados, lo que implica un dramático ascenso del número de personas que buscan asilo: desde el inicio de la revolución, hace casi dos años, el reino hachemí ha registrado a 275.000 civiles sirios, aunque se estima que la cifra global se aproxima a 350.000. Hasta hace dos meses, la cifra de entrada oscilaba entre las 600 y las 1000 personas por día pero, desde el 1 de enero, el ritmo es de unas 3.000 personas diarias lo que indica un claro recrudecimiento en la represión del régimen de Damasco en respuesta a un aparente avance de los rebeldes. Se estima que, para el mes de julio, Jordania habrá recibido a otras 300.000 personas. En total, Naciones Unidas calcula que hay 725.000 .



Frontera jordano-siria Febrero 2013 (Mónica G.Prieto)

Según el general, la mayoría de los refugiados provienen de Daraa –fronteriza con Jordania- pero su país también acoge a refugiados de la sureña Suwaida, Homs o incluso Deir az Zor. “Algunos tienen que recorrer hasta 80 kilómetros en pleno desierto para llegar hasta aquí”. Zayoud admite que sus tropas se implican en tiroteos con los soldados sirios que disparan contra las columnas de refugiados. “Eso ocurre diariamente”, dice, tajante, aunque rechaza dar cifras sobre heridos entre sus filas. “Nosotros defendemos nuestro territorio y a nuestros huéspedes”, asegura.

La estrategia del Ejército jordano consiste en concentrar a los huídos en puntos de acogida, formadas por casetas prefabricadas –una hace de centro de registro, otra es una clínica médica, varias son baños y duchas- y grandes tiendas de campaña con calefacciones básicas y alfombras en el suelo, antes de llevarles al campamento de refugiados de Zaatari. Desde que atraviesan la frontera hasta que se encuentran en Zaatari pueden transcurrir “entre dos horas y 24 horas, según las condiciones climatológicas”, según el general. Cada vez que nieva, los agrestes caminos que unen Siria y Jordania se transforman en una odisea para los refugiados, muchos de los cuales son campesinos que caminan en sandalias, sin calcetines, y sin más ropa que la que pudieron ponerse antes de abandonar sus casas. Arrastran grandes bolsas e inclusos tarros de aceitunas, huevos cocidos conservados en aceite y vegetales encurtidos. La comida y la ropa han pasado a ser las pertenencias más preciadas.



Frontera jordano-siria Febrero 2013 (Mónica G.Prieto)

Un oficial se inclina levemente sobre el hombro del Zayoud, que mira hacia el suelo. “Me avisan de la llegada de otro grupo de refugiados”, vocea el general. Ha caído la noche, y la temperatura roza los cero grados. A unos 40 kilómetros del primer punto de tránsito, en la oscuridad más absoluta, se distinguen innumerables siluetas humanas que se mueven pesadamente. Lo que al principio parecen decenas de figuras fantasmagóricas pronto se transforman en varios centenares de personas, algunas sentadas en grupo, tomando aliento tras la ardua caminata y envueltos en las mantas que trajeron consigo. Otros arrastran sus pies, guiados por los soldados jordanos, hacia un punto de acogida situado en el alto de la colina. La enorme mayoría son mujeres y niños: según las estadísticas, sólo el 22% de los refugiados en Jordania son hombres. El 42% de quienes entran son menores de edad. Muchos llevan bebés envueltos en ropas, algunos de días y semanas, y el llanto de los críos rompe el pesado silencio de la noche. Ancianos a hombros de los hombres más fornidos completan el cuadro. Da lo mismo que sean o no sus familiares: el convoy de la huída y el miedo hermana a quienes toman parte de él.



Frontera jordano-siria Febrero 2013 (Mónica G.Prieto)

Un grupo de jóvenes, embozados en kefiyas –el tradicional pañuelo ajedrezado- acepta hablar si no se toman fotografías. Afirman ser miembros del Ejército Libre de Siria dedicados a la evacuación de civiles y los responsables de este convoy de refugiados. “Hoy traemos a 1.200 personas”, explica uno de ellos, que se identifica como Abu Saud. Un rápido vistazo a los alrededores hace pensar que el convoy no es en absoluto exagerado. Dice que han caminado cuatro horas en la noche, y que cada día acompaña a entre 1.000 y 4.000 civiles de la provincia de Daraa. “El ELS ha reconquistado mucho territorio desde hace dos meses y por eso han multiplicado los bombardeos contra nosotros”.

Abu Saud asegura que la situación en Daraa es insostenible. “No hay electricidad, no hay pan, los hospitales de campaña ya no tienen recursos. Estamos evacuando a los heridos a hombros”, dice antes de añadir que la media de heridos que consiguen sacar a territorio jordano sólo por este punto es de entre 20 y 30 por noche. El joven ha acompañado hoy a su propia familia: su padre, su madre, cuatro hermanos y tres hermanas. “Todavía quedan miles de personas por evacuar, escondidos en sótanos y esperando una oportunidad para huir. El cerco militar y las bombas les impiden salir.”



Frontera jordano-siria Febrero 2013 (Mónica G.Prieto)

Tras registrarse mostrando sus documentos de identidad ante las autoridades jordanas, los refugiados reciben mantas y se dirigen a una de las grandes carpas donde el plástico apenas les protege del viento helado. “Ya queda muy poca gente dentro de la provincia de Daraa. Pronto no quedará nadie en Siria. Nos vendremos todos a Jordania”, dice uno de los refugiados, un chaval de 18 años que llega acompañado por su hermana su cuñado y sus cuatro sobrinos. “Para nosotros los bombardeos no son nuevos, pero nunca habían bombardeado tanto como en los dos últimos días. Se están vengando del ELS por sus avances militares. Hoy, una bomba cayó sobre nuestra casa. Ha quedado destruida. Cogimos nuestra ropa y nos marchamos: salimos a las 14.30 y hemos llegado a las 21.30. El camino ha sido muy duro, aunque el ELS nos ha ayudado con sus vehículos en las zonas donde hay carreteras”, continuaba el joven, con una madurez inusitada para su edad, mientras observaba de reojo a sus sobrinos, agarrados a las faldas de su madre.

La diferencia que les hace ahora huir por cientos, explica otro grupo de refugiados apelotonados en una de las esquinas de la carpa, es el tipo de proyectiles que está usando el régimen sirio. “Ahora nos bombardean con Scud, y contra eso no hay manera de protegerse”, dice Abu Firas. “Desde hace 10 días nos lanzan Scuds y la gente está muy asustada. Además nos bombardean por aire con barriles de dinamita, nos lanzan proyectiles de 120 milímetros…. La mayoría de las casas han sido destruidas: cada vez que el ELS avanza, arrecian los bombardeos. Como el régimen no puede acabar con el Ejército Libre, bombardea a los civiles”.





Frontera jordano-siria Febrero 2013 (Mónica G.Prieto)

Tras calentarse en el puesto de acogida, los refugiados suben al transporte jordano que les encaminará a un campamento de refugiados. En otro punto de la frontera, las lluvias han llenado un embalse que, en verano, suele ser atravesado a pie por los refugiados. Ahora, una barcaza les traslada al otro lado de la frontera: el Ejército hachemí calcula que escapan 1.500 personas al día a bordo de la precaria embarcación.

“En 36 años en el Ejército, lidiando con todo tipo de crisis de refugiados, no he visto nada parecido”, admite el general Zayoud mientras mira el pantano, que solicita no identificar por su nombre. “En una ocasión, una televisión árabe informó de la entrada de refugiados por este punto, dando el nombre de la zona. Al día siguiente, el régimen bombardeó el acceso al pantano”. Al otro lado de la frontera, las continuas explosiones se abaten contra una población cercana haciendo temblar levemente la tierra, recordando qué lleva a los sirios a escapar. Uno de los refugiados lo describe sin emoción. “Las bombas caen como la lluvia”.


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