03.05.2013
¿A que viene Obama a México?
Rafael de la Garza Talavera
Rebelión


Ha pasado más de un siglo desde que, por primera vez, los presidentes de México y EEUU se reunieron para dialogar. En esa ocasión, un presidente extranjero pisó por primera vez territorio estadounidense y también su presidente al territorio mexicano. Porfirio Díaz cruzó la frontera en Cd. Juárez la mañana del 16 de octubre de 1909 para ser recibido por el secretario de Guerra, Mr. Dickinson, quien lo condujo a la Cámara de Comercio para encontrarse con William Taft. Intercambiaron saludos formalmente y después -acompañados de Enrique Creel quien fungió como traductor- se encerraron en una habitación y nunca se supo de qué hablaron. Poco después Taft regresó la visita y cruzó la frontera para ser recibido por Díaz en suelo mexicano. El interés de Díaz estaba marcado por la sucesión presidencial de 1910 y quería asegurarse el apoyo yanqui, pero casi dos años después, al pedirle a los EEUU que impidieran la venta de armas a los maderistas comprobó lo que históricamente sabemos los mexicanos y el mundo: los EEUU no tienen amigos, sólo intereses.
En este sentido, la visita de Obama a México tiene la misión de promover los intereses de su país mientras que Peña tratará de obtener promesas de beneficios futuros y, como contar con el apoyo de los vecinos para lo que se pueda ofrecer. La agenda oficial enfatiza los temas económicos aunque no se puede ocultar el hecho de que el tema de la seguridad es tanto o más importante.
Sin embargo los medios de comunicación en México insisten en los temas comerciales para mantener la estrategia de comunicación del gobierno federal con respecto al combate al narcotráfico, que consiste en eliminar de la cobertura mediática -en la medida de lo posible- las noticias relacionadas con la captura de capos, de cargamentos de droga, secuestros, extorsiones, desapariciones forzadas y todo tipo delitos relacionados con la delincuencia organizada. Asimismo, se han empezado a retirar algunos retenes y operativos de las fuerzas armadas de las calles. Fieles a la idea de que la ciudadanía se guía por las percepciones, los asesores de Peña alimentan la ilusión de que lo que no se ve no existe.
Los medios al norte del Rio Bravo no son tan complacientes al respecto y sin negar la importancia de los temas económicos destacan además el interés de Obama por aclarar con su homólogo mexicano las características de la política de seguridad que, debido al regreso del PRI a Los Pinos, ha sufrido modificaciones de forma, aunque no de fondo. De acuerdo con el Washington Post, la cooperación en materia de seguridad en el sexenio de Calderón se daba con varias dependencias mexicanas mientras que en este sexenio la centralización de los mandos parece ser la constante, colocando a la secretaría de Gobernación como el eje de toda la política de seguridad. Esto significa que habrá que reconfigurar la cooperación con los EEUU. Obama declaró al respecto que: “No voy a juzgar aun como esto puede alterar la relación entre los EEUU y México hasta que no escuche directamente de ellos [el gobierno mexicano] que es lo que ellos quieren lograr” [1].
Queda claro entonces que el tema central son las nuevas condiciones de la cooperación para mantener la guerra contra el narcotráfico. Los cambios son de forma y no de fondo porque a final de cuentas, los temas comerciales están estrechamente relacionados con las exportaciones de armamento y apoyo logístico y militar al gobierno mexicano. El Plan Mérida continuará, con ajustes, pero la idea de que los EEUU tienen que estar al mando de las operaciones militares en México no ha sido puesta en duda. Sólo queda por aclarar cuáles serán las nuevas formas de intercambio de información y de operación de los militares yanquis en México.
Así las cosas, el gasto militar de México crecerá y seguirá beneficiando al complejo político militar estadounidense y por ende a su economía, que enfrenta el enorme reto de contener el crecimiento de China y su invasión a la esfera tradicional de influencia de los EEUU. Como consecuencia del crecimiento de relaciones comerciales de los países de Sudamérica con el gigante asiático, los EEUU consideran una prioridad -cosa que no sucedía en los buenos tiempos- profundizar la dependencia económica de México y Centroamérica para impedir que estos países caigan en la esfera de influencia de China. Se pretende con ello recuperar el crecimiento del empleo y de la producción de mercancías en suelo estadounidense, apoyándose en la profundización del modelo extractivista y la explotación de mano de obra barata, principales atractivos de los países al sur de la frontera con México.
Sobra decir que Obama felicitará a Peña por las reformas económicas que ha impulsado en el congreso y le recordará que la reforma energética es la joya de la corona, pues las empresas petroleras en EEUU incrementarían enormemente sus ganancias si logran controlar completamente el petróleo mexicano. A cambio, Obama le ofrecerá a Peña la promesa de una reforma migratoria que regularizaría a millones de mexicanos y la posibilidad de restringir la exportación indiscriminada de armas a México. Pero como bien lo sabemos, esas serán sólo promesas que cobrarían realidad siempre y cuando beneficien los intereses del 1% de la población estadounidense. Tal vez hace cien años, en aquel primer encuentro, las desigualdades no eran tan marcadas; hoy son consideradas naturales por Peña y sus amigos, por lo que podrán justificar su entreguismo, su sometimiento a los intereses de los vecinos del norte, cosa que no podríamos achacarle a Porfirio Díaz, aunque quisiéramos.
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