Crímenes de guerra contra la identidad
La destrucción del patrimonio por los yihadistas amenaza la diversidad cultural de Irak
ÁNGELES ESPINOSA Erbil (Irak) 6 SEP 2014 - 23:59 CEST
No son sólo piedras. “La destrucción del patrimonio cultural y arqueológico acaba con la diversidad que caracteriza el tejido social iraquí”, declara May Shaer, directora de proyectos de la Unesco para Irak, desde un pequeño despacho de la Ciudadela de Erbil. Los terroristas del Estado Islámico (EI) lo saben. Entre sus primeros objetivos estuvieron las mezquitas chiíes de Mosul y Tel Afar; luego vino la retirada de una estatua de la Virgen de una iglesia de Mosul y la destrucción del templo yezidí de las Tres Hermanas en Bashiqa o el kakai Mazar Yad Gar en Hamdaniya.
“Es muy difícil supervisar la situación en las zonas bajo control del EI, como por ejemplo Mosul”, admite Shaer. “Estamos en contacto con el Ministerio de Turismo y Antigüedades en Bagdad para conocer lo que está sucediendo”, explica. La Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, que eso es lo que significa Unesco, también ha pedido al personal humanitario sobre el terreno que informe de los casos de destrucción que detecte.
De momento, no hay constancia de que las huestes del EI hayan dañado sitios arqueológicos, aunque la Unesco está alerta. Tres de los cuatro recintos iraquíes declarados patrimonio de la humanidad,Hatra, Ashur y Samarra, se hallan en territorio del autoproclamado califato. Sin embargo, Shaer evita enumerar sitios en riesgo para no llamar la atención sobre ellos.
“Sabemos que hay lugares amenazados, pero consideramos que cuanto más se mencionen, peor. Esperamos que no los ataquen”, señala.
Parte de bajas
Esta es una lista de los sitios destruidos por el Estado Islámico desde su ofensiva del pasado junio):
Junio:
- Qabr al Bint, o Tumba de la Chica, un popular monumento de Mosul
- Mezquitas chiíes de Mosul y Tel Afar.
- Mausoleo del historiador Ibn al Athir, en el centro de Mosul.
- Estatuas del músico Ozman al Musuli y del poeta Abu Tammam, en Mosul.
- Retirada de la Virgen del tejado de la Iglesia de la Inmaculada en Mosul.
Julio:
- Tumba del profeta Jonás en Mosul.
Agosto:
- Santuario chií del imam Redha Maqam, en las proximidades de Bartella.
- Templo yazidí de las Tres Hermanas, en Bashiqa.
- Templo yazidí del jeque Mand, en Sinjar.
- Templo kakai de Mazar Yad Gar, en Hamdaniya.
- Templo kakai de Sayed Hayyas, en Hamdaniya.
No obstante, la responsable insiste en que “todo lo destruido intencionalmente es importante y significativo, y no debe minimizarse porque esté asociado con un grupo o confesión determinado”. Shaer subraya el valor de la diversidad. “El patrimonio es un elemento clave de la cohesión social”, insiste.
Los milicianos del EI y otros grupos similares siguen una interpretación extrema del islam suní conocida como salafismo que considera idolatría la veneración de estatuas y tumbas. Pero hay algo más que motivos religiosos en su forma de actuar.
“[Los monumentos] son signos de identidad de otras comunidades políticas o espirituales contra las que, quienes los destruyen, se oponen y se definen”, explica Pedro Azara, profesor de Estética de la Politécnica de Cataluña. Este arquitecto, miembro de una misión arqueológica internacional entre Erbil y Mosul, lo compara con el acto de romper fotografías o tirar por la ventana las pertenencias de alguien con el que se está enfrentado. “Se destruyen porque se sabe que dolerá profundamente al otro, quien se identifica con su objeto admirado”, añade.
Para Amnistía Internacional esas acciones forman parte de la “política de limpieza étnica” de los yihadistas. “Refuerza su mensaje a las minorías étnicas y religiosas de que no hay lugar para ellas en Irak”, afirma en su último informe en el que acusa a al EI de “destruir y dañar de forma sistemática los lugares de culto de las comunidades no suníes”.
La directora general de la Unesco, Irina Bokova, ha hecho varios llamamientos este verano para que todos los implicados “se abstengan de destruir el patrimonio cultural, incluidos los lugares religiosos”. También ha recordado de que se trata de “crímenes de guerra”, cuyos autores deben ser perseguidos. No parece que la referencia a la legalidad internacional vaya a hacer mucha mella en un grupo que la desprecia e incluso se jacta de violarla.
“Nuestro mensaje a la comunidad internacional y al público en general es que pueden ayudar a mitigar el daño”, explica Shaer. La Unesco ha puesto en marcha un Plan de Acción para minimizar las amenazas sobre el patrimonio iraquí tanto por la guerra en sí como por la destrucción deliberada, la excavación ilícita o el tráfico de piezas arqueológicas. Entre las medidas, se han facilitado a EE UU las coordenadas de los lugares patrimonio de la humanidad, o candidatos a esa lista, para que sus militares lo tengan en cuenta y eviten dañarlos durante sus operaciones.
De vuelta en la Ciudadela, declarada Patrimonio de la Humanidad el pasado 21 de junio, Ranan Tawfiq, subdirectora de la Comisión de Revitalización, apunta a un daño colateral del conflicto: “Desde hace un mes todas las obras de rehabilitación del recinto están paradas”. Aunque el frente está a medio centenar de kilómetros, la falta de fondos que se acusaba desde enero por diferencias entre el Gobierno regional kurdo y el central en Bagdad, se ha agravado por la ausencia de turistas y el esfuerzo bélico.
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