LA GUERRA MEDIÁTICA, directo a las emociones, artº Vázquez
Doménech
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Ojos para la
Paz
Nuevo artículo de JoséLuis Vázquez Domènech sobre la Guerra
Mediática, en el que analiza la utilización de nuestras emociones para los
fines belicistas, con estatagemas que equipara incluso con las del proceso de
la seducción en el enamoramiento. Las
maquinaciones para la guerra no conocen límites, y la ética o el capítulo
presupuestario no son obstáculo para esos fines. El marketing experimental, orientado a tocar
la fibra y rendir culto a la humanización de la marca, hace sentir al
consumidor que forma parte de ella. De eso se trata.
En 1916 bajo el mandato de Woodrow Wilson en Estados Unidos,
se creó una comisión, la Comisión Creel, que en seis meses orientó la opinión
de una población pacifista hasta
volverla histérica y convencida de que había que desalojar el mundo de
alemanes.
La Guerra Mediática (V)
Directo a las emociones
Joséluis Vázquez Domènech
Lo hacemos también nosotros, condicionar la respuesta para
lograr el abrazo de nuestros sueños. En el enamoramiento puede haber una
escaramuza prorrogada con la intención de desarmar el escudo de las emociones.
El llanto, la primera emoción no contenida abre paso a una forma de
comunicación que inmediatamente transmite una necesidad y un cuidado, y es
difícil escapar a esa petición tan intensa y penetrante.
El marketing experimental, orientado a tocar la fibra y
rendir culto a la humanización de la marca, hace sentir al consumidor que forma
parte de ella. Antes de que se democratizara la pequeña pantalla la prensa ya
había lanzado su primera ofensiva para alterar la percepción de la realidad;
ocurrió en 1916 bajo el mandato de Woodrow Wilson en Estados Unidos. La Primera
Guerra Mundial llegaba a su ecuador y se puede decir que la población era muy
pacifista (como lo son la mayoría de poblaciones antes de que llegue el
invasor), hasta que la administración del presidente decidió que su país
tomaría parte en la contienda. Primer problema a resolver, había que inocular
entre la población el ansia de la guerra. Dicho y hecho. Se creó una comisión a
tal efecto, la Comisión Creel, y en seis meses la población se volvió histérica
y estaba convencida de que había que desalojar el mundo de alemanes.
Poco después llegaría un nuevo experimento que se llegó a
conocer con el nombre de “Miedo Rojo”. Persiste hasta hoy aunque con otras
características y con mucha mayor sutilidad. Desde entonces, una apisonadora
incansable ha trabajado día y noche para borrar del mapa todo aquello que pueda
hacer frente a unos determinados intereses. Esa apisonadora es la propaganda o
la guerra mediática.
Es probablemente el arma de control social más sofisticado y
vehemente. No descansa ni cuando dormimos y, lo peor de todo, está en manos de
un sistema financiero internacional que no tiene escrúpulos.
Photo by joséluis vázquez domènech
Lo que sí tiene a su disposición son los llamados medios de
comunicación de masas, los mejores propagadores de ideas y de plagas. A día de
hoy dichos medios nos infantilizan y buscan nuestro llanto buscando perturbar
nuestra paz interior y la modificación de nuestra conducta.
Creada la Opinión Pública de esta forma el sometimiento a
una presión persistente se camufla en la sociedad del espectáculo, y todo va
rodado en una secuencia vital que contribuye a disputar cada jornada soportando
la violenta distracción con la que nos agasajan.
Una nueva guerra, Siria, unos nuevos invasores, nuestros
gobiernos, y una nueva parodia para justificar la obstinada sed de mal.
Diferentes capítulos han ido marcando el gradual desarrollo de los
acontecimientos. Todos ellos construidos para influir directamente en nuestras
emociones y, casi por norma, falseados y calculados para ser consumidos en el
momento preciso.
Sin saberlo estamos en estado de shock, y en esas
circunstancias es complejo sospechar que lo que acontece ante nuestros ojos no
es sino la difusión del terror con el aderezo de la compasión.
Son tantas las evidencias de un complot contra este país y
sus recursos que ya no hay que recelar ni temer por la abundancia de
información que nos ahoga y nos oprime. En esta ocasión toca hilar todos los
elementos que he ido desgranando, y os convoco a leer con detenimiento este documento
con todas sus fuentes y enlaces. Reúne de una forma magistral toda la narración
que he procurado argumentar; niños, lágrimas, bombardeos, heroicidad, ayuda
humanitaria, difusión generalizada, barbarie, pánico y persuasión, y todo
diseñado bajo el paraguas de los Cascos Blancos, que encumbran su puesta en
escena con un espectacular guión producido por Netflix y patrocinado por la
OTAN, con el consiguiente Oscar al mejor corto documental (impertinente labor
del azar)
Se que en ocasiones como éstas no es fácil abrir los ojos
ante tanta atrocidad de la que es capaz el hombre blanco. Pero no tenéis más
que dedicarle un poco de tiempo a la historia de esta falsa ONG y, después,
reflexionar sobre todo en su conjunto. Y no olvidar, en ningún momento, que esta
aclamada fábula es una pieza más con la que Estados Unidos vuelve a contribuir
para que el odio y la guerra prosigan con el único fin de abastecer su imperio
y su voracidad.
En la publicidad el marketing apela a emociones que todo el
mundo puede sentir, generalmente a la felicidad. En la propaganda de guerra se
hace lo propio, pero con el miedo, la turbación y el engaño.
No a las Guerras, No a la OTAN, no a las Bases Militares
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