ISIS, el peor enemigo del Islam
En medio de las atrocidades del grupo extremista y la crisis de los refugiados, se renuevan los prejuicios y mitos sobre la violencia y la fe musulmana. Pero ¿cuál es la relación entre el autodenominado Estado Islámico y esa religión? ¿Qué piensa la dirigencia local? Claves para entender la Jihad y la mal llamada "Guerra Santa" en las voces de especialistas y referentes islámicos argentinos.
SÁBADO 14 DE NOVIEMBRE DE 2015 • 15:17
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Por Juan Brodersen / Fotos de Javier Heinzmann
Decapitaciones, persecución a cristianos, expulsiones masivas de chiitas. Todo bajo la forma del espectáculo. Así viene actuando el grupo terrorista ISIS (Estado Islámico de Siria e Irak, o ISIL, por Irak y el Levante) desde mediados del año pasado, montado sobre la intensidad de la Guerra Civil en Siria. El régimen dirigido por Abu Bakr, autoproclamado califa, esgrimió siempre el mismo argumento: todos deben someterse a la fe del Islam, y cualquier opositor debe ser eliminado. Una idea sostenida en tiempos de Al-Qaeda, potenciada por un exhibicionismo hasta el momento desconocido. Ocupando la zona del centro-norte de Irak y el noroeste de Siria (unos 40 o 90 mil kilómetros cuadrados, según las imprecisas estimaciones), ISIS dice tener como objetivo la subsunción del mundo musulmán bajo un solo Estado. Controlan Mosul, Tikrit, Faluya y Tal Afar en Irak y Raqqa, Palmira, Alepo, Damasco, Al Hasaka y Sueida en Siria. El principal móvil, dicen ellos, es religioso. Pero ¿se ajusta a las creencias del islam este conjunto de prácticas? ¿Se puede hablar "del islam" como si fuese uno sólo, teniendo en cuenta que se trata de una religión de 1.200 millones de fieles que no se circunscribe sólo al mundo árabe?
No todo musulmán es árabe, ni todo árabe es musulmán. Dicho esto, que parece una obviedad, entender al islam sigue siendo una tarea compleja. Religión, cultura, lengua: ¿cuál es su diferencia específica? "No se trata sólo de una práctica religiosa. Hay una ligazón entre individuo y Dios, pero también con la civilización musulmana", explica Gabriel López, secretario académico de la Cátedra Edward Said y profesor de Historia contemporánea en la Universidad de Buenos Aires. "El islam construyó una civilización, y ahí tiene un fuerte peso la política: sostiene que no hay una división entre el aspecto personal de la fe que cada uno puede profesar con la ciudadanía. La forma política de organizar esto fue la del califato", agrega.
La conquista del islam sobre pueblos como Persia, Irak, Palestina, Siria y Egipto (con el dominio del poderoso Imperio Bizantino entre 633 y 645), se dio en sus inicios a través de este sistema de gobierno. Abu Bakr, el primer califa (sucesor del Profeta muerto en 632), tenía la autoridad que le venía desde Muhammad, y fue además el primero en compilar el Corán (hasta entonces recitado sólo de memoria). De allí en adelante, comenzaron las divergencias en torno de la línea sucesoria del Islam, llegando hasta el último califato que finalizó en 1924 con la caída del Imperio Otomano.
"A partir de ese momento aparece la principal división, entre sunitas y chiitas. Se trata de una disputa por quién tiene el control político de la Umma (la comunidad musulmana), qué grupo es descendiente del Profeta", explica López. Esto no es menor, ya que la sucesión ha generado distintos tipos de disputas. Y, en los argumentos de ISIS, aparece como un factor clave: ¿quién representa la verdadera línea sucesoria? ¿Hay "guerras santas" en el islam, o son sólo una mala traducción del "jihad"?
Las voces musulmanas de la Argentina son, en este sentido, una fuente de conocimiento inagotable: historiadores, sheijs, y estudiosos del Corán aclaran un poco el panorama, nublado por la complejidad del tema y la desinformación mediática.
EL ISLAM EN LA ARGENTINA
Con gran peso en el país, la comunidad musulmana se asentó a fines del siglo XIX. Resulta difícil, sin embargo, hablar de ella desde parámetros heterogéneos: en el ocaso de la argentina decimonónica, la principal migración provino desde la zona sirio-libanesa y el Levante. Profesaban todo tipo de culto (maronistas, judíos, musulmanes, ortodoxos) y fueron equívocamente englobados bajo el apodo de "turcos". Incluso Sarmiento, en su Facundo, llegó a comparar a La Rioja con Palestina.
Hoy se calcula que en la Argentina viven entre 400 y 500 mil musulmanes. Estos números estimativos surgen de los estudios de Ricardo Elía, secretario de Cultura del Centro Islámico de la República Argentina (CIRA), la primera institución que aglutinó a la comunidad musulmana en el país. Creada en 1931, funciona en una antigua casa porteña del barrio de San Cristóbal decorada con motivos y ornamentos islámicos desde las paredes hasta los sillones. A pocas cuadras de ahí, funciona la mezquita Al Ahmad, a la que concurren los musulmanes de la zona para su rezo diario. El más importante es el de los viernes al mediodía, que convoca a casi doscientas personas. También director del periódico La Voz del Islam, Elía asegura que el CIRA representa a todos los musulmanes sin distinción entre sunitas y chiitas, y sintetiza la postura de las demás autoridades islámicas nacionales: "Los de ISIS son cualquier cosa menos musulmanes", dice.
Además de que el Corán dicta que la fe debe ser voluntaria (no se puede obligar a nadie a profesarla), otro de los princiaples argumentos que los separa, dice, es el término de "Guerra Santa". En principio, porque es un equívoco desde el plano conceptual: en el mundo musulmán no existe la consagración de la santidad. "Al jihad lo llaman guerra santa porque lo comparan con otras religiones que sí hicieron guerras santas. En el islam no puede haber una guerra santa porque no hay sacerdotes y nadie puede santificar o consagrar", explica Elía. El término significa "esfuerzo" y hay dos tipos de jihad: al-Akbar y al-Asgar. El primer jihad del musulmán y el más importante es contra sí mismo, contra sus tentaciones. El otro es la defensa de la comunidad musulmana entera, la Umma. "Esa defensa viene dada por el consenso de todos los juristas y conocedores de la ley y no por decisión de un solo grupo", explica Elía, y completa que, además, ese jihad al-Asgar nunca puede ser una agresión. "Una defensa no es una agresión, es una defensa: no existe la guerra preventiva en el Islam. Si leemos el Corán, vamos a encontrar mucho sobre el Profeta, que dice que cuando el enemigo da muestras de paz, hay que hacer la paz. Porque la paz es un mandato, no algo que esté sujeto a interpretación".
Mohsen Alí es un sheij (maestro) chiita que dirige la Casa para la Difusión del Islam en Ciudadela, en el conurbano bonaerense. Todavía aturdido por la noticia de que ISIS había atentado contra un museo en Túnez, ceba un mate y lo ofrece. Además de estudioso del Corán, conduce el primer programa radial islámico de América latina, Quiblah. Desde ese micrófono, insiste desde hace un año en aclarar que ISIS no tiene nada que ver con el mundo musulmán. "El islam tiene 1437 años de vida, ¿ISIS cuándo nació? ¿En qué universidad islámica estudiaron? ¿Dónde está la piedad de esa gente, siendo que la piedad es lo más importante del Corán? ¿Qué criterio utilizan? Cuando uno lee el Corán, se da cuenta que no tiene nada que ver. Ningún profeta avaló el robo, el saqueo, la violación de las mujeres", dice Moshen, categórico. Como chiita, Mohsen sería un perseguido por el Estado Islámico. En la Argentina, se define simplemente como musulmán. Mientras se prepara para el rezo del mediodía, descalzo, sobre una alfombra que mira hacia la ciudad sagrada de La Meca, en Arabia Saudita, explica: "En ISIS se dicen sunitas, y dentro del sunismo dicen tener simpatías con lo que se llama wahabismo, que es un movimiento radical extremista puritano, asociado a la extrema derecha del islam. Es la ideología reinante en Arabia Saudita. Pero la realidad es que no son es ni chiitas ni sunitas, no pueden ser considerados musulmanes".
Si el consenso es la ley, como afirma Elía, la fragmentación parece ser la herramienta para dejarla sin efecto. Galeb Moussa, presidente de la Federación de Entidades Argentino Árabes de Buenos Aires y Conurbano, coincide con esta idea. Conocedor de Medio Oriente, estuvo en el Líbano justo cuando ISIS fue noticia por difundir videos en los cuales se ahogaban a prisioneros en una jaula. Sobre la espectacularidad de estas acciones, analiza el fenómeno en el marco del mapa geopolítico: "Hay un interés de Estados Unidos con la teoría del caos. Si no los podemos dominar, como quedó claro desde el 90 hasta 2003, mantengamos el caos, la fragmentación, con la expectativa de alcanzar toda la zona y dividirla para hacer un nuevo mapa de la región, ya en clave religiosa. Y cuanto más salvajes sean, y más amenacen a occidente, mejor", sostiene. Mohsen, nombrado embajador de la paz por la Unesco en 2003, arriesga todavía más en la línea de las teorías conspirativas: "Snowden reveló que ISIS fue pensado por la Mossad y creado en connivencia con la CIA. Todo eso financiado por Arabia Saudita y las monarquías del Golfo para permitir de manera justificada la ocupación de Norteamérica en la región".
MÁS ALLÁ DE LAS CONSPIRACIONES
Si bien ISIS habla en nombre del Islam, sería incompleto creer que el Corán basta para explicar por qué estos grupos terroristas no se inscriben dentro del dogma que dicen representar. Es cierto que el Corán tiene un mensaje de paz, pero no es menos cierto que ese mundo ideal de convivencia religiosa es ficticio. "Es una construcción en un imaginario: los primeros cinco califas murieron asesinados. El conflicto social y político siempre existió en la región", explica López. También profesor de Asia en el Joaquín V. González, reconoce en el discurso de Estado Islámico un deseo de volver a la época de expansionista: "Hay una idea embelesada de grandeza, de renacimiento islámico. Creen que la respuesta a los problemas del mundo actual es volver a ese momento de plenitud a como dé lugar". Aunque difusas, las raíces de ISIS para él se pueden rastrear en las divisiones territoriales y arbitrarias después de la Segunda Guerra, raíces que brotan ahora por un contexto particular: "Los Estados árabes de la posguerra, que habían tenido un mensaje de nacionalismo, terminaron acoplándose a los dictados de Estados Unidos. Eso generó asfixia, pérdida de expectativas, de esperanzas y de ahí surge, entre otras cosas, la frustrada primavera árabe".
Gustavo Sierra, periodista del diario Clarín que cubrió la invasión a de Estados Unidos en Irak en 2003, señala Al-Qaeda algunas huellas para abordar el enigma del origen de ISIS: "Luego de la caída del régimen de Saddam, se produce la división entre chiitas del sur de Irak y sunitas del norte. Saddam y la mayoría de los generales del ejército saddamista eran sunitas, por lo que se genera una resistencia muy fuerte junto con grupos de Al-Qaeda. Cuando éste es derrotado por Estados Unidos, algunos miembros se refugian en Siria. Años más tarde, cuando comienza la primavera árabe y los chiitas en Irak tienen el control sobre los sunitas, se producen en Siria una serie de divisiones y aparecen en escena grupos que plantean una vuelta a Al Qaeda, pero son más violentos, quieren controlar más territorios y encuentran en Irak el apoyo militar que necesitaban para su campaña. Por allí puede divisarse el origen de ISIS".
Pedro Brieger, analista político y profesor de Sociología de Medio Oriente en la Universidad de Buenos Aires, reconoce aquella marca que señala Sierra, pero hace foco en la diferencia: "Lo central es que Al Qaeda existía como una red que no tenía una base social en un país y que su principal objetivo era atacar a Estados Unidos, mientras que en el caso de ISIS, su objetivo es la toma del poder dentro de Irak o Siria. Al-Qaeda nunca trabajó para tomar el poder en un Estado. Usó Afganistán para que le sirviera de base y poder atacar a los Estados Unidos".
Con este panorama, ISIS es la pieza de un rompecabezas que se completa ante el hueco que la agrupación de Bin Laden había dejado. Sigue Sierra: "Hay que entender que ISIS es una expresión de la política de la región, pero también de algo mucho más extendido que tiene que ver con la falta de posibilidades y de utopías de muchos chicos jóvenes en Europa y Medio Oriente. Ante la falta de ideales y de posibilidades en el mercado laboral (muchas veces a pesar de tener estudios), se plantean luchar por un ideal. Tiene que ver con el hecho de que los reconozcan como 'alguien'. ISIS les da sentido de pertenencia".
HECHOS O INTERPRETACIÓN
La foto de Aylan, el pequeño muerto en una costa turca que sacudió al mundo en septiembre de este año, apareció como el síntoma de una afección terminal en el corazón de medio Oriente. El terreno parece estar sembrado por algún demiurgo del caos que, sin dudas, está teniendo éxito. Más allá del complejo mapa, y de las intrincadas posiciones que los protagonistas ocupan en él, las instituciones musulmanas de la Argentina coinciden en el daño que esto le causa a la percepción que tiene la sociedad del islam. Todos reconocen un tipo de discriminación, en mayor o menor medida. Y aunque Elía, Galeb Moussa y Mohsen Alí insisten en que el libro sagrado del Islam contradice en forma categórica al accionar de ISIS, los analistas ponen sobre la mesa un viejo problema de las ciencias sociales que en este contexto tiene consecuencias fatales: la interpretación de la ley.
"El Corán, como todo texto sagrado puede ser interpretado de distintas maneras. Cada grupo político usa el Corán, según aquello que intenta fundamentar", analiza Brieger. Y Sierra coincide: "El islam es heterogéneo: por sí mismo no es fundamentalista, pero las interpretaciones son variadas, y una de ellas es la que opta por el extremismo".
Mientras tanto, ISIS se sigue expandiendo: gana territorio, toma prisioneros y logra difundir el terror a través de los medios de comunicación, que con una baja cuota de responsabilidad miran cómo engrosan la cantidad de clics por minuto. Y el Corán sigue allí, en el centro de la disputa y la idea de Nietzsche tiene aún sus ecos en el medio Oriente de Zaratustra, pero más aún en la tierra del ocaso, Occidente: "No hay hechos, sino interpretaciones morales de los hechos".
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