Monjes budistas amenazan al Papa Francisco si apoya a los rohingya
Monjes budistas radicales amenazan con "responder" si el Papa defiende a "los rohingya y los terroristas extremistas"
El jefe del ejército, último responsable de la campaña de limpieza étnica, le dijo al Pontífice que "no hay discriminación religiosa" en el país
El barrio de Mingalar Taung Nyung en Rangún es un singular islote de discrepancia en un entorno dominado por las pagodas y la parafernalia budista que prevalece en Rangún. Aquí son mayoritarias las mezquitas, las tiendas como Hanna Hijab -que venden la tradicional vestimenta musulmana- y restaurantes que publicitan que sus alimentos cumplen con la normativa "halal" (acorde con los ritos de su fe).
Este es también uno de los arrabales elegidos para vivir por la minoría rohingya que durante décadas ha conseguido eludir el cerco que sufren en el estado de Rakhine para instalarse en la capital económica de Birmania.
"Somos decenas de miles de rohingya en Rangún, pero la mayoría oculta su identidad para evitar problemas", asegura Kyaw Min en la habitación que ejerce como cuartel general de su particular Partido de la Democracia y Derechos Humanos.
El caso de Kyaw Min es quizás uno de los más atípicos de la política birmana. Si defender los derechos humanos durante décadas en un entorno dominado por la que fue una de las dictaduras más férreas de la región ya constituye todo un ejemplo de perseverancia, Min tuvo que duplicar su constancia ante el hecho de pertenecer a una comunidad tan señalada como los rohingya.
Como otros muchos históricos activistas en favor de la democracia, Kyaw se unió a este movimiento durante la revuelta popular de 1988. Después fundó el Partido Nacional Democrático por los Derechos Humanos con el que concurrió a los recordados comicios de 1990, los primeros democráticos de la era militar. Resultó elegido diputado al igual que otros 3 miembros de su formación pero aquellos resultados electorales -y en especial la victoria a nivel nacional de la formación de Aung San Suu Kyi- no fueron reconocidos por los uniformados.
"Este concepto de que los rohingya somos inmigrantes ilegales es algo reciente. Yo fui elegido diputado. Tuvimos un ministro de Salud rohingya, Sultan Mahmud (a principios de los 60). Todo eso es historia. No pueden borrarla", rememora el político de 72 años.
Pese al pasado, la simple mención del término se ha convertido en el elemento más problemático de la visita a Birmania que inició ayer el Papa Francisco.
En un signo de la preeminencia que mantienen todavía los militares en este país, el Pontífice se entrevistó primero con el jefe del ejército, el general Min Aung Hlaing, responsable en última instancia de la campaña de limpieza étnica que han sufrido los rohingya, pese a que en la agenda oficial esta cita era posterior a la que mantendrá el clérigo con el presidente del país, Htin Kyaw, y con la Premio Nobel Aung San Suu Kyi.
El militar defendió ante el jerarca de la iglesia católica que "no hay en absoluto discriminación religiosa" en Birmania y que el único "objetivo" de sus soldados "es construir un país estable y pacífico".
Las declaraciones del uniformado contradicen todos los señalamientos recabados por organizaciones internacionales como los investigadores del Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas, que en marzo recogieron todo un cúmulo de testimonios de las víctimas que hablaban de un "patrón sistemático de homicidios, torturas, violaciones e incendios provocados" por los militares y los grupos de nacionalistas que les apoyaron en la ofensiva que ha provocado el éxodo de 624.000 rohingya.
Amenazas desde el budismo radical
Francisco fue recibido también con amenazas por el grupo de monjes budistas radicales Ma Ba Tha, cuyo portavoz Tawparka, advirtió que habría "una respuesta" si el clérigo defiende la causa de la minoría musulmana.
"Espero que no toque un asunto tan sensible porque el pueblo birmano no lo aceptaría. No hay problema si habla sobre el Islam, pero es inaceptable que hable sobre los rohingya y los terroristas extremistas", señaló manifestó a la agencia Reuters.
La crisis rohingya ha propiciado una creciente cercanía entre el clero budista y el estamento militar que constituye todo un guiño a la historia, que recuerda cómo estos mismos monjes lideraron las protestas contra sus actuales aliados en 2007 durante la llamada 'Revolución del Azafrán'.
"¿Quién manda en este país? Aung San Suu Kyi pensaba que podía cambiar a los militares pero está claro que han sido ellos quienes la han transformado. Está el bolsillo de los militares. Ellos son los que mandan", reflexionaba Kyaw Min al analizar la presente situación del país.
Su opinión concuerda con la que comienzan a prodigarse entre los expertos de Birmania, que cuestionan el futuro del proceso político liderado por Suu Kyi.
"En este momento Birmania parece mucho más un estado autoritario que una democracia incipiente. Es hora de que el gobierno comience a cumplir algunas de las promesas que hizo durante el proceso electoral y se centre en la defensa de los derechos humanos en lugar de socavarlos en cada oportunidad que se le presenta", indicó por su parte David Baulk, de la ONG pro derechos humanos, Fortify Rights.
Kyaw Min formaba también parte del contingente que se plantea serias dudas sobre la conveniencia de este periplo papal, en el que el jerarca católico se verá ante la disyuntiva de defender la causa rohingya y provocar un choque diplomáticoo eludirla y poner en entredicho su posición moral.
"El gobierno ha querido manipular esta visita pero el Papa es un líder religioso respetado. Tiene la obligación de estar al lado de los oprimidos y de la verdad. De lo contrario no haría gala a su reputación", argumentó quien ahora ejerce como presidente del Partido por los Derechos Humanos y la Democracia (DHRP).
"Al menos espero que hable de ello en privado cuando se entreviste con Aung San Suu Kyi", añadió.
Un clan familiar por los derechos humanos
La determinación de Kyaw Min parece ser una herencia genética porque su hija Wai Wai Nu ha heredado sus convicciones políticas y su decisión de criticar al sistema birmano.
Wai Wai Nu se ha convertido en una de las mujeres más prominentes en la lucha por los derechos humanos en su país y un rostro especialmente mediático desde su entrevista con el presidente Barack Obama en 2015.
Según Kyaw, la directora de la Red de Mujeres por la Paz de Arakan "ha tenido que abandonar el país durante un tiempo ante las críticas que estaba recibiendo por denunciar el comportamiento del país" y ahora se encuentra en EEUU.
Wai Wai Nu pasó 7 años en la cárcel por el simple hecho de ser la hija de Kyaw al que tuvo que acompañar a prisión cuando este fue encarcelado en 2005. "Encerraron a toda la familia", recuerda Min.
El político fue sentenciado a 47 años de cárcel. Su mujer, sus dos hijas y su hijo, a 17. "Llevaba 15 años en Rangún y me acusaron de haber venido aquí de forma ilegal", precisa.
Tras siete años de reclusión, el clan se benefició del supuesto giro que asumió la cúpula militar en 2012 bajo la dirección del general Thein Sein, cuando decidió coquetear con la democracia y liberó a los presos políticos.
El jefe de filas del DHRP recuerda los años 5 años que pasó vinculado al Comité de Representación de los Partidos del Parlamento, un grupo de formaciones que habían participado en los sufragios de 1990 y que se creó en torno a Suu Kyi.
"Incluso en aquella época, cuando le preguntaba por los rohingya siempre me decía: no es el momento, primero tenemos que conseguir la democracia y eso resolverá vuestros problemas. Siempre fue indiferente a nuestra discriminación", asevera.
El clero birmano, y en especial el cardenal Charles Bo, han dejado claro que el desplazamiento de Francisco tiene que entenderse asimismo como un respaldo a Suu Kyi que a su entender "ha sido criticada de forma muy injusta" por la comunidad internacional por su silencio ante las acciones del ejército.
Para Kyaw Min ya no hay lugar para más condescendencia hacia la Premio Nobel. "Su gobierno es un fracaso. La corrupción es peor que antes, la economía no crece, la guerra se ha reactivado. Es una gran decepción para todos los que luchamos por la democracia y en parte por ella", sentencia.
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