Estado Islámico siembra la amenaza terrorista
La violencia de los ataques perpetrados en territorio occidental ha desencadenado la alerta mundial. Francia busca aliados para entrar en guerra e intervenir militarmente tras los atentados de París
La llegada de la “primavera árabe” chocó en Siria con el Gobierno de Bashar al-Assad y desembocó en un país teñido de sangre. Desde 2011 perdura una Guerra Civil que acumula cifras devastadoras. Pero este conflicto bélico no atañe exclusivamente a Siria y a sus ciudadanos. Debido a su localización existen intereses petrolíferos en juego que conciernen a las grandes potencias mundiales. Las intervenciones de estos últimos han servido como pretexto para que, bajo el nombre de la religión musulmana, algo haya cambiado en 2015. El campo de batalla también ha trascendido las fronteras sirias. La amenaza yihadista merodea por Occidente tras la sucesión de atentados perpetrados este año. El terrorismo ha puesto en entredicho el debate sobre los límites de la libertad frente a la seguridad.
París ha copado el foco mediático después de haber sido torpedeada hasta en dos ocasiones por el terrorismo. Primero fue la masacre en el semanario satírico francés Charlie Hebdo que conmovió al mundo aquella mañana del 7 de enero. Casi 60 horas duró el que por aquel entonces era el mayor desafío terrorista en suelo francés en el último siglo. Tras haber acabado con la vida de 12 personas, los hermanos Kouachif huyeron hacia el norte de París. La búsqueda de los terroristas prosiguió durante dos días de persecución hasta que cayeron abatidos al atrincherarse en una imprenta de la localidad de Dammartin-en Goeley. En una operación similar y simultánea moría Amedy Coulibaly, el hombre que secuestró a cinco rehenes en un supermercado judío en Porte de Vicennes, al este de París, y que estaba coordinado con los hermanos Kouachif. La segunda fecha negra de la capital francesa tuvo lugar la noche del 13 de noviembre. Una cadena de hasta siete ataques prácticamente simultáneos en distintos puntos de la ciudad sembró el pánico entre la población. Los objetivos de los terroristas se centraron en el estadio de futbol de Saint-Denis, en diversas terrazas de restaurantes y en la sala de conciertos Bataclan, lugar de la matanza más mortífera y dónde además se tomaron rehenes entre los 1.500 asistentes. El mayor atentado en Francia desde la Segunda Guerra Mundial dejó un balance de 137 muertos y más de 400 heridos. A raíz de la gravedad de los acontecimienos, el presidente Hollande decretó el Estado de emergencia y ordenó controlar sus fronteras para evitar la fuga de los terroristas que no se inmolaron.
El terrorismo islámico también ha sacudido la hegemonía de Rusia y Estados Unidos. La aviación civil rusa vivió el 31 de octubre la peor catástrofe de su historia. En total, 224 personas murieron a bordo al estrellarse el Airbus A321 de la compañía aérea Kogalymavia. El aparato volaba de Sharm el Sheikh (Egipto) con destino a San Petersburgo y estalló sobre la península del Sinaí, debido a un explosivo colocado en el interior del avión. Apenas un mes más tarde, el 4 de diciembre, en la localidad de Bernardino situada en el estado de California, se produjo el tiroteo más mortífero en los últimos tres años del país norteamericano. En la tradicional fiesta de fin de año de los empleados del Departamento de Salud del condado de San Bernardino 14 personas murieron y 21 resultaron heridas. Dos de los tres asaltantes fueron abatidos por la Policía en una zona residencial no muy lejana del centro de rehabilitación.
Pero también el terrorismo ha afectado a lugares de menor repercusión mediática. El 20 de marzo se perpetraron dos atentados contra dos mezquitas chiíes en Saná, la capital de Yemen, con un intervalo de tiempo de media hora entre una y otra. Otra mezquita chií, en Kuwait, fue el lugar elegido por un terrorista suicida para detonar su cinturón explosivo. Esta trágica mañana del 26 de junio dejó 27 fallecidos y 227 heridos. La localidad turca de Suruç, prácticamente fronteriza con Síria, recibió un ataque terrorista en un centro kurdo en el que se habían congregado 300 jóvenes de la Federación de Asociaciones Juveniles Socialistas, con un balance de 30 muertos. Beirut también fue objeto de atentado terrorista la tarde del 12 de noviembre. Las explosiones currieron en un espacio chií y provocaron 43 muertos y 230 heridos. El 20 de noviembre en el hotel Radisson Blu de Bamako fallecieron 19 personas tras un salto en el que los huéspedes del alojamiento se convirtieron en rehenes de los terroristas. Cuatro días más tarde, un atentado en Túnez contra un autobús de la guardia presidencial ocasionó 12 muertos y 14 heridos.
Todos estos atentados comparten el denominador común que Estado Islámico ha reivindicado la autoría de los hechos. Los terroristas han manejado en sus ataques desde los cinturones explosivos hasta los famosos kalashnikov o los coches bomba. El autoproclamado califato tiene armas y recursos y utiliza innovadores métodos de combate. Mayoritariamente las operaciones han sido coordinadas desde Siria y ejecutadas en zonas previamente estudiadas. La toma de rehenes ha sido uno de los métodos más comunes empleados por unos soldados que no conocen el miedo y no temen a la muerte. Los objetivos de los yihadistas ya no se limitan a Síria o Iraq.
En 2015 se ha erigido como el enemigo terrorista que más preocupa a Occidente. A todas estas atrocidades hay que añadirles las decapitaciones y desmembramientos de periodistas, difundidas mediantes videos virales que han horrorizado el mundo. La coalición internacional liderada por Estados Unidos empezó la campaña contra posiciones extremistas el año pasado, pero los bombardeos se han intensificado este año en Raqqa, presunto bastión de Estado Islámico. La posibilidad de intervenir militarmente en Siria ha ganado adeptos entre los países occidentales en las últimas fechas. Paralelamente, también han incrementado las redes de captación de jóvenes que se unen a las filas de los fundamentalistas mediante Internet. El Estado Islámico ha hecho un gran esfuerzo para reclutar a occidentales y así aumentar su influencia propagandística. Con la creación de campos de entrenamiento, los alistados se convierten en unidades de batalla perfectas capaces de obedecer cualquier orden del líder. La radicalización de habitantes de países desarrollados alarma a las sociedades avanzadas que se ven desbordadas para atajar el conflicto. La guerra se visualiza como escenario futurible, pero de momento lo certero es que el terrorismo va escalando posiciones entre las principales preocupaciones de los ciudadanos.
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