El concepto de culto en el islam
El término comprende todas las acciones y palabras llevadas a cabo por una persona en su búsqueda para agradar a Dios
04/09/2010 - Autor: A. Maher Safi - Fuente: nurelislam
El concepto de culto en el Islam es, a veces, mal interpretado incluso por algunos musulmanes. Entendemos, en general, por culto la ejecución de ciertos actos como la oración, el ayuno, el pago de la contribución social, etc. Esta concepción limitada de culto no representa sino una parte de su auténtico significado, donde su definición tradicional es muy amplia y engloba más o menos todas las actividades del individuo. Esta definición es aproximadamente la siguiente: «El término de culto incluye todas las acciones y palabras llevadas a cabo por una persona en su búsqueda para agradar a Dios.» Por supuesto, comprende los ritos, las creencias, las actividades sociales, así como las contribuciones personales del individuo para el bienestar de sus semejantes, pues el Islam considera que el individuo es el eje central de la sociedad. Se somete por completo a Dios tal como el Corán indicó hacerlo al profeta Muhammad:
«Anuncia que mi oración, mis actos de devoción, mi vida y mi muerte pertenecen a Dios, Señor del universo, sin copartícipe alguno. Así me ha sido ordenado y soy el primero en someterse a Dios.» (6:162-163.)
Naturalmente, de esta sumisión se deriva que los actos de cada uno deben estar conformes a las instrucciones de aquel al que se somete. El Islam es una forma de vida y, como tal, fomenta que sus discípulos modelen los aspectos de sus vidas, siguiendo sus preceptos. Esto puede parecer extraño para aquellos que piensan que la religión no es más que una relación íntima y sentimental entre el individuo y Dios, sin ninguna influencia en sus actividades fuera de los actos rituales.
El Islam, qué duda cabe, concede especial importancia a los rituales, pues tienen una gran influencia en la vida interior del individuo y de la comunidad.
El Sagrado Corán se dirige a los creyentes para clarificar este punto:
«La piedad y la caridad no estriban en que volváis vuestro rostro hacia el Oriente o hacía el Occidente, sino en creer en Dios y en el Ultimo Día, en los ángeles, en las Escrituras y en los profetas; en ofrecer de la hacienda propia, por mucho amor que se le tenga, a los parientes, huérfanos, necesitados, viajeros sin sustento, mendigos, y para liberar a esclavos. Asimismo, en hacer la oración y pagar el Zakat, y en cumplir con los compromisos contraídos; en ser pacientes en el infortunio, en la aflicción y en tiempos de peligro. ¡Esos son los hombres sinceros y temerosos de Dios !» (Corán 2:177.)
Los actos descritos en el versículo anterior son actos de piedad y no constituyen más que una parte de los actos de culto. El profeta nos habló de la fe como base del culto. Nos dijo que «la fe se compone de más de sesenta escalones donde el grado más alto es la creencia en la unicidad de Dios, y el menor de estos escalones consiste en retirar los obstáculos del camino».
El trabajo está considerado también como una forma de adoración a Dios. El profeta afirmó: «Dios perdonará sus pecados a cualquiera que se sienta fatigado después de una jornada de trabajo.» La búsqueda de la sabiduría es una de las más importantes formas de culto. El profeta dijo a sus compañeros: «Una hora en búsqueda de sabiduría vale más que orar durante setenta años.» La cortesía y la ayuda a los demás son asimismo maneras de adorar, ya que son practicadas en el amor de Dios, tal como dijo el profeta: «Recibir a un amigo con una sonrisa constituye una forma de caridad, y llenar de agua el cubo del vecino es también caridad.»
Es importante saber que el cumplimiento del deber es considerado como una forma más de caridad. El profeta nos dijo que todo lo que uno gasta para su familia es una forma de caridad y será recompensado. La bondad para con los miembros de la familia es un acto de adoración. Así fue como el profeta nos lo ha enseñado.
Las acciones a través de las cuales obtenemos placer, siempre que sean realizadas de acuerdo con las instrucciones islámicas, son actos de adoración. El profeta habló a sus compañeros de que serían recompensados incluso por tener relaciones sexuales con sus esposas. Los compañeros, sombrados, le preguntaron: «¿Cómo podríamos ser recompensados por haber realizado un acto a través del cual obtenemos gran placer?» El profeta, entonces, les preguntó: «¿Si satisfacéis vuestros deseos de una forma ilegal no seríais castigados?» Ellos asintieron. «Por esto, seréis recompensados por satisfacer vuestros deseos legalmente con vuestras esposas»,
Así pues, el Islam no considera el sexo como algo dañino de lo que hay que abstenerse. Solamente está prohibido fuera de la vida conyugal.
De todo lo anterior se deduce que el culto en el Islam es un concepto amplio que engloba todas las acciones positivas del individuo. Por supuesto, ello está de acuerdo con el hecho de que el Islam es una forma de vida que contribuye a la mejora de los niveles de la vida humana: industrial, social, económico, político y espiritual. El Islam ofrece las instrucciones que conciernen a los menores detalles de la vida del individuo. Cada persona encuentra muy alentador comprobar que sus acciones sean consideradas por Dios como actos de adoración. Esto debería conducir al individuo hacia la búsqueda por agradar a Dios en todas sus acciones y a una tendencia a realizarlas siempre lo mejor posible, ya sea observado por otros o estando a solas. Dios está siempre presente y es él quien lo sabe todo.
Estamos plenamente convencidos de que la oración es el elemento esencial del culto, y ello por dos razones: la primera porque es la marca distintiva del creyente, y la segunda porque reserva al individuo de todo tipo de vicios o maldades, permitiéndole comunicarse con su Creador cinco veces al día, al renovarse constantemente su compromiso con Dios, pidiéndole que le muestre el camino o el sendero más correcto:
«A Ti solo servimos y a Ti solo imploramos ayuda. Dirígenos por la vía recta.» (Corán 1:4-5.)
La oración es la primera manifestación práctica de la fe, así como la primera condición para el éxito de los creyentes:
«Bienaventurados los creyentes que hacen su oración con devoción.»(Corán 23:1-2.)
El profeta ha insistido, muy claramente, sobre este hecho: «Aquellos que hacen su oración con esmero y puntualidad encontrarán la luz, prueba de su fe, y serán salvados el Día del Juicio Final.»
Después de la oración, el Zakat es otra manifestación de fe, confirma que Dios es el único dueño de todas las cosas que se encuentran en el universo. Y aquello que los hombres poseen entre sus manos, está como un mero depósito a su cargo para administrarlo según Su Voluntad:
«Creed en Dios y en Su Enviado. Ofreced caridad de los bienes que El os ha hecho los últimos poseedores.» (Corán: 57:7.)
Desde este punto de vista, el Zakat es un acto de devoción que, de igual modo a la oración, acerca al creyente a su Señor.
El Zakat es un modo eficaz de redistribuir la riqueza a fin de reducir las desigualdades entre las clases, y contribuye en gran medida a la estabilidad social. Despoja al alma del rico de todo egoísmo y a la del pobre de celos y de resentimiento hacia la sociedad; impide la lucha de clases y permite manifestar la fraternidad y la solidaridad en su auténtica dimensión. Esta estabilidad no se apoya únicamente sobre los sentimientos personales, sino, de una forma justa y equitativa, sobre un derecho legalmente establecido, de obligado cumplimiento.
El Siyam (saum) en el mes del Ramadán (acción de ayunar desde el alba hasta el ocaso) es otro pilar del Islam. Su principal función es la de purificar al musulmán en su «interior», ya que otros aspectos de la legislación le instruyen para purificarse «exteriormente». Esta pureza interior le permite responder a lo que es correcto y bueno y apartarse del error y del mal. Esto se percibe del siguiente versículo del Corán:
«Creyentes, os ha sido prescrito el ayuno al igual que se prescribió a los que os precedieron. Quizá así temáis a Dios.» (Corán 2:183.)
Dentro de la tradición constatada, el profeta transmite lo que Dios dijo al referirse al creyente que ayuna:
«El creyente deja de beber, de comer y de satisfacer sus deseos sexuales por amor hacia Mí. Su recompensa sólo tiene igual, en contrapartida, a Mi inmensa generosidad.»
El ayuno despierta, por tanto, la conciencia del individuo y le da la ocasión de realizarse, al mismo tiempo que lo hace toda la sociedad que le rodea. Además, le recuerda que existen otros seres humanos que no tienen las cosas esenciales de la vida durante todo el año, y le hace comprender los sufrimientos de los menos afortunados. De este modo, se desarrollan la solidaridad y la benevolencia hacia ellos.
Finalmente, llegamos al Hayy (peregrinación a la Casa de Dios, en la Meca). Este pilar del Islam es la expresión de la unidad completa, que disipa todas las desigualdades. Los musulmanes venidos del mundo entero, llevando la misma vestimenta, responden a la llamada del Hayy: (Henos aquí, Señor, respondiendo a Tu llamada). El Hayy es un ejercicio de autodisciplina y de control, en el cual se hace honor a las cosas sagradas, donde los valores de la existencia son inviolables a fin de que cada uno viva en paz y seguridad.
«¡Así es! Y quien demuestre devoción y respeto por las cosas que Dios ha declarado sagradas, será mejor para él ante su Señor.» (Corán 22:30.)
La peregrinación es una ocasión para los musulmanes de todos los grupos, clases y países venidos de las cuatro esquinas del mundo para reunirse cada año. La hora y el lugar de esta cita es fijada por Dios, y cada musulmán es invitado a venir. Nadie puede impedírselo. La seguridad y la libertad son garantizadas para todos los participantes.
En definitiva, los actos de culto en el Islam impulsan al individuo a amar a su Creador por encima de todas las cosas, y adquirir así una voluntad inflexible que rechaza el mal y la opresión, dando a la palabra de Dios el primer lugar en el discurso de la vida.
«¡Así es! Y quien muestre devoción y respeto por los actos rituales de adoración hacia Dios, dará prueba de tener un corazón tem er oso de El.» (Corán 22:32.)
Traducción y adaptación por A. Maher Safi
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