Masacre en el Sinaí: "No hay un centímetro de la mezquita sin rastro de sangre"
El peor ataque terrorista en la historia reciente de Egipto cuestiona la eficacia de la estrategia de seguridad del régimen de Al Sisi
Un brutal ataque tiñó ayer de sangre la mezquita sufí de Al Rauda en Bir al Abed, un pueblo de 700 habitantes a 80 kilómetros al oeste de Al Arish, la capital del convulso norte del Sinaí. El atentado terrorista más mortífero de la historia moderna de Egipto se cobró al menos 305 vidas, entre ellas 27 niños, e hirió a otras 128 personas en una región fronteriza con la franja de Gaza por la que campan a sus anchas los militantes de la rama local del autodenominado Estado Islámico.
"Es una auténtica catástrofe. Jamás imaginé ver varios cientos de cadáveres apilados delante de mí. No hay centímetro de la mezquita que haya quedado sin rastro de sangre", relató a EL MUNDO Islam el Sherif, un periodista local que deambuló por el interior de un edificio abarrotado de cuerpos amortajados en sábanas blancas y mantas minutos después de que las embestidas sembraran el pánico en el tradicional rezo de los viernes.
"Siete encapuchados armados irrumpieron en los alrededores de la mezquita a mediodía. Primero, arrojaron una bomba y luego abrieron fuego contra todas las personas que estaban dentro. Dispararon durante 15 minutos y no dejaron a nadie ileso", detalló el reportero. Según los testigos, los militantes bloquearon la llamada carretera internacional que conecta la localidad con Al Arish y tirotearon a los vehículos y las ambulancias que trataron de auxiliar a las víctimas. Las operaciones de auxilio arrancaron 40 minutos después de las acometidas. "No había presencia policial en el momento del ataque. Los agentes llegaron media hora más tarde", confirmó El Sherif.
Cuando el plomo cesó, decenas de ambulancias cruzaron el páramo. Los vecinos optaron entonces por usar sus propias furgonetas para trasladar a heridos y fallecidos a los hospitales cercanos, sobrepasados por la tragedia y la falta de reservas de sangre. "Hay familias que han perdido a todos sus seres queridos en la mezquita", lamentó el periodista. Las escasas imágenes procedentes del norte de la península, donde el régimen prohíbe el acceso a los medios de comunicación, levantaron acta del terror. Los fotogramas mostraron aceras y alfombras encharcadas de sangre y una sucesión de cuerpos. El ataque -que aún no ha sido reivindicado por ningún grupo- golpeó a una localidad habitada por miembros de la tribu Abu Greir y seguidores del sufismo, una corriente mística del islam que organizaciones yihadistas como el IS (Estado Islámico, por sus siglas en inglés) consideran un "acto de apostasía" y una "enfermedad".
"La comunidad sufí del norte del Sinaí es un objetivo primordial del IS porque ha logrado lo que miles de millones de dólares y cientos de vidas segadas por el ejército egipcio no han conseguido: ser un poderoso imán para evitar que miles de jóvenes se unan a las filas del IS", replica a este diario Mohanad Sabri, autor de un ensayo que documenta el desarrollo de la insurgencia en la península. "Los sufíes -agrega- han luchado contra los extremistas a todos los niveles, social, intelectual y religioso". En los últimos años "Provincia del Sinaí", la sucursal del califato en suelo egipcio, ha ejecutado a numerosos clérigos sufíes en los enclaves de Rafah y Sheij Zueid y en repetidas ocasiones ha instado a los habitantes de la península a abstenerse de rezar en mezquitas frecuentadas por sufíes.
Grietas la seguridad del régimen
El zarpazo cuestiona la estrategia de seguridad del régimen del ex jefe del ejércitoAbdelfatah al Sisi, que hace cuatro años lanzó una vasta operación militar en la península y ejecutó en todo el país una campaña de represión contra la más leve disidencia que ha ahogado todos los espacios de libertad. "Responderemos al ataque terrorista en Al Rauda", clamó ayer Al Sisi en un discurso en televisión tras declarar tres días de luto nacional y reunirse con los máximos responsables de seguridad. "El ejército y la policía se cobrarán la venganza por nuestros mártires", advirtió al defender el "puño de hierro" para liquidar a los culpables. Poco después, fuentes castrenses citadas por medios de comunicación estatales anunciaron el inicio de una operación en represalia a las acometidas. "La respuesta no se detendrá hasta eliminar a todos los implicados en el ataque", deslizó el estamento militar.
La magnitud de la masacre, sin precedentes, suscitó ayer reproches incluso entre algunos prebostes del régimen. "Los ataques contra las fuerzas de seguridad son continuos pero éste marca un cambio muy peligroso. Ha sido contra una mezquita y contra musulmanes que estaba rezando", murmuró en declaraciones a este diario Hosam Rifai, diputado de la circunscripción del norte del Sinaí. "Antes del atentado, en el Sinaí había un toque de queda y todo el país estaba en estado de emergencia. Hay que tomar otras decisiones y levantar algunas de las estrictas medidas de seguridad que sufre la población del Sinaí", precisó.
A última hora del viernes el portavoz de las fuerzas armadas Tamer Rifai anunciaba que la aviación egipcia ha liquidado a algunos de los presuntos responsables del ataque y destruido varios de los vehículos todoterreno y arsenales empleados en el asalto. La ofensiva y la caza del resto de responsables prosigue en zonas cercanas a Bir al Abed.
En 2016, según el Índice Global de Terrorismo publicado recientemente, 293 personas fallecieron en Egipto en actos terroristas. Una cifra que solo el ataque de ayer ha pulverizado. En lo que va de año, decenas de policías y uniformados han perdido la vida en emboscadas y ataques reivindicados por el IS. El más reciente se registró el pasado 9 de noviembre. Días más tarde, la división mediática de "Provincia de Sinaí" distribuyó una fotografía del cadáver del coronel Ibrahim Husein, uno de los oficiales asesinados. En febrero, la minoría cristiana que habitaba el norte del Sinaí desde hacía décadas tuvo que emprender una apresurada huida después de ser blanco de una oleada de ejecuciones a plena luz del día.
"El ataque prueba que el IS es aún capaz de movilizar y transportar armamento, explosivos y combatientes e introducirlos en una zona que el ejército considera segura y cumplir con su amenaza contra la comunidad sufí", subraya Sabri. "De hecho, el pueblo donde se ubica la mezquita atacada se halla cerca del canal de Suez". El pasado octubre -tras un ataque que dejó al menos 16 policías muertos en una zona desértica al sur de El Cairo reivindicado por Ansar al Islam, un grupo de nuevo cuño- Al Sisi ordenó la enésima remodelación del aparato de seguridad. "Son atentados que ponen en duda la credibilidad de los éxitos de los que tanto presume el ejército", concluye el analista.
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