Juego viejo, enemigo nuevo
Los países son “piezas sobre un tablero de ajedrez en el que se juega un gran
juego por la dominación del mundo”, escribió Lord Curzon, virrey de India, en 1898. Nada ha cambiado. La matanza en el centro comercial de Nairobi fue una sangrienta fachada tras la cual una invasión hecha y derecha de África y una guerra en Asia constituyen el gran juego.
Los asesinos de al-Shabaab del centro comercial provenían de Somalia. Si algún país es una metáfora imperial, es Somalia. Compartiendo un lenguaje y una religión común, los somalíes han sido divididos entre británicos, franceses, italianos, y etíopes. Decenas de miles personas han sido transferidas de una potencia a otra. “Cuando se logra que se odien entre ellos”, escribió un funcionario colonial británico, “se asegura la buena gobernanza”.
Actualmente Somalia es un parque temático de divisiones brutales, artificiales, empobrecidas desde hace tiempo por programas de “ajuste estructural” del Banco Mundial y del FMI y saturado de armas modernas, sobre todo el arma favorita personal del presidente Obama, el drone. El único gobierno somalí estable, la Unión de Cortes Islámicas, fue “bien recibido por la gente en las áreas que controlaba”, informó el Servicio de Investigación del Congreso de EE.UU., [pero] fue objeto de una cobertura negativa en la prensa, especialmente en Occidente”. Obama la apabulló e Hillary Clinton, entonces secretaria de Estado, presentó a su hombre al mundo. “Somalia estará siempre agradecida al firme apoyo del Gobierno de EE.UU.” irradió el presidente Hassan Mohamud, “gracias EE.UU.”
La atrocidad del centro comercial fue una reacción a esto, como el ataque a las Torres Gemelas y los atentados en Londres fueron explícitas reacciones a la invasión y la injusticia. Otrora poco importante, el yihadismo ahora va hombro con hombro con el retorno del imperialismo sin trabas. Desde que la OTAN redujo a la Libia moderna a un Estado hobbesiano en 2011, los últimos obstáculos en África han caído. “Rebatiñas por energía, minerales y tierras fértiles probablemente ocurrirán con creciente intensidad”, informaron los planificadores del ministerio de Defensa. Predicen “altas cifras de víctimas civiles”; por ello “las percepciones de legitimidad moral serán importantes para el éxito”. Sensible al problema de relaciones públicas de invadir un continente, el monstruo de las armas, BAE Systems –junto con Barclay Capital BP– advierten de que “el Gobierno debe definir su misión internacional como gestión de riesgos por cuenta de ciudadanos británicos”. El cinismo es letal, los gobiernos británicos son repetidamente advertidos, no solo por el comité parlamentario de inteligencia y seguridad, de que las aventuras en el exterior atraen represalias en el interior.
Con mínimo interés de los medios, el Comando África de EE.UU. (AFRICOM) ha desplegado tropas en 35 países africanos, estableciendo una red familiar de vasallos autoritarios ansiosos de recibir sobornos y armamentos. En juegos de guerra, una doctrina “de soldado a soldado” encastra oficiales estadounidenses a todos los niveles de comando, de general a oficial de autorización. Los británicos hicieron lo mismo en India. Es como si la orgullosa historia de liberación de África, de Patrice Lumumba a Nelson Mandela, fuera relegada al olvido por una elite colonial negra del nuevo amo cuya “misión histórica”, como advirtió Franz Fanon hace medio siglo, es la subyugación de su propio pueblo por la causa de “un capitalismo rampante aunque camuflado”.
Giro a Asia
Para Obama, existe una causa más urgente: China. África es la historia del éxito de China. Donde los estadounidenses llevan drones, los chinos construyen carreteras, puentes y presas. Lo que quieren los chinos son recursos, sobre todo combustibles fósiles. Los bombardeos de la OTAN en Libia expulsaron a 30.000 trabajadores chinos de la industria petrolera. Más que el yihadismo o Irán, China es ahora la obsesión de Washington en África y más allá. Es una “política” conocida como el “‘pivote [giro] hacia Asia”, cuya amenaza de una guerra mundial puede ser tan grande como cualquiera en la era moderna.
Una reciente reunión en Tokio del secretario de Estado de EE.UU., John Kerry y el secretario de Defensa Chuck Hagel con sus homólogos japoneses, aceleró la perspectiva de una guerra con el nuevo rival imperial. Hasta 2020, un 60% de las fuerzas de EE.UU. deben estar basadas en Asia, apuntando a China. Japón se está rearmando rápidamente bajo el Gobierno derechista del primer ministro Shinzo Abe, quien llegó al poder en diciembre con la promesa de construir “nuevas, fuertes, fuerzas armadas” y de soslayar la “constitución de paz”. Un sistema estadounidense-japonés de misiles antibalísticos cerca de Kioto está dirigido hacia China. Utilizando drones Global Hawk de largo alcance, EE.UU. ha aumentado notablemente sus provocaciones en los mares del Este y del Sur de China donde Japón y China se disputan la propiedad de las islas Senkaku/Diaoyu. Aviones Advanced de despegue vertical han sido desplegados ahora en Japón y su propósito es la guerra relámpago.
En la isla de Guam, en el Pacífico, desde donde los aviones B-52 atacaron Vietnam, la mayor concentración militar desde las guerras en Indochina incluye a 9.000 marines estadounidenses. En Australia, una feria de armas y trasiego militar se ajustan a una campaña de propaganda del Gobierno para justificar una concentración militar sin precedentes de EE.UU. desde Perth a Darwin, que apunta a China. La vasta base de EE.UU. en Pine Gap cerca de Alice Springs, es, como reveló Edward Snowden, un centro de espionaje estadounidense en la región y más allá. También es crítica para los asesinatos perpetrados por los drones de Obama en todo el mundo.
“Tenemos que informar a los británicos de que los mantengan en posición reglamentaria”, dijo una vez el secretario de Estado adjunto McGeorge Bundy, “vosotros en Australia, estáis con nosotros, pase lo que pase”. Las fuerzas australianas han tenido desde hace tiempo un papel mercenario para Washington. Sin embargo, hay un problema. China es el mayor socio comercial de Australia y responsable en gran parte de su elusión de la recesión de 2008. Sin China, no habría un boom de los minerales y no habría ingresos semanales de hasta 1.000 millones de dólares en la minería.
Los peligros que esto presenta son pocas veces debatidos en público en Australia donde el patrono del primer ministro Tony Abbott, Rupert Murdoch, controla un 70% de la prensa. Ocasionalmente se expresa ansiedad sobre la “elección” que EE.UU. quiere que Australia haga. Un informe del Instituto Australiano de Política Estratégica advierte de que cualquier plan estadounidense de atacar China involucraría “cegar” sistemas ch
inos de vigilancia, inteligencia y comando. Esto “aumentaría en consecuencia las probabilidades de ataques nucleares preventivos chinos… y una serie de errores de ambos lados si Pekín percibe ataques convencionales sobre China continental como un intento de desarmar su capacidad nuclear”. En su discurso a la nación, Obama dijo: “Lo que hace que EE.UU. sea diferente, lo que nos hace excepcionales, es que estamos dedicados a tomar acción”.
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