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domingo, 2 de diciembre de 2018

Opinión: El judío errante y el antisemita eterno

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Dos caricaturas del Jud[io errante, Izq. Samuel Hirszenberg (1899). Der.: 1852, grabado de Gustave Doré. Foto: Dominio público
 Dra. Bejla Rubin
El tango recita “veinte años son nada”, y pareciera que ochenta tampoco lo son. En la noche del 9 de noviembre de 1938 se produjo la dramática noche conocida como Kristallnacht, la destrucción de miles de negocios judíos donde los vidrios rotos de las vidrieras podrían metaforizar las lágrimas de un pueblo nuevamente segregado, maltratado e injuriado. A esa maldad se sumaron la quema de libros en altas piras funerarias de obras maestras quemadas por el sólo hecho de que sus autores fueran mentes judías.
No por nada el pueblo judío es nominado “Am Hasefer”, el pueblo del Libro, no sólo el de la Torá, el de tanta literatura creada y editada por autores judíos, sino porque cada judío lleva consigo un “libro” dentro, llamado cultura, tradición y enseñanza, ese bagaje de valores que ningún exilio puede exterminar, la transmisión cultural milenaria que se lleva consigo ya sea en el exilio de Babilonia donde allí se escribe un Talmud, el otro en Jerusalén, la esclavitud en Roma con la destrucción del segundo Templo de Herodes, la expulsión de España en 1492 de manos de los Reyes Católicos, todos argumentos con un tinte religioso pero que en el trasfondo apelaban a la codicia y apropiación de los bienes del presunto “hereje”, nominado: “el judío”.
Entonces, ante cada expulsión, al judío no le queda otra opción que llevar consigo la único no apropiable: el saber, la cultura y la tradición. Pero de toda esta tradición que lleva 2000 años de Historia de segregaciones, expulsiones, masacres , a saber los cruentos pogroms en Rusia, ninguno de ellos se puede comparar con la máxima expresión de Maldad como lo ha sido la Shoá, donde nombrar la palabra “Auschwitz” es su máximo representante, paradigma de Maldad, que su implementación asidua y sistemática puso a prueba de lo que es capaz de hacer un ser humano a otro, sin ambages, ni culpas, donde el sujeto nazi, salvo alguna excepción, no era un enfermo mental, ni un loco, simplemente dejó salir lo peor de si ya que fue autorizado a ello sin el menor castigo por ejercitar su crueldad y su sadismo sobre el desprotegido, desamparado, hambreado, sin nombre, tatuado cual una bestia, ya sea hombre, mujer o una indefensa criatura. Y una y otra vez nos hacemos la pregunta: cómo ha sido posible ejercitar tanta maldad realizada por seres normales, pensados como buenos padres de familia donde su obrar en Auschwitz lo justificaban como si fuera un trabajo más.
Y después de tantos años queda aún la pregunta abierta, tema de investigación y responsabilidad de responder por parte de nosotros, los psicoanalistas, acerca de lo oscuro del alma humana. Lo que tibiamente puedo decir es que cuando se libera la pulsión de muerte en términos freudianos, sin anudamientos ni fronteras, muestra su cara más feroz donde se autoriza a si misma a realizar los actos más viles, sobre todo cuando es empujada y acompañada por un líder despótico como lo ha sido Hitler, y que ese obrar no es pensado como un acto criminal, por lo tanto es recompensado y no punido. Entonces, cuando no acontece el par crimen y castigo, el sujeto nazi, tanto de otrora como el de la actualidad va por más, mejora su técnica y renueva sus argumentos antisemitas para alimentar su odio y justificar su obrar.
La palabra Antisemitismus fue introducida e impuesta en Alemania por el periodista socialista Wilhem Marr (1819-1904) qué ironía no, lo de ser socialista al igual que hoy en día los mayores antisemitas son los comunistas. Impone este término a finales de la década de 1870 para designar el rechazo “no confesional” de los judíos y del judaísmo. Término editado en un panfleto antijudío publicado en Berna en febrero de 1879 que tuvo un éxito rotundo y gracias a él se fundó, cuatro meses más tarde, la Liga de los antisemitas. Nota al margen que extraemos del libro de Pierre-André Taguieff La nueva judeofobia, Ed. Gedisa 2002. Entonces, es nuestra responsabilidad denunciar cada acto antisemita, las nuevas pintadas con esvásticas, no soslayar la mirada porque toda gran masacre comienza con algún acto que pareciera ingenuo e insignificante y que luego toma dimensiones implacables que ya son demasiado tarde de evitar. Para que la Historia no se repita es nuestro deber no olvidar, no perdonar, pero por sobre todo, no ser indiferentes a los actos de crueldad a cualquier pueblo segregado, no sólo el judío, porque si hubo una vez un Auschwitz y entra como un nuevo paradigma de Mal en el mundo, nada impide que no se vuelva a dar, no como campo de concentración, sino como técnica de maldad, de barbarie y de segregación.
Hoy en día esa segregación la vemos implementar cuando Europa no aloja a los desahuciados africanos, o cuando el mundo admite la masacre palestina sobre las colonias judías sin alzar la voz sobre la sangre derramada de niños judíos o jóvenes soldados israelíes que defienden las fronteras de su país ganado a pleno derecho, pero sí protestan de forma acalorada cuando un misil alcanza Gaza donde pareciera que las únicas víctimas fueran los árabes y los israelíes son nominados los nuevos nazis, argumento entonces conveniente que encubre el nuevo lema, el nuevo dogma antisemita. Para finalizar recordaremos las palabras de Blaise Pascal escritas en el siglo XVll cuando afirma: “los hombres nunca hacen mal de forma tan completa y alegre como en los casos en que lo hacen movidos por una convicción religiosa”.
Los nazis llevaban a las cámaras de gas a las madres con sus hijos para borrar todo rastro de descendencia judía sobre la tierra amén de que no podían ser usados como mano de obra esclava y es el mismo argumento que esgrime la grandeza del yihad cuando afirma: “si para matar a los infieles se mata al mismo tiempo a sus mujeres y a sus hijos, poco importa”, palabras de Mohamed Abdul Faraj publicado por el movimiento islamita de Egipto en febrero de 1995. Y nuevamente el mundo calla, no se pronuncia ante esta sentencia de muerte sobre Israel y el pueblo judío, siendo que para estos fundamentalistas todos somos infieles de la misma manera que para Hitler todo aquel que no cuadraba en la medida aria sería exterminando, llámense judíos, gitanos, homosexuales, eslavos… argumento racial y/o religioso como un hueso tirado a la chusma ingenua, pero que su trasfondo era de índole económica y de apropiación territorial y no de raza o de credos. Y hoy, a ochenta años de la Kristallnacht, se siguen quebrando no cristales pero sí no aceptando las diferencias y cuando el mundo va camino a unificar credos y goces, la Historia ya nos ha mostrado sus consecuencias, pero el vil metal y los intereses económicos tapa todos los reclamos y ahoga los dolores y las injusticias. Entonces afirmamos: No olvidar, no perdonar! Mir seinen do!■

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