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jueves, 4 de julio de 2019

Murieron a Mitad del Río

León García Soler
A la mitad del foro
No es novedad la imagen de cadáveres en las márgenes del Río Bravo. Pero la del salvadoreño Oscar Alberto Ramírez y su pequeña hija Valeria llenó de angustia y tristeza a millones de la globalidad que vivimos al borde de la tragedia humanitaria de la migración de millones que huyen de la pobreza, de la violencia criminal y el desgobierno. Ya en 1948 publicó Luis Spota su novela Murieron a mitad del río. La historia de los mexicanos que intentaban cruzar la frontera para laborar como jornaleros en el entonces todavía llamado “buen vecino”. Y sus cadáveres fueron a dar a las fosas comunes de los pueblos fronterizos mexicanos.
En la tierra que los arrojaba a la desolación, mientras se disponía a dar marcha atrás a la reforma agraria cardenista. Largo trayecto. Amargo trayecto. Setenta y un años después, ahora, la migración no cesa. Multiplicada mil veces por el obligado cruce de nuestro territorio de los pobres de los pobres países de Centroamérica. Masiva, constante migración de nuestros hermanos que se transforman en víctimas de los polleros organizados en criminales empresas de tráfico de seres humanos. Mal pandémico en estos años de lenta agonía del capitalismo financiero y la concentración de la riqueza en unas cuantas manos.
En el mundo entero. Hoy mueren a mitad del mar Mediterráneo. Hoy Italia neo-fascista se niega a permitir atracar a cualquier nave en la que viajen víctimas del mal del milenio. Hoy Turquía ofrece ser tercer país seguro para los que intentan llegar a la Unión Europea en la que aumenta el fascismo y neo nazismo de la desmemoria y la inversión de la frase marxista sobre el 18 Brumario. Turquía y su autócrata en el poder cobran su cuota a la Europa que se despide de la Gran Bretaña y ve cómo se hacen gobierno los mal llamados populistas de extrema derecha. En México simplemente cedimos ante la amenaza de Trump. Nada de negociar: Obedecer o pagar aranceles de 5% y en incremento constante.
El gobierno de la esperanza que hoy festeja un año de haber alcanzado la apabullante victoria electoral, el mandato legítimo, el poder absoluto, envió a Washington al Canciller Marcelo Ebrard, No lo recibió su contraparte, Pompeo. Pero Ebrard dejó escrita la rendición incondicional. Y Trump anticiparía el tweet de su victoria. Se convierte México en policía migratoria a su servicio y él se encargará de calificar el trabajo de los conversos, en plazo fijado por él mismo. Cosas de la guerra con la migración como instrumento letal en lo que llaman libre comercio. México se hizo cargo de detener el paso de centroamericanos. Y de los que llegaron del resto del mundo cuando la voz de la 4T ofreció paso seguro y ayuda para cruzar el territorio mexicano y llegar a la frontera Norte.
No es poco lo que estaba en juego. Imposible evitar que Trump impusiera su tramposa voluntad. Así el costo fuera también muy elevado para el consumidor de los Estados Unidos y para los estados exportadores de bienes a México. Quedaba apenas rechazar la imposición y acudir ante los organismos internacionales. Defender la voluntad soberana de nuestro país. Y ceder cuando el sátrapa de los negocios oscuros pasara por encima de la Organización Mundial de Comercio. El mitin de Tijuana pudo haber justificado entonces la afirmación de haber mantenido a salvo la dignidad en defensa de la soberanía. Andrés Manuel López Obrador volvió a decirnos que no habría enfrentamiento con el presidente Trump y menos con el pueblo de los Estados Unidos de América.
El gobierno de la democracia participativa anunció el envío de personal de la todavía en formación Guardia Nacional a la frontera con Guatemala. A detener las caravanas y retenerlas al Sur de Tehuantepec. Porque ahí, dice, podemos protegerlos y en los estados de la vieja frontera Norte, no. Ni el Muro del mitómano y tramposo Trump, ni el desierto de Sonora, ni las corrientes del Río Bravo pueden detener el impulso de buscar una vida mejor y un futuro para los hijos. Pero la Guardia Nacional también patrulla la frontera Norte, de acá de este lado. Amarga ver a tropas mexicanas perseguir y detener a los que vienen del Sur. Y a los mexicanos, sus compatriotas, que todavía intentan pasar, a pesar de Trump allá y la ilusión del cambio acá.
Una foto. Y el mundo entero supo del dolor y la persecución padecida por quienes buscan empleo y salario digno, de los que dejan su tierra por la violencia que impera y amenaza y mata. Que no se puede ver a la pequeña Valeria abrazada a su padre a la orilla del ríio, dicen en todo el mundo de la información directa, inmediata, impersonal. Murieron a mitad del río. Y en el distante Japón se reúnen los jefes de estado y de gobierno del G20. Los meros, meros, dirían los de la narrativa de la Cuarta Transformación. Los verdaderos manda-mandones, dirían los mexicanos originarios. Tan distantes del poder real de los dueños del capital, del dinero y los activos de la Tierra. Tan sometidos a las decisiones de los poderosos señores del G20, como el noventa y nueve por ciento de la población mundial.
El de la labor mañanera de gobernar seguirá en permanente campaña. Porque “no me hallo” aquí en las oficinas, dice. Porque lo suyo es el contacto directo con el pueblo bueno. El que practica la democracia participativa a su manera; el de las consultas en las que a mano alzada los presentes en los mítines del todavía inmensamente popular AMLO, le otorgan facultades absolutas pera resolver, ahí mismo. Y comprobar su afirmación de que gobernar no es cosa de gran ciencia. Al otro lado del globo, Trump adopta poses de emperador y hace bromas pesadas a los jefes de gobierno y de estado. Y aumenta la angustia ante la amenaza de la guerra comercial entre las dos mayores economías del mundo: Los Estados Unidos de América y China.
El Presidente López Obrador no asistió a la reunión del G20 en Japón. Envió a su Canciller, secretario plurifuncional a cargo de cinco dependencias federales dedicadas a impedir la libre circulación por territorio mexicano; y de cumplir la tarea de recibir a los migrantes que logren cruzar la frontera Norte y sean enviados a México, a esperar la decisión de un juez a sus solicitudes de asilo. Miles y miles en poblaciones incapaces de alojarlos dignamente y menos todavía de alimentar a las multitudes. Tengo mucho que hacer aquí, dice AMLO en la carta que envió al Primer Ministro del Japón, Shinto Abe. Y ya obtuvo el compromiso empresarial de emplear en la maquila a cuarenta mil de los enviados a México por el gobierno del imperial vecino, Donald Trump.
A lo mejor por eso se reían Trump y Marcelo Ebrard en las fotos que distribuyó el personal de comunicaciones de la Secretaría de Relaciones Exteriores. Anchas sonrisas, macabras sonrisas, ante las imágenes de angustia y muerte que inundaron al mundo entero con la publicación de la foto del joven padre salvadoreño y su pequeña hija que murieron a mitad del río.
Mala hora ésta para festejar con un bailongo en el Zócalo el primer año del cambio que ya llegó, que ya se hizo. El que asume la acción misionera de acabar con la separación Iglesia-Estado. Hacer letra muerta del mandato constitucional de ser una República federal, democrática y laica. Largo el proceso de la extrema derecha empeñada en derruir las instituciones del Estado mexicano moderno, obra de décadas del nacionalismo revolucionario. Y restauración, consolidación de la Reforma juarista del liberalismo radical.
A un año de la apabullante victoria electoral, López Obrador tendrá un escenario a modo para definir formalmente los objetivos de gobierno de quien proclamó: “Por el bien de todos, primero los pobres”. Y para reconocer las grietas en los cimientos del cambio; la ausencia de contrapesos en el Congreso de la Unión y en diecinueve entidades federales. Y sobre todo, en el desprecio por las instituciones y los medios de difusión no sometidos a la intervención masiva, oficial o de poderes opuestos al del Ejecutivo de la Unión. El derecho de réplica es de los mandantes no del mandatario.
Con la visión del joven padre y su pequeña hija ahogados en el Río Bravo, se nos vino encima la de una madre angustiada, una mujer hincada ante el Presidente de la República: Una eternidad de pasmo, de angustiante inmovilidad, tanto del hombre que predica el amor al prójimo, como de su secretario de Seguridad, Arturo Durazo, y del subsecretario de Derechos Humanos, Población y Migración, Alejandro Encinas.
A un año del voto masivo que otorgó el poder, tanto por confiar en la larga marcha de López Obrador por todo el territorio nacional, como por el desprecio ciudadano por el sistema plural de partidos destruido por la incuria y las ambiciones de quienes hicieron del vuelco finisecular, circo para las maromas y el vacío de voluntad y programas políticos. Seis meses de gobierno y Andrés Manuel López Obrador ha llegado a la mitad del río. En su definición del rumbo no puede escuchar el canto de los sicofantes. O se ata al mástil, o nos hundimos todos.

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