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miércoles, 17 de junio de 2020

El presidente se fuga 

Para López Obrador, son provocaciones todo lo que pueda leerse como un recordatorio de su obligación de gobernar

Fernanda Caso
Fernanda Caso/ Columnista/ Opinión El Heraldo de México
La Suburban blindada color negro donde viajaba el presidente se abrió paso entre los manifestantes a la salida del campo militar el lunes en Veracruz. Quienes lo abordaron eran familiares de personas desaparecidas que no han recibido respuesta por parte de las autoridades. El presidente no cedió. A paso lento y sin abrir la ventana para hablar con ellos, como hemos visto que hace cuando la gente se acerca a saludarlo y felicitarlo, López Obrador se siguió de largo para llegar a su destino.
No voy a caer en provocaciones dijo el mandatario usando una de sus frases preferidas un día después durante la conferencia mañanera. Usó también la excusa de la sana distancia, como si eso fuera un argumento válido para no ver familiares de víctimas, pero no un impedimento para viajar en una comitiva de decenas de personas.
Para López Obrador, son provocaciones todo lo que pueda leerse como un recordatorio de su obligación de gobernar. Eso no le gusta. Evita tomarse los problemas en serio, le incomoda decidir, sentarse a leer documentos complejos, medir resultados y escuchar opiniones disonantes. Prefiere hablar solo de las polémicas que él mismo genera: el tren, la BOA, las estampitas religiosas, el decálogo…
Pero poco a poco, se van cerrando los espacios donde puede evitar asumir su papel como Jefe de Estado, donde no se le exige dejar de ser candidato y responder por el país que le fue encargado con todo y sus problemas.
Cuando el tema del Coronavirus empezó a reducir el tiempo disponible para que él hablara de lo que deseaba en las conferencias, decidió organizar una segunda sesión diaria a cargo del Subsecretario para redirigir hacia él las preguntas incómodas. Cuando vino la presión sobre la crisis económica y la pérdida de empleos, la solución fue una tercera conferencia diaria a cargo de otros subalternos. El mensaje era el mismo en cada ocasión… no importa la relevancia del asunto, a él no le van a imponer la agenda. Nadie le puede exigir hacerse cargo de su gobierno.
Pero llegó un momento en el que ya el número de muertes por coronavirus y la crisis económica alcanzaron un punto de presión en el que más conferencias no iban a solucionarle el problema. Fue entonces que anunció que retomaría sus giras por el país. Sin importar que la curva de contagios siguiera creciendo sin control y que los especialistas sanitarios rogaran a la gente quedarse en casa, el presidente salió huyendo.
Salir de la ciudad y sus exigencias, evadir la realidad de la oficina, los pendientes, los documentos, los Secretarios pidiéndole citas, los empresarios y activistas solicitando audiencia, las manifestaciones y las gráficas sobre su escritorio… ese es el objetivo. Asumámoslo, el presidente no quiere gobernar. La realidad lo persigue con lonas de desaparecidos, con desabasto de medicamentos en los hospitales, y con cientos de empleos perdiéndose cada minuto. Él, mientras tanto, se fuga.

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