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domingo, 27 de septiembre de 2020

Adaptar la lengua, conquistar la escritura. El náhuatl en la evangelización durante el siglo XVI

 

Adaptar la lengua, conquistar la escritura. El náhuatl en la evangelización durante el siglo XVI

Hacia el finales del siglo xv y hasta la llegada de los españoles, los mexicas y sus aliados nahuas dominaban política, militar y económicamente gran parte del territorio mesoamericano, esto propició la difusión de diversos aspectos culturales propios del centro de México, incluyendo la lengua, por distintas regiones. Así, las transacciones comerciales y las negociaciones entre unidades étnicas y políticas distintas se llevaban a cabo, en muchos casos, en lengua náhuatl. A la llegada de los españoles, en 1519, el náhuatl era una de las lenguas más extendidas y, en el centro de México, lo seguiría siendo durante casi todo el periodo novohispano. Aunque después la caída de México-Tenochtitlan, y una vez establecidas las instituciones de gobierno novohispanas, la Corona española tenía la intención de castellanizar los territorios conquistados, los frailes, principalmente los franciscanos, optaron por evangelizar a los indígenas en sus lenguas nativas, priorizando el uso del náhuatl. 

Tal como en tiempos prehispánicos, cuando las variantes del náhuatl habladas en las cabeceras de la Triple Alianza se difundían en regiones distantes, después de la llegada de los españoles, el náhuatl continuó siendo una lengua “del poder”. Durante el periodo novohispano los franciscanos privilegiaron las variantes del náhuatl habladas en el centro de México por sobre las demás e, incluso, por encima de otras lenguas indígenas como el otomí o el purépecha. Para poder transmitir “la buena nueva”, como solía llamársele a la prédica del Evangelio, e instruir a los naturales en los rudimentos de la fe católica, desde su llegada a la Nueva España, en el año de 1523 con fray Pedro de Gante, los franciscanos comenzaron a aprender, de la mano de jóvenes de las elites, variantes cultas del náhuatl, en particular de Tenochtitlan, Tlatelolco, Texcoco y Tlaxcala, entre otras más.

Años más tarde, cuando algunos franciscanos ya tenían cierto dominio sobre la lengua y experiencia predicando entre los naturales, se dieron a la tarea de acoplar el náhuatl a los caracteres del alfabeto latino y escribir “gramáticas” y “vocabularios” para que otros religiosos pudieran aprender la lengua y catequizar y predicar entre los nativos. La primer gramática que se conoce es el Arte de la lengua mexicana de fray Andrés de Olmos, concluida en el año de 1547; el primer vocabulario, titulado Vocabulario en lengua castellana y mexicana, y publicado en 1555, se debe a fray Alonso de Molina; sin embargo, la elaboración de ambas obras nunca hubiera sido posible sin la ayuda de intelectuales indígenas, quienes también habían aprendido a escribir el náhuatl con los caracteres del alfabeto latino en las escuelas conventuales, entre las que sobresale el Colegio de la Santa Cruz de Tlatelolco. Aunque en rigor, un vocabulario debe contener el inventario de “todas” las voces de una lengua, la intención de Molina no era preservar la lengua del pasado, sino usar el náhuatl como vehículo para la evangelización, de tal suerte que gran parte del vocabulario empleado en tiempos prehispánicos en contextos rituales y/o religiosos fue excluido de su diccionario, mientras que, a fin de traducir el cristianismo a la lengua náhuatl, se incorporaron nuevas palabras y a algunas palabras ya existentes se les otorgaron nuevos significados.

El Vocabulario de Molina es uno de los muchos testimonios que nos quedan del surgimiento de un nuevo tipo o registro de la lengua, al que varios estudiosos han optado por llamar “náhuatl de iglesia”, “náhuatl de evangelización” o “náhuatl doctrinal”. Este nuevo náhuatl era en el que los frailes y los indígenas se comunicaban durante todas aquellas actividades relacionadas con la nueva religión y en este mismo náhuatl fue en el que aprendieron a escribir las élites indígenas educadas en las escuelas conventuales. En este tipo de náhuatl se escribieron toda suerte de textos de evangelización, desde catecismos, confesionarios y sermonarios, hasta textos meditativos como libros de horas y vidas de santos. Por otro lado, como resultado de la interacción entre frailes e indígenas en lugares más apartados, surgieron otros textos cristianos, principalmente de corte dramático, como son las obras de teatro, escritos por catequistas, cantores o fiscales de iglesia, en las variantes locales del náhuatl. En estos textos  se dejaban ver diversos aspectos de la vida cotidiana de estas comunidades, así como sus creencias religiosas particulares y su relación con el catolicismo. El náhuatl permeó en tal medida la producción de textos para la evangelización, que durante el siglo xvi prácticamente hubo escritos de todos los géneros de literatura religiosa en esa lengua.

El “náhuatl del iglesia” fue inventado por los frailes y sus colaboradores indígenas para ser usado, en  primer lugar, por los propios religiosos, quienes debían enseñar el catecismo, pronunciar los sermones y administrar los sacramentos; entre ellos, el de la Penitencia, que implicaba realizar detallados interrogatorios durante la confesión. Se trataba de un tipo de náhuatl ligado a contextos religiosos de contacto, es decir, a todo tipo de prácticas y eventualidades que implicaran el trasvase del catolicismo a la lengua náhuatl, donde la gran mayoría de los indígenas participaban como oyentes, mas no como emisores del mensaje. Dar cuenta de categorías totalmente desconocidas para los indígenas implicó diversas estrategias de traducción. Una de ellas fue utilizar palabras ya existentes y aplicarlas a categorías católicas aparentemente semejantes. Por ejemplo, la palabra mictlan, que literalmente quiere decir “lugar de muertos”, y que en tiempos prehispánicos se refería a un lugar oscuro y gélido al que iba, temporalmente, una de las entidades anímicas (o “almas”) de los muertos por enfermedad, fue usada en el “náhuatl de iglesia” para referirse al infierno. Otra estrategia de traducción característica de este registro, fue la elaboración de nuevas palabras (neologismos) que, más allá de significar la cosa o el acto en cuestión, estaban enfocadas en describirlo. Para reforzar su significado, muchas de estas nuevas palabras o frases también podían estar acompañadas de palabras en español, así, para referirse al bautismo, se utilizó, en un principio, la construcción necuaatequiliztli in iatzin Dios, que literalmente quiere decir “el acto de echarse agua en la cabeza con el agua de Dios” y, más adelante, se adoptó simplemente la palabra necuaatequiliztli (“echarse agua en la cabeza”) para referirse al bautismo. Ocurría algo similar con la palabra “crucificar”, pues su traducción al náhuatl consistía en la descripción del acto mismo: mahmazohualtia in itech cruz, “hacer a alguien extender los brazos sobre la cruz”.

En suma, podemos decir que, en términos de “conquista”, el alfabeto conquistó al náhuatl a través del meticuloso trabajo de los frailes y que, a la par, las élites indígenas se apropiaron del alfabeto y conquistaron la escritura en caracteres latinos, usándola para producir todo tipo textos en su propia lengua. En este tenor, durante el siglo xvi el náhuatl siguió siendo la lengua más utilizada en el centro de México y continuó imponiéndose sobre otras lenguas, ahora de la mano de los evangelizadores y los catequistas indígenas, quienes llevaron el “náhuatl de iglesia” a lugares tan distantes como Oaxaca o Guatemala, y quienes, en su afán de evangelizar nuevos territorios, obligaron a los naturales de distintas regiones a alfabetizarse primero en náhuatl y luego en sus lenguas maternas. El nuevo orden político y religioso en el que se vieron insertos los indígenas durante el periodo colonial, llevó a la lengua náhuatl a generar muchos registros, no solo el “de iglesia”. Por ejemplo, en el contexto de las instituciones coloniales, también surgió un tipo de náhuatl adaptado a  las nuevas necesidades administrativas y judiciales y a nuevos géneros de documentación como los testamentos, las actas de cabildo o los litigios de tierras. A diferencia del “de iglesia”, este tipo de náhuatl, conocido como “de escribanía”, estaba más apegado a los usos locales de la lengua y a distintos aspectos de la vida cotidiana. Con todo, ya para mediados del siglo xvi, el náhuatl, ya fuese el “de iglesia”, el “de escribanía” o las variantes locales de uso común, estaba permeado de nuevas palabras y nuevos significados que evidenciaba el contacto cultural entre españoles e indígenas, y suponía una lengua distinta a la que se habló durante el periodo prehispánico. A lo largo de los casi 300 años del periodo colonial y de manera paulatina, varias lenguas indígenas como el purépecha, el otomí, el mixteco y el maya, entre muchas otras, atravesaron un proceso de alfabetización y sus hablantes también “conquistaron” la escritura y produjeron toda suerte de textos en sus propias lenguas.

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