Los africanos llegaron a América 180 años antes que Colón
La epopeya de la llegada a América del emperador africano Abubakari II está considerada por los especialistas como uno de los cinco enigmas más grandes de la historia, y es que sucedió 180 años antes de que lo hiciera Colón
7 de Septiembre de 2020 (10:00 CET)
Está considerado por los historiadores como uno de los cinco enigmas más grandes de la historia, junto al paradero de la tumba de Cleopatra, los constructores de Stonhenge el manuscrito Voynich o las tumbas Kofun de Japón. Nos referimos a la audaz expedición náutica del mansa Abubakari II rumbo a las américas 180 años antes que Colón. Ahora dos investigadores de la Universidad de Barcelona han dado a conocer el resultado de sus pesquisas.
Mali formó parte de un imperio tan grande e influyente que hasta apareció en el Atlas catalán o Mapamundi Cresques, una cartografía que en el siglo XIV abarcaba el mundo conocido por los europeos. En la parte inferior del mismo, aparece en su trono el Mansa Musa, con corona cetro y una moneda de oro en su mano. Mansa es una palabra mandinga que significa "rey de reyes" o "emperador", el nombre del rey representado es Kanku Musa, famoso por la cantidad de oro que llevaba en su paso por El Cairo. De hecho, en la leyenda del atlas de 1375 se lee: “Este señor negro es llamado Muza, señor de los negros de Guinea. Este es el rey más rico y más noble señor de toda esta región, por la abundancia en oro, que fertiliza su tierra”.
¿De dónde procedía su oro? ¿Tal vez de las américas? Y es que se da el caso que Musa siguió en el trono al Mansa Abubakari II, quien supuestamente desapareció intentando explorar el océano Atlántico. ¿Es una historia real o sólo mitología?
Xavier Puigserver Blasco y Eric Garcia Moral incluyeron su investigación en un libro de la Facultad de Geografía e Historia de la Universitat de Barcelona, titulado Construcción social y cultural del poder en las américas. Además de acudir a los libros europeos, consultaron las fuentes árabes y concluyeron que la gesta tuvo lugar. Es más, se sorprenden que los academicistas apenas hayan intentado refutar los estudios previos. Hasta ahora se creía que más allá de un puñado de canciones que recuerdan el viaje, no había pruebas concretas de su realización.
Pues bien, Puigserver y García han rescatado la obra del erudito egipcio Al-Umari, de 1342, es decir, tres décadas después del supuesto viaje transatlántico de Abubakari II. El egipcio se entrevistó en El Cairo con el hijo del emir Hajib, Abu Hassan Ali quien había conocido personalmente al Mansa Musa, sucesor del protagonista de esta historia.
Según el Mansa Musa, el rey que le precedió no creía que fuera imposible alcanzar el límite extremo del Mar Circundante.
Hassan le preguntó al emperador cómo se había convertido en sultán y Kanku Musa le contestó que “El rey que me precedió no creía que fuera imposible alcanzar el límite extremo del Mar Circundante; él quería alcanzarlo y se obstinó en su deseo. Así, equipó doscientos barcos llenos de hombres y el mismo número repletos de oro, agua y víveres, suficientes para varios años. Ordenó al almirante que no volviera hasta haber alcanzado el extremo del océano, o si se agotaban las provisiones y el agua. Ellos partieron. Su ausencia duró un largo periodo y, al fin, sólo un barco regresó.
Interrogamos al capitán sobre sus aventuras. Él dijo: ‘Príncipe, navegamos durante mucho tiempo, hasta que vimos en mitad del océano como si un gran río estuviera fluyendo violentamente. Mi barco era el último; otros iban delante de mí. Tan pronto como uno de ellos alcanzaba ese lugar, se sumergía en el remolino y no volvía a salir a flote. Navegué hacia atrás para escapar a esa corriente’. Pero el Sultán no podía creerle. Ordenó equipar mil barcos para él y sus hombres y mil más para agua y víveres. Me concedió a mí la regencia durante su ausencia y partió con sus hombres hacia el océano, para nunca volver o dar señales de vida”
Parece pues que la audaz expedición a través del Océano Atlántico tuvo lugar. En 1312, Abubakari II partió rumbo a lo desconocido y dejó a su lugarteniente de confianza, Kanku Musa, a cargo de la administración de su imperio. Ni el emperador ni sus naves fueron vistos jamás.
Aunque hay muy pocos trabajos sobre Abubakari II, todos coinciden en señalar en que se rodeaba de sabios musulmanes que comulgaban con sus ideas sobre un mundo allende del mar. La pregunta entonces es: ¿Consiguió su objetivo?
Todas las fuentes coinciden en señalar que la flota de Mandé Bukari II llegó a América y que tuvo una influencia reseñable en el desarrollo de algunas culturas amerindias.
Parece que el desembarco tuvo lgar en las costas de México y que pudo dar origen a la asociación Quetzalcoatl. ¿Cómo? ¿No era un hombre blanco y barbudo? En 1976 el historiador, antropólogo y lingüista de origen guyanés, Ivan Van Sertima publicó una polémica obra titulada They Came Before Columbus: the African Presence in Ancient America, en la que asociaba el atuendo blanco que llevaba el mansa y no al color de piel la relación con la deidad instructora de los americanos.
Más allá de este flaco argumento, Van Sertima si puede argumentar presencia de comerciantes mandinkas en la zona de México. De hecho, asegura que los mismos pochtecas procedían de Mali y que el dios Ek Chuah era de inspiración mandinka.
Señala las similitudes entre el culto al hombre coyote entre los amanteca y el culto al hombre hiena entre los bámbaras de Mali, así como en sus rituales. El culto en bámbara era llamado nama y su sacerdote el nama-tigi o aman-tigi. Esto le sirve para defender que amanteca proviene de esta palabra de origen malí. En esta línea, habla de multitud de objetos cuyos nombres tendrían una procedencia en las lenguas mandinga como maxtli, que en nahuatl haría referencia a una pieza de ropa que cubría la desnudez de la cintura y que provendría del mandinka masiti, “adorno” y del bámbara masirili, “ornamento”.
Un argumento que parece definitivo fue propuesto por el noruego Bjorn Roar Bye, en un congreso celebrado en Oslo. Afirmó que, tras diversos análisis efectuados a los metales que incorporaban los objetos de arte que Cristóbal Colón trajo consigo a España después de su primera expedición, tanto el oro, como el hierro y el bronce que estos contenían no procedían del subsuelo americano, sino de la cuenca aurífera minera del Mandé.
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