El Dr. Richard Hansen lleva los últimos 20 años intentando que el El Mirador, en Guatemala, se convierta en atracción turística financiada por Estados Unidos.
Con más de 2.000 años de antigüedad, el parque natural de El Mirador y la selva tropical que lo rodea es uno de los lugares más hermosos de Guatemala, un enclave histórico y natural sin parangón cuyo futuro podría ser más oscuro que una profecía maya si el gobierno acepta finalmente el plan de un grupo de científicos estadounidenses.
Así lo reportaba Motherboard, que daba cuenta de un acalorado debate abierto en Guatemala sobre el destino de El Mirador entre las comunidades locales y un grupo de científicos encabezados por el arqueólogo norteamericano Dr. Richard Hansen, que tras pasar gran parte de su vida dedicado a la investigación de esta antigua ciudad lleva las últimas dos décadas con un objetivo en mente: convertirla en una atracción turística con capital estadounidense.
Lo que implicaría no sólo tener financiación suficiente para conservar los templos y ruinas de una de las mayores civilizaciones de la historia, sino también construir hoteles, restaurantes, e incluso, según el arqueólogo, un trenecito que llevaría a los turistas a diferentes puntos del complejo.
Si bien es cierto que el presupuesto dedicado por el gobierno guatemalteco a preservar su herencia -y un poco la de todos, ya que la selva que la rodea fue designada Reserva de la Biosfera Maya por la UNESCO- está lejos de ser el ideal, el peligro de dejar la gestión de El Mirador en manos extranjeras es bastante alto.
Al menos eso asegura la gente que vive en esta reserva, que acusan a Hansen de no preocuparse realmente por la conservación del entorno ni el futuro de su población, ya que existe un modelo de conservación que les funciona bastante bien y permite a las comunidades locales seguir viviendo en el territorio protegido a cambio de ser sus guardianes.
Los nativos de El Mirador se encargan, según el Sistema de Concesiones Forestales, de vigilar que ni madereros ni traficantes de drogas se ceben con la selva, y lo hacen tan bien que no sólo ha disminuido la tasa de deforestación sino que se han ganado el aplauso de grupos ambientalistas e incluso de la agencia estadounidense USAID y diversos gobiernos guatemaltecos.
Excepto el ejecutivo actual, cuyo presidente está considerando la idea del arqueólogo, además de ciertos congresistas que creen que el plan de Hansen podría atraer más inversiones a un país en el que casi un 60% de la población vive en situación de pobreza y que, curiosamente, jamás ha puesto en marcha una política pública para paliarla.
Pero Richard Hansen aún ha ido más lejos y ha convencido a varios senadores norteamericanos para que apoyen un proyecto de ley que destinaría unos 60 millones de dólares de los fondos estadounidenses a su soñado parque.
¿El fin justifica los medios cuando se trata de preservar el pasado y el ecosistema? ¿Cuál es el fin de Richard Hansen?
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