El Tigre de Santa Julia, el ladrón que robaba a los ricos para hacer justicia a los pobres
José de Jesús Negrete Medina, mejor conocido como El Tigre de Santa Julia, fue un ladrón justiciero. ¡Descubre cómo se convirtió en leyenda!
A lo largo de la historia siempre hay personajes que, aunque vivan fuera de la ley, se vuelven entrañables cuando su lucha es a favor de los oprimidos. El Tigre de Santa Julia fue conocido por ser una especie de Robin Hood mexicano que ayudaba a los pobres.
Su nombre de pila fue José de Jesús Negrete Medina, sin embrago, nadie conoce el día de su nacimiento. Se sabe que fue en agosto de 1873, en el municipio de Cuerámaro, Guanajuato. Fue Hijo de José Guadalupe Negrete y Luisa Medina, quien murió en el parto. De niño, Jesús Negrete trabajaba en el campo.
Antes de entregarse a la vida de bandolero fue soldado. Ingresó al ejército en 1895 y llegó a ser sargento segundo del Tercer Batallón de Artillería. No obstante, no comulgó con la vida de la milicia y desertó de su puesto para irse a vivir a la capital del país.
¿Por qué lo llamaron El Tigre de Santa Julia?
Luego de abandonar el ejército, José de Jesús Negrete llegó a vivir a la Ciudad de México, al antiguo Barrio de Santa Julia, que hoy en día abarca la colonia Tlaxpana y parte de la colonia Anáhuac, en la alcaldía Miguel Hidalgo. Desde ese entonces, y hasta la fecha, es considerada una zona con altos índices de violencia.
En este barrio conoció a Tomás Peña, Fortín Mora, Gregorio Mariscal y Pedro Mora, quienes fueron sus compinches en el asalto a la Hacienda de Aragón. Sin embrago, no lograron su cometido, pues fueron capturados y encerrados después del robo. Pero Jesús Negrete logró escapar de la penitenciaría, asesinando a dos guardias. Fue este crimen lo que le valió el sobrenombre de El Tigre de Santa Julia.
Ladrón justiciero o temido bandido
Pronto se hizo famoso, pues el atentado fue publicado en el periódico El Imparcial. Contrario a lo que podría esperarse, sus actos fueron vitoreados por algunos, pues se dice que de su botín siempre compartía una parte con los que menos tenían.
Celebre bandolero para unos, despiadado salteador para otros. El Tigre alcanzó tanta popularidad que incluso le compusieron un corrido. Y años más tarde su historia fue llevada al cine mexicano en dos ocasiones. La primera en 1973, dirigida por Arturo Martínez y protagonizada por Juan Gallardo. La segunda película se estrenó en 2002 bajo la dirección de Alejandro Gamboa y Miguel Rodarte en el papel principal.
Te agarraron como al Tigre de Santa Julia…
Tantos crímenes lo convirtieron en uno de los delincuentes más buscados por la justicia. Hasta el 30 de mayo de 1906 que por fin fue capturado. Lo sorprendieron cerca de su casa. Cuenta la leyenda que estaba haciendo del baño cuando lo apresaron en el Callejón del Nopalito, en el barrio de Puerto Pinto en Tacubaya.
De aquí nació la expresión que seguramente has escuchado: “Lo agarraron como al Tigre de Santa Julia”. Esta frase se usa para referirse a alguien que es sorprendido mientras usa el inodoro o que está en una situación incómoda.
El momento de su muerte
Después de haber sido aprehendido, fue trasladado a la cárcel de Belén, donde esperó su ejecución hasta la mañana del 22 de diciembre de 1910. Antes del amanecer, ya lo esperaban cuarenta hombres que integraban la escolta de capilla, al mando del comandante Ricardo Larralde y el teniente Antonio Magaña. Así como los cinco tiradores que debían fusilarlo: el cabo Tirso López y los gendarmes José Palacio, Víctor Terán, Dolores Valdivia y Luis Bretón.
Afuera de la cárcel, la gente esperaba ansiosa conocer el desenlace. Algunos guardaban la esperanza de que lograra fugarse. Los fusiles sonaron y el Tigre cayó sin vida. Horas después, varios periódicos anunciaron la noticia:
“A las seis y veintisite de la mañana Jesús Negrete pagó en el patíbulo todos sus crímenes”.
El diario católico El Tiempo publicó:
Fue colocado El Tigre en el centro de las dos filas abiertas, de la escolta, a cuya cabeza marcharon los señores Larralde y Magaña. Se irguió Negrete, adelantó el pecho, adoptó la apostura marcial —téngase en cuenta que fue soldado en su juventud— y cuando la escolta recibió la orden de emprender la marcha, El Tigre avanzó sin vacilaciones, tranquilo…[…] Llegó la escolta al patio del jardín. Detrás iban las personas que hemos mencionado antes. El padre Villaláin y el Lic. San Pedro se pusieron del lado del Tigre, quedando éste en medio de los dos. El sacerdote exhortó por última vez a Negrete, pero éste dijo:
— No, Padre, no me confieso, ya no es tiempo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario