A 500 años de la caída de Tenochtitlan
El episodio que marcó la historia de México suscita hoy debates muy vivos. ¿Fue una “Conquista española” o una “Resistencia indígena”?
El 13 de agosto se cumplen 500 años de la caída de México-Tenochtitlan (1521), capital de los mexicas —o aztecas, en la literatura anglosajona—, tras un asedio prolongado y desgastante a cargo de un ejército heterogéneo de miles de indígenas y unos cientos de españoles. Este episodio histórico inició una serie de cambios sociales a escala mundial, algunos inmediatos y brutales, otros mucho más sutiles y casi invisibles.
Para conmemorar este evento, se organizan múltiples actividades de diversa índole. Tanto en el mundo académico, político o cultural, como en los puestos de tacos o en las plazas populares de la Ciudad de México, la llegada de Hernán Cortés (personaje que nunca será olvidado en el país) y la mal llamada “Conquista de México” son nuevamente el tema de debate.
Cuando hacemos historia, nunca hay una verdad única, correcta, ya que interpretamos los hechos, en este caso descritos hace cientos de años. Afortunadamente, lo que sí podemos lograr es retomar y reestudiar los datos, hacernos nuevas preguntas y ampliar nuestra mirada. Gracias a los nuevos enfoques, hoy nuestro conocimiento sobre la denominada “invasión española de América” es mucho más rico que hace tres o cuatro décadas.
Durante dos años y medio, entre febrero de 1519, fecha en la que Cortés salió de Cuba con unos 800 individuos rumbo al territorio que hoy conocemos como México, hasta el 13 de agosto del año 1521, la fecha oficial que marca la derrota de la resistencia mexica y la destrucción de la ciudad de Tenochtitlan, sucedieron una infinidad de eventos complejos que resumimos como la “Conquista de México”.
En este mismo lapso, pero 500 años después, estos eventos históricos son el tema de nuevas películas, series, obras de teatro, cómics y danzas. También se han producido decenas de libros nuevos, cientos de artículos en revistas académicas o de difusión, y tal vez miles de ponencias en todo tipo de foros y eventos públicos. Por ejemplo, la Universidad Nacional Autónoma de México organiza desde hace dos años un exitoso proyecto de difusión cultural llamado Noticonquista, en el que cada semana se discuten y analizan los sucesos históricos con una pluralidad de voces y opiniones.
La conmemoración ha provocado incluso controversias diplomáticas y políticas, como la invitación del presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador para que el rey Felipe VI y el Papa Francisco se disculpen con los pueblos indígenas por la Conquista.
La atención que concita este nuevo aniversario no nos debe de sorprender. El encuentro de las distintas culturas ha sido debatido desde el siglo XVI, tanto en la sociedad española (recordemos la discusión en Valladolid entre fray Bartolomé de las Casas y Ginés de Sepúlveda), como en el mundo indígena. Así lo atestiguan los primeros cronistas. A lo largo de 500 años, las repercusiones históricas para las civilizaciones del mundo son casi inconmensurables, aunque, ciertamente, existen muy buenos intentos de explicar sus consecuencias.
El 13 de agosto, durante un evento organizado por el Getty Research Institute, se leerá en voz alta el libro XII de la Historia general de las cosas de Nueva España de fray Bernardino de Sahagún, donde se narra la visión indígena acerca de la Conquista. El mismo día, la estación Zócalo del metro de Ciudad de México, será renombrada Zócalo-Tenochtitlan. Por otro lado, la plaza de la Noche Triste, llamada así por los conquistadores luego de haber sufrido una derrota, ha sido rebautizada como la plaza de la Noche Victoriosa, ya que en realidad ese episodio representó un triunfo de los pueblos indígenas.
Hemos renombrado a la antigua Plaza de "La Noche Triste" como "Plaza de la Noche Victoriosa".
— Claudia Sheinbaum (@Claudiashein) July 27, 2021
Es tiempo de darle voz a los pueblos originarios de nuestra tierra. Hagamos memoria, es tiempo de revisar el pasado para transformar el presente. pic.twitter.com/Wcycw2Yz7J
Con la discusión acerca del controvertido megaproyecto de transporte Tren Maya como trasfondo, el Gobierno de México aprovecha el momento histórico para reforzar un (nuevo) reconocimiento de las comunidades indígenas en el país. Recordemos que la ceremonia de investidura de López Obrador hace dos años y medio se caracterizó por la presencia de varios elementos culturales indígenas, como el bastón sagrado.
La llamada “Conquista española” se convierte así en la celebración de la “Resistencia indígena”.
Pero, ¿qué sucedió realmente hace 500 años? Podemos decir que hoy tenemos una mejor idea de los sucesos, sin que ello signifique que todas las preguntas están resueltas.
Es sorprendente que algunos autores, muchas veces en el ámbito de la historia militar, mantengan aún la postura, dominante durante mucho tiempo, de que se trató de una expedición española exitosa de unos cientos de hombres bravos y el genio de un capitán, Hernán Cortés. Un reducido grupo que penetró en un Imperio azteca perfectamente organizado y que, con el colaboracionismo de algunos indígenas, derrocó a miles de nativos feroces.
En esta versión se compara a Cortés con Julio César o Napoleón, y se considera que la superioridad tecnológica de las armas españolas fue decisiva contra un contrincante habituado a pelear de manera “ritual”, incapaz de combatir a los ejércitos españoles más modernos. Lo que destaca en esta interpretación es que los indígenas nunca parecen tomar decisiones. En general, se les atribuye un papel secundario.
Sin embargo, disponemos de muchos indicadores que nos cuentan otra historia.
Los historiadores Michell Oudijk y Mathew Restall (2008) redefinieron el episodio como la “Conquista indígena de Mesoamérica” (el territorio que abarcaba partes del actual México y Centroamérica, en donde se desarrollaron diversas sociedades indígenas). En términos cuantitativos, la “Conquista de México” era una guerra de indígenas contra otros indígenas aliados de un puñado de españoles. Para entender esto, es importante conocer la dinámica del mundo indígena antes de la llegada española. Sus sociedades se caracterizaban por interacciones y rivalidades constantes entre distintos linajes. La construcción temporal de una federación o alianza para combatir un enemigo era un fenómeno común. En cuanto se lograba el objetivo, la formación se deconstruía y, poco tiempo después, los mismos aliados podían convertirse en enemigos.
Esto explica, en parte, las divergencias fundamentales de los distintos grupos indígenas en sus relaciones con los europeos, y la facilidad que tuvieron los españoles para encontrar en distintas ocasiones un aliado en contra de otro grupo.
Por otra parte, los mexicas y sus aliados exigían un tributo en grandes partes de México. Esta sumisión económica era motivo suficiente para que esos pueblos quisieran aliarse con los españoles. En muchos sentidos, la llamada “Conquista española” era la continuidad de un sistema de rivalidad ya existente, que fue aprovechado por los europeos.
Es fundamental entender que muchas decisiones militares en realidad eran estrategias indígenas. El “Imperio” (un término cuestionable cuando se trata de definir al tipo de poder de los mexicas) era derrocado por una coalición interétnica, con un papel indígena determinante. Por la misma razón, los que ayudaron a Cortés a combatir a los mexicas, como los tlaxcaltecas (que era étnicamente parecidos y tenían el mismo lenguaje), se proclamaron victoriosos con la caída de la capital.
Durante el siglo XVI, los descendientes de los indígenas nobles que habían participado en estas y otras guerras posteriore exigían en cartas jurídicas a la Corona española ciertos privilegios, como el derecho a tierras y la exención de tributo.
Aparte de los aspectos meramente militares, en los últimos años el enfoque de las investigaciones ha permitido prestar atención a otras facetas que hasta ahora habían sido prácticamente ignoradas. En ese sentido, un aspecto esencial es el papel que tuvieron las mujeres durante el encuentro entre los dos mundos. El caso más estudiado es el de la Malinche, una indígena esclava que después de una batalla fue entregada a los españoles como sirvienta. Por su conocimiento de distintos idiomas (en particular, el náhuatl, el idioma de los mexicas), se convirtió pronto en una intérprete para Hernán Cortés.
Es probable que, antes de ser esclavizada, Malinche formara parte de una familia de nobles, ya que fue una interlocutora respetada por los distintos grupos indígenas. Las negociaciones de Cortés pasaban a través de su voz. Junto con esta protagonista, cientos de mujeres acompañaron a las tropas armadas para preparar los alimentos o trabajar como enfermeras. Dentro de la caravana española, mujeres africanas y caribeñas cumplían las mismas necesidades. Esclavos o tamemes (cargadores) garantizaban la movilidad de las tropas. Espías, informantes o guías indígenas exploraban las rutas y eran decisivos en las negociaciones de guerra o paz.
Hoy somos más conscientes de cómo los indígenas trataron a la otredad. Mucho se ha discutido sobre la noción de que veían a los españoles como dioses. Se decía que esta cosmovisión “descuidaba la dimensión interhumana” y resultaba en una forma de comunicación “paralizadora” (Todorov, 1982).
Pero lejos de estar inmovilizados, los indígenas contestaron a esta diversidad ontológica sorpresiva de manera inmediata. Llevaban miles de años construyendo relaciones con seres de la alteridad. Si no se podía combatir, buscaban la alianza. Sabemos de un cacique indígena que, tras un encuentro con Cortés, decidió iniciar unas guerras de conquista, sin presencia de ningún español, bajo la protección de Santiago Matamoros.
La “Conquista española” nunca fue la historia de unos pocos héroes masculinos españoles contra miles de indígenas engañados por sus dioses. Varios especialistas hoy no vacilan en hablar de una “Conquista indígena”.
Aun así, a lo largo de la historia, el sistema colonial europeo y la historiografía oficial tuvieron la última palabra para instalar otra versión de los hechos.
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