Pocas nueces, pero muchísimo ruido. George Soros y Bill Gates conforman una recién llegada nómina de accionistas ilustres en FCC que, pese a una relativamente pequeña inversión (a precios de mercado, la de Soros vale unos 60 millones y la de Gates, 120), han lanzado un mensaje inequívoco: los hombres más ricos del mundo han entrado en la compañía que controla Esther Koplowitz, de una manera, además, notoria. Que se sepa.

Los tres nombres tienen algunas cuestiones en común: son muy ricos, destinan ingentes cantidades de dinero a la filantropía y tienen origen (o claros contactos) semítico.

Esther y su hermana Alicia son hijas de Ernesto Koplowitz Sternberg, un judío polaco que debió huir del nazismo y que llegó a España a principios de los años 40. Fue él quien fundó la constructora que llegaría a ser la actual FCC. Ramón Areces fue su gran amigo, creador de El Corte Inglés, considerado el padrino de ambas hijas, a las que llamaba “mis niñas”.

Soros también es hijo de un abogado húngaro que debió huir del nazismo. Nacido en Budapest, posee una dilatada experiencia, pero se hizo famoso en los años 70, 80 y 90 por la agresividad de los ataques de su hedge fund Quantum. En los 90 se volcó contra diversas divisas, corriendo el mito (algo exagerado) de que fue culpa exclusivamente suya la salida de la libra del Sistema Monetario Europeo (SME).

Desde hace tiempo, ha suavizado su perfil. Su agresivo fondo es ahora un endowment, es decir, más o menos un pacífico plan de pensiones. Soros se dedica a la filantropía, algo que no le ha librado de ciertas críticas de algunos que denuncian este modelo ultracapitalista en el que los megamillonarios hacen su fortuna sin el menor de los escrúpulos (ataque a la libra) para, una vez obtenido más dinero del que podrán gastar varias generaciones, dedicarse a las causas nobles, para 'comprar' respeto y relevancia social.

Eso no es el caso ni muchísimo menos de Esther y Alicia Koplowitz. Ambas son ricas prácticamente de cuna y han tenido un comportamiento personal ejemplar. Pocos empresarios (tal vez, sólo Amancio Ortega) tengan una consideración social en España como ellas.

Esther y sus hijas acuden a cuidar enfermos a Lourdes cada año, mientras Alicia dedica decenas de millones de euros cada año a cuidar niños desvalidos; hecho este último que no quiere que se sepa. De la primera, se cuenta que su principal preocupación en esta crisis ha sido reducir en la menor medida posible los empleos de su compañía.

¿Judío, sí o no?

Bill Gates, considerado durante muchos años el hombre más rico del mundo (desbancado por Carlos Slim) tiene fama de judío, pero no está claro que lo sea. No practica religión alguna y varias fuentes afirman que esta fama le llega principalmente por ser millonario, estadounidense y muy inteligente. Sin embargo, sí son judíos reconocidos sus compañeros de fatigas en Microsoft, Paul Allen y Steve Ballmer, sobre todo este último.

La entrada de Gates se produjo comprando la autocartera de la compañía, mientras que la de Soros se ha materializado con la compra de una participación a Esther Koplowitz, que obtiene fondos así para refinanciar su situación personal. Entre otras cosas, debió endeudarse en gran medida hace casi 20 años para comprar la participación de su hermana en FCC.

El lobby judío ha gozado siempre de una aureola entre mítica y maldita, algo así como la masonería en el franquismo. Nadie la conocía, nadie pertenecía a ella de manera ostensible, pero debía existir, porque si no, no se hablaría tanto de ella.

En España, las grandes familias judías se conocen, se tratan, pero no necesariamente son practicantes de su religión. En Madrid, a los MazinHachuel, Koplowitz… no se les recuerdan actividades conjuntas. Es posible que lleven a sus descendientes al mismo colegio, en el que también están otras grandes fortunas y tengan previsto integrarlos a todos en los negocios familiares. Pero hacen de la discreción su modo de vida.

La irrupción de estos dos millonarios (¿aparecerá alguno más dentro de poco?) ha generado muchos comentarios de manera inevitable. Ningún pueblo tiene esa fama de ser capaz de acaparar la riqueza mundial. Hay numerosos estudios de publicaciones como Forbes o Time, que calculan el porcentaje de judíos en las clasificaciones de ricos.

¿Buffet?

El otro nombre que se rumoreaba como inversor en la constructora era Warren Buffett, también descendiente de judíos. De momento no se sabe nada al respecto, aunque Koplowitz deberá afrontar nuevos vencimientos de la instrumental B-1998 el año que viene.

Estos apoyos no son ni mucho menos inversiones filantrópicas. El equipo de Bill Gates estudió de arriba a abajo durante meses la compañía española antes de tomar la decisión de entrar. Anteriormente, había analizado pormenorizadamente el, por entonces, recién presentado plan estratégico de FCC, que incluye desinversiones por unos 2.500 millones de euros. George Soros ha hecho lo propio. La gestión de Juan Béjar parece lucir: fue nombrado consejero delegado en enero y la compañía sube en Bolsa un 70% este año.

Las desinversiones aceleradas del nuevo ejecutivo han 'engrasado' la entrada de estos selectos inversores que, a su vez, han dado un respiro a la situación financiera personal de Koplowitz. Todo ello, envuelto en un avance bursátil relevante, que ha situado a FCC por encima de los 2.000 millones de euros de capitalización, superando a Sacyr y teniendo no demasiado lejos ya a Acciona. Por cierto, esta última es la peor compañía de toda la Bolsa en España en 2013, exceptuando Bankia. La reforma energética no le ha sentado nada bien.

Un triángulo simbiótico en toda regla, en el que ganan todos: compañía, ejecutivos y accionistas. La situación ha cambiado radicalmente para la constructora en el segundo semestre, al igual que parece haberlo heche para España o, al menos, eso dice el presidente, Mariano Rajoy

En FCC han repetido hasta la saciedad que Gates entró porque uno de sus 'comerciales' le planteó la idea de invertir en la empresa, después de asistir a un roadshow. No está tan claro, la llegada de Soros ni el rumor de la posible entrada de Warren Buffet. Pero está claro que sólo estos nombres son un sello de legitimidad para la empresa que poquísimos en el mundo pueden dar.