Pensamiento Crítico. Desinformación y Manipulación en la Era Digital: ElEspejo Roto de la Política Contemporánea
Por Joaquín Andrade Irisity, Resumen Latinoamericano, 7 de enero de 2025.
En la era digital, las redes sociales han emergido como una herramienta esencial para la
difusión de información, la recreación y el entretenimiento. Hoy en día, pasamos una
cantidad considerable de tiempo frente a pantallas, ya sea en nuestros teléfonos o
computadoras, participando en actividades que van más allá de la simple obtención de datos.
Estas plataformas se han transformado en espacios multifuncionales, donde interactuamos,
compartimos experiencias y, por supuesto, nos divertimos. Sin embargo, esta capacidad de
difusión masiva y rápida de contenidos también ha sido aprovechada para fines menos
inocentes.
La desinformación, entendida como la difusión intencional de información falsa o
manipulada, se ha convertido en moneda corriente en el ámbito político. A través de las
distintas plataformas, actores políticos, gobiernos, grupos de presión y empresas han
encontrado un canal efectivo para influir en la opinión pública, distorsionar la realidad y
alterar procesos democráticos. Así como las redes sociales nos permiten acceder a una gran
variedad de contenidos, también facilitan la propagación de noticias falsas, que se difunden
con la misma rapidez y eficacia que las informaciones legítimas.
La viralidad por la viralidad misma
A través de la viralidad, los contenidos pueden alcanzar audiencias masivas en minutos, sin
que necesariamente hayan pasado por un filtro de veracidad. En el contexto político, las redes
sociales se han convertido en un campo de batalla donde los actores luchan por el control de
la narrativa. La desinformación se emplea de diversas maneras: desde noticias falsas sobre
candidatos políticos hasta la creación de teorías de conspiración para desacreditar
movimientos sociales o deslegitimar protestas. Un ejemplo claro de esto fue la intervención
en las elecciones presidenciales de 2016 en Estados Unidos, donde se utilizaron bots y
perfiles falsos en plataformas como Twitter para sembrar discordia y fomentar la
polarización.
La repetición de una mentira hasta que se hace realidad; el concepto de “repetir una mentira
hasta que se haga realidad” no es nuevo en la política. Aunque originado en el siglo XX, ha
cobrado relevancia con el auge de las redes sociales. La repetición constante de una mentira
en plataformas masivas puede llevar a que una información falsa se convierta en un hecho
percibido por la sociedad. Este fenómeno se basa en el principio de la “exposición repetida”,
que establece que, cuanto más se expone a una persona a una idea o afirmación, más probable
es que la acepte como verdadera, independientemente de su veracidad.
Las noticias falsas (fake news) funcionan bajo este principio. Incluso cuando un usuario sabe
que una noticia es falsa, la repetición constante puede hacer que lo que inicialmente parecía
improbable o ridículo se convierta en una verdad aceptada. En la actualidad, la
desinformación es tan prevalente que, a veces, es difícil distinguir entre lo que es real y lo
que no lo es, lo que alimenta una creciente desconfianza en los medios tradicionales y en las
instituciones democráticas.
Amplificando la Desinformación
Uno de los factores clave que ha acelerado la propagación de la desinformación es el uso de
bots y algoritmos de inteligencia artificial. Los bots son programas automáticos que pueden
crear, compartir y promover contenido en redes sociales de manera masiva. Estos bots
generan cuentas falsas que simulan ser usuarios reales, amplificando mensajes y noticias
falsas a gran escala. Cada vez son más visibles como actores políticos y, en algunos casos,
toman decisiones desde sectores políticos. Los algoritmos de las plataformas priorizan
contenido que genera emociones intensas, como la indignación o el miedo, lo que puede ser
fácilmente manipulado por actores con intenciones desinformativas.
Además, la IA, junto con los bots, no solo amplifica el alcance de los mensajes, sino que
también ayuda a crear contenido falso altamente convincente, como los deepfakes. Estos son
videos manipulados digitalmente que hacen parecer que una persona dijo o hizo algo que
nunca ocurrió.
Las “fake news” tienen un profundo impacto en la democracia. En un entorno en el que los
votantes no siempre pueden distinguir entre lo verdadero y lo falso, el proceso electoral se ve
distorsionado. Las elecciones, que deberían reflejar la voluntad popular, pueden ser
manipuladas por información errónea o sesgada. Esto debilita la confianza en los sistemas
democráticos y fomenta una mayor polarización política, ya que las personas suelen aferrarse
a sus creencias preexistentes y rechazan la información que no se alinea con ellas.
Vivimos en un mundo digital que no solo nos conecta, sino que también nos expone a un
flujo constante de información a una velocidad vertiginosa. Las redes sociales se han
convertido en plataformas clave para la difusión de hechos reales y distorsionados. Este
entorno ha transformado nuestra manera de consumir contenido, haciéndonos más
vulnerables a la desinformación. El pensamiento crítico, en este contexto, juega un rol
fundamental para cuestionar y analizar la validez de la información que recibimos.
La Importancia de la Reflexión, separar el usuario del emisor
El desafío radica en que, además de las noticias manipuladas, estamos rodeados de imágenes
y videos editados que refuerzan la dificultad de distinguir lo verdadero de lo falso. Este
fenómeno se ve amplificado por la rapidez con que circulan los contenidos, muchas veces sin
tiempo para reflexionar. La inmediatez que caracteriza el entorno digital genera reacciones
impulsivas, donde el acto de compartir se antepone al análisis de la veracidad de la fuente. La
dopamina, desencadenada por la novedad o el sensacionalismo, refuerza este ciclo, llevando a
que lo más relevante en muchos casos no sea la veracidad, sino la capacidad de generar una
respuesta inmediata.
Por eso, es imprescindible que, en medio de esta constante saturación de información,
detengamos el ritmo frenético y reflexionemos sobre lo que consumimos. ¿De dónde
proviene esa noticia o imagen? ¿Qué objetivos persigue quien la comparte? Antes de dar por
cierta cualquier afirmación, es esencial preguntarnos si se trata de una manipulación o si la
fuente es confiable. Las herramientas digitales para la verificación de imágenes y videos se
convierten en aliados en nuestra lucha contra la desinformación.
El pensamiento crítico, además de ayudarnos a verificar la información, nos invita a
reflexionar sobre el origen de todo lo que consumimos. En lugar de dejarnos llevar por lo
primero que vemos o escuchamos, debemos aprender a discernir entre lo genuino y lo
fabricado. Esto implica no solo cuestionar lo que nos llega, sino también ser conscientes del
impacto que tiene nuestra propia participación en la difusión de información.
En conclusión; la alfabetización mediática, entendida como la capacidad de consumir y
compartir contenido de manera consciente y responsable, es una de las herramientas más
poderosas para combatir la desinformación. Debemos estar preparados no solo para
identificar el sesgo o la manipulación, sino también para actuar de manera ética en nuestra
participación en las redes sociales. Esto es especialmente relevante en un momento en que los
algoritmos priorizan contenidos que provocan emociones intensas, lo que puede ser
aprovechado por actores con intenciones manipuladoras.
La responsabilidad de cada individuo es clave. Debemos ser conscientes de que nuestras
acciones, al compartir contenidos sin verificar su autenticidad, contribuyen a la propagación
de desinformación. Las noticias falsas, al repetirse una y otra vez, pueden convertirse en una
verdad percibida, afectando la manera en que nos relacionamos con el entorno político y
social. A medida que nos enfrentamos a esta nueva realidad, el pensamiento crítico y la
reflexión pausada se presentan como nuestras principales herramientas para contrarrestar el
impacto de la desinformación en la sociedad y en la política contemporánea.
Las campañas de desinformación, impulsadas por estrategias sofisticadas y herramientas
digitales, han demostrado su capacidad para influir en procesos electorales y desestabilizar la
opinión pública. Al final, ¿existe realmente libertad en este vasto océano de contenidos
digitales? Somos navegantes en un mar de información, a menudo arrastrados por la corriente
de desinformación y noticias falsas. ¿Seremos meros pasajeros, impotentes ante el caos
digital que nos rodea, o podremos tomar el timón y orientarnos hacia la verdad, como si
siguiéramos el faro de la reflexión crítica? En este viaje por el océano de la información, la
capacidad de discernir, de buscar con conciencia, se convierte en nuestra brújula. Solo así
podremos evitar que las olas de desinformación nos hundan
Es fundamental, como consumidores de información y ciudadanos, aprender a navegar por
este mar de contenidos con una mirada crítica, reflexiva y responsable. Solo así podremos
garantizar que la verdad no se pierda en el ruido digital y que nuestras decisiones,
especialmente las políticas, se basen en información verificada y bien reflexionada. A pesar
de los cantos de sirena, esos títulos llamativos, esas voces disonantes que buscan atraer
nuestra atención, debemos saber diferenciar entre lo que es información y lo que es solo
basura.
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