Parecía un evento surrealista en Cuer-
navaca, Morelos, el viernes 28 de
marzo, donde uno de los principales
denunciantes de las masacres en México, el
poeta Javier Sicilia, se sentaba con las au-
toridades del Estado que echaban culpas al
aire, como si no fueran el gobierno mismo
los responsables. Se conmemoraban 14
años del Movimiento por la paz con justicia
y dignidad, iniciado por el poeta. Parecía un
Sicilia decepcionante, acomodado en las
estructuras de la corrupción... hasta que
tomó el micrófono y se deslindó de esa pantomima del gobierno. Fue claro
y contundente: México es una fosa común y el Estado es el responsable.
“En 14 años que llevamos luchando”, dijo, “los gobiernos de todos los
colores no han hecho otra cosa que ocultar la realidad, mentir, destruir las
instituciones creadas por las víctimas, revictimizarlas y colaborar con el
crimen organizado”. “Tenemos más de 500 mil asesinatos, más de 100 mil
desaparecidos, 5 mil fosas clandestinas sin contar con las de las fiscalías,
recordemos las fosas de Tetelcingo y de Jojutla, múltiples campos de ex-
terminio, el más reciente Teuchitlán, redes de trata, extorsiones y miedo;
en síntesis, un país sometido por el crimen y perdido”. Proceso
El escritor advirtió que esto no tiene solución “con una clase política
como la que tenemos”, pues aseguró que toda la clase política, sin impor-
tar el color partidista, “ha construido una intrincada red de colaboración
criminal e impunidad para administrar el infierno y hacer del Estado una
dictadura de las peores, la de los kakistócratas, el gobierno de los peores”.
Apuntó a López Obrador y la llamada Cuarta Transformación, pues han
sido, dijo, “los discursos de odio y desprecio propiciados por el régimen”,
los que han alentado y prohijado toda la tragedia. Aseguró que el peligro
de trivializar “el infierno” nos llevará a que “el infierno no tenga límites ni
fondo, se hará más ancho y más profundo como lo ha sido hasta ahora”.
Desde luego, los periódicos afines al narcorrégimen del crimen organi-
zado, escondieron esta nota entre sus páginas.
Afirmó que lo único que queda es refundar el Estado, que sólo es posi-
ble uniendo “las partes más sanas de la nación” y que éstas se movilicen
hasta las Naciones Unidas o la Corte Interamericana de los Derechos Hu-
manos y denunciar la indefensión, la miseria y el horror que se viven en el
país (si bien acudir a la ONU parecía ingenuo). Se necesita “construir me-
canismos extraordinarios de verdad y justicia deslocalizados del Estado y
dirigidos por ciudadanos moralmente dignos”.
Las masacres a inocentes que nos
indignan por parte de los militares, ¡in-
cluso en los retenes! son un cuento de
niños. Las masacres a los pueblos ét-
nicos por parte de paramilitares que el
Estado financia y protege, como en
Chiapas, resultan otro prefacio.
También las masacres a los indo-
cumentados que ingresan al país, son
otra nadería, frente al exterminio siste-
mático de mexicanos en las 32 entida-
des del país, por parte de un narcogo-
bierno y un narcoestado, en una sim-
biosis del narco con gobiernos locales,
estatales y federales de todos los par-
tidos políticos: cada 40 minutos desa-
parece una persona en el país. Lo que
ha sacudido también a la ONU.
Resulta repugnante que la pseudo
presidenta Claudia Sheinbaum afirme
que “eso ya no existe en México”. In-
digna y sorprende que se atrevió a lim-
piar y borrar las evidencias en el
campo de exterminio – y productor de
exterminadores– en Teuchitlán, Ja-
lisco, para hacer un montaje que no
engañó a nadie y sólo mostró falta de
inteligencia: la mentira como estilo
personal de ser y de hacer política.
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