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miércoles, 30 de noviembre de 2011

La lapidación

La lapidación
El ‘alud de informaciones’ sobre el Islam tiene el claro propósito de hacer inviable cualquier fructífero diálogo entre civilizaciones
Es importante que se denuncien las mentiras, la desinformacion (Imagen identidadandaluza.blogspot.com)
Estos días los medios de comunicación nos han sorprendido con una nueva noticia sobre la naturaleza despiadada de la Ley musulmana (la Sharî‘a). En el norte de Nigeria, una mujer puede que sea lapidada bajo acusación de adulterio. Al parecer, es viuda, pero está embarazada; dice que ha sido violada, pero, como no puede demostrarlo, el Islam ordena que sea muerta a pedradas. Inmediatamente, varias organizaciones (de misioneros) se han puesto en movimiento y han reclamado la atención del Papa para que intervenga.
¿Por qué las lapidaciones, amputaciones, flagelaciones, etc., al parecer tan frecuentes en el Islam, se producen siempre lejos, en lugares casi inaccesibles? ¿Quién habla de sentencias de ese tipo en Marruecos, Egipto o Siria? Lo primero que caracteriza a este tipo de noticias es la práctica imposibilidad de contrastar su autenticidad.
Cualquier musulmán —por poco que sepa de la Ley musulmana—, ¿qué diría al escuchar una noticia semejante? Que se trata de un bulo. Todos sabemos que las referencias en el Derecho musulmán a lapidaciones, etc. son imposibles en la vida real. Pero —y es lo importante— ¿qué se consigue con este tipo de informaciones tan dudosas? Mantener un estado de opinión contrario del todo al Islam. Por otra parte, es un ejercicio más de sensacionalismo que aprovecha la ‘sensibilidad’ de los occidentales para alimentarla con casos morbosos.
¿Quién está —aparentemente— tras la noticia? La Iglesia, que quisiera que África fuera su coto privado...
¿Puede ser cierta la noticia? No lo sabemos a ciencia cierta; pero puede serlo y sería un ejemplo de aberración inadmisible, no una regla. En cualquier caso, demasiados interrogantes. Pero lo lamentable es el efecto: el alud de ‘informaciones’ sobre el Islam imposibilita cada vez más que se conozca en sí la forma de entender la vida de muchísimos millones de personas.
Que el mundo musulmán vive tiempos difíciles, que se enfrenta a graves contradicciones, que son muchos los conflictos y retos, que sufre en grado extremo la desarticulación, el desarraigo, y todos los problemas y desgracias del Tercer Mundo,... todo ello es indudable. Que está sujeto a las arbitrariedades de las potencias, sujeto a tiranías, sumido en el analfabetismo, en la miseria,... todo ello es verdad. Que todo ello lleva a extremismos, a simplificaciones, a salidas desesperadas,... es cierto. Pero también es cierto que se miente descaradamente, que se manipula la información, que se busca dar carta de naturaleza a una imagen creada en los últimos tiempos sobre el Islam y cuya misión es justificar de antemano próximas (actuales ya) expansiones coloniales.
El ‘alud de informaciones’ sobre el Islam tiene el claro propósito de hacer inviable cualquier fructífero diálogo entre civilizaciones: ¿qué derecho a hablar tienen los musulmanes, que no tienen nada mejor que hacer que lapidar mujeres, organizar decapitaciones, amputar hímenes, cortar manos, etc.? Para demostrarlo se entrevista a ‘sabios del Islam’ que no son sino energúmenos dispuestos a justificar lo injustificable. Sería curioso ver la reacción de los occidentales si se les dijera que en tal país del mundo su cultura la explican los skin hears. Pero nadie se escandaliza cuando son los ‘skins del Islam’ los únicos cuya opinión interesa, una opinión que se trasforma en ‘lo que es el Islam’. Y no importa que el Islam esté a un paso y no tenga nada que ver con eso.
En Occidente se acude a los ‘musulmanes moderados’ cuando se quiere controlar a los musulmanes, y se acude a los ‘radicales’ cuando se quiere explicar qué es el Islam. Curiosas elecciones, que hablan más de la catadura moral de quienes dirigen las distintas políticas en Occidente.
Para hablar de la Sharî‘a hay que estar bien informado. Se trata de una materia amplísima y exige atender a muchas cosas. Las simplificaciones son peligrosas porque sus consecuencias pueden ser graves. A causa del desarraigo, en el Islam mismo es cierto que se están dando casos de enormes simplificaciones, que deben ser atajadas. Para ello es necesaria una revisión que, sin traicionar en absoluto al Islam, tenga en cuenta las nuevas realidades. Ya hay muchos intentos y progresos considerables, pero su legitimidad y su credibilidad son cortocircuitadas tanto por los ‘radicales’ como por los ‘moderados’, y también por ese ‘alud de informaciones’ al que nos hemos referido.
Es muy importante, por supuesto, que se denuncien todos los casos en los que se atente contra derechos humanos —que son atentados contra la Sharî‘a—, pero igualmente es importante que se denuncien las mentiras, las estrategias coloniales, la mala voluntad de muchos que no tienen más objetivo que hacer imposibles los encuentros entre los seres humanos.

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