Aldo Donzis: ''no es igual discrepar con Israel que gritar 'judíos asesinos''
Según un estudio de la Universidad de Buenos Aires, el 30% de los argentinos afirma que no le gustaría vivir al lado de un judío. Tampoco de un boliviano, cuenta el presidente de la DAIA, reforzando su tesis sobre la necesidad de luchar contra toda intolerancia.
Comer con el presidente de la institución judía más importante de América Latina, la DAIA (Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas), exige buscar un restaurante kosher, término que hace referencia a una manera de preparar los alimentos y no a un tipo de comida. Aldo Donzi dudaba entre elegir un sushi kosher o una parrilla kosher. Al final, vamos a un típico tex-mex, certificado, eso sí, por el rabino Oppenheimer.
Aldo Donzi, que tiene un apellido que suena a italiano pero que procede de Rusia, está decidido a que la DAIA se convierta en un punto de referencia, no solo de la comunidad judía, sino también de cualquiera que crea en la lucha contra la discriminación, en todos sus ámbitos. "Queremos trasmitir nuestra experiencia y ahora participamos en proyectos contra la discriminación de cualquier grupo social, étnico o religioso", dice, sin darse tiempo a probar la comida.
La DAIA, que agrupa a 150 instituciones judías argentinas, desde templos a escuelas o clubes deportivos, es una entidad única en América Latina, reconocida por la Organización de Estados Americanos (OEA) y muy presente en la vida argentina. Publica cada año un libro con lo ocurrido en esos 12 meses en la comunidad hebrea, pero, de acuerdo con el giro que quieren darle Donzi y sus compañeros de ejecutiva, el año pasado, por primera vez, el libro no se dedicó a la comunidad judía, sino a 17 grupos que sufren discriminación en Argentina, desde las mujeres hasta los homosexuales, pasando por los inmigrantes bolivianos o paraguayos. "Hacemos convenios con las autoridades públicas y con empresas privadas para garantizar que no hay intolerancia contra esos grupos. Somos absolutamente independientes", explica.
Estamos en pleno Palermo Chico, un barrio elegante de Buenos Aires donde existe una importante comunidad hebrea. Argentina es el tercer país del mundo (sin contar Israel) con mayor población judía. Son más de 300.000, integrados desde hace más de un siglo. Pero el antisemitismo sigue existiendo. "Quizás ahora es políticamente incorrecto manifestarse como antijudío, pero el sentimiento esta ahí". Buenos Aires fue el escenario de dos de los peores atentados sufridos por esa comunidad en el mundo: una bomba contra la Embajada de Israel que causó 29 muertos y casi 300 heridos en 1992 y el mortífero coche con explosivos que estalló al lado de la Amia, la mutual israelita-argentina, en 1994 y que quitó la vida a 85 personas. Ambos casos siguen sin estar resueltos judicialmente: "La impunidad crea inseguridad", mantiene Donzi, irritado por la reciente presencia en Bolivia de un ministro iraní reclamado por Interpol como posible integrante del grupo que atentó contra la Amia.
El sentimiento antisemitase aprecia en las encuestas, explica Donzi. Según un estudio de la Universidad de Buenos Aires, el 30% de los argentinos afirma que no le gustaría vivir al lado de un judío. Tampoco de un boliviano, cuenta el presidente de la DAIA, reforzando su tesis sobre la necesidad de luchar contra toda intolerancia. "¿Defender a la comunidad árabe contra la discriminación? Por supuesto, sin duda", asegura. "Nadie se convierte en antisemita por discrepar de la política del Gobierno israelí. Pero una cosa es discrepar y otra que esas manifestaciones acaben con gente gritando 'judíos asesinos' o que quieran borrar al Estado de Israel del mapa". (El País de España)
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