La ideología Facebook
Internet es una tecnología y Facebook un programa que la usa. Las
tecnologías surgen de equis necesidad, y los programas, de equis
propósito. Si de veras necesitamos de muchos amigos, si realmente nos
resulta indispensable localizar a la novia de ayer o al compañerito de
primaria, adelante… ¡Facebook!
Cuando siendo adolescente pateaba las calles de una gran ciudad y
ejercitaba la concentración mental para asesinar al director de mi
escuela, solía detenerme en los escaparates de las librerías. Un libro
que estaba en todas llamaba mi atención: Cómo ganar amigos e influir
sobre las personas, de Dale Carnegie.
A pesar del exultante cintillo que lo recomendaba (¡millones de copias
vendidas!), nunca lo compré. Me bastó abrirlo y leer la primera
recomendación para constatar que la obra iba contra mis ideales: No
critique, ni condene, ni se queje.
En el ciberespacio hay redes y… telarañas. Internet es una red (de
redes), y Facebook una telaraña (de personas). Internet vincula,
Facebook captura. Ambos sistemas enlazan. Sólo que Internet fue
diseñada con fines públicos y Facebook, así como el libro de Carnegie,
manipula lo público con fines privados.
¿Qué ideología profesaban los jóvenes de la Universidad de Stanford
que a finales de los sesenta exploraban las potencialidades de la red?
Digamos que el proverbial pragmatismo de la elitista democracia yanqui
los invitó a responder una puntual petición del Pentágono: crear un
sistema de comunicación descentralizado, capaz de resistir un ataque
nuclear.
Como el proyecto no mencionaba que el sistema evitara la censura (o
que se inspirara en la igualdad de derechos entre las fuentes de
información), el Estado no reparó si los investigadores apoyaban la
guerra de Vietnam o acudían a recitales para cantarle We shall
overcome a Ronald Reagan, gobernador de California. Licencias del
american way, que no volverán.
Internet fue concebida con el espíritu desinteresado de una comunidad
de científicos, y Facebook surgió de la traición de Mark Zuckerberg a
los amigos que, junto con él, diseñaron el programa para hacer amigos.
Una historia que Ben Mezrich contó en Multimillonarios por accidente
(Planeta, 2010) y que los reacios a la lectura pueden apreciar en La
red social, la buena y simplona película de David Fincher (2010).
Zuckerberg es el dueño de Facebook (el hombre del año según la
cavernícola revista Time), y Peter Thiel (inventor del sistema de pago
electrónico PayPal) opera como piedra angular de su ideología. Por
motivos de espacio, remito a Google el perfil de este ciberdinosaurio
del mal. De mi lado, me detengo en René Girard (1925), filósofo y
antropólogo francés, y alter ego de Peter Thiel.
En julio de 2008, en una revista de la derecha mexicana que presume de
libre (y no menos manipuladora que Time), se dijo que “…la teoría
antropológica de René Girard empieza a ser considerada la única (sic)
explicación convincente sobre los orígenes de la cultura”. ¿Cuál sería
esta ignota teoría? Nada menos que la vapuleada mímesis del deseo que,
según Girard, configuramos gracias a los deseos de los demás.
Las piruetas intelectuales de Girard rinden tributo a sicólogos
racistas, como Gustave Le Bon (1841-1931), y encajan en la mentalidad
de tipos como Thiel: la gente es esencialmente borrega y se copia una
a otra sin mucha reflexión. El sitio Resistencia Digital (RD) puso el
ejemplo de la burbuja financiera: cuando Bill Gates compró parte de
las acciones de Facebook, los tigres de Wall Street dedujeron que
valía 15 veces más.
El segundo inversionista de Facebook se llama Jim Breyer (miembro de
la junta de Walmart) y el tercero es Howard Cox, de In-Q-Tel, ala de
inversión en capital de riesgo de la CIA. El Proyecto Censurado
(iniciativa de la Universidad de Sonoma State, California, que ventila
los temas que ocultan los medios) dice que la FBI recurre a Facebook
en remplazo de los Infragard creados durante el primer gobierno de W.
Bush: 23 mil microcomunidades o células de pequeños comerciantes
patrióticos, que ofrecen los perfiles sicopolíticos de su clientela.
Facebook y su experimento de manipulación global acabaron con las
teorías conspirativas. Por izquierda y derecha, millones de personas,
que en principio estiman la democracia y la libertad (valores que para
Thiel son incompatibles), parecen no reparar en que la privacidad es
un derecho humano básico.
Atrapados en la cultura neoliberal (auténtica red de redes),
gobiernos, instituciones y usuarios le entregan a Facebook redes de
contacto, relaciones, nombres, apellidos y fotografías que se prestan
al reconocimiento facial, la geolocalización móvil, la estadistica
ideológica y los perfiles de mercado y sicológicos.
En ese sentido, Facebook es un subproducto ideológico de la imparable
metástasis totalitaria que se expande en Estados Unidos. En lugar de
las ambidextras obsesiones del púdico George Orwell, Facebook se nutre
de la profecía que Jack London describió en El talón de hierro (1908):
la instauración de un Estado policiaco, plagado de alcahuetes
anónimos.
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2011/07/20/opinion/027a2pol
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