La inmigración judía invierte su tendencia a la baja en IsraelLa crisis propicia la llegada de hebreos de todo el mundo
"Aliya [emigración judía a Israel] no es sólo el objetivo histórico supremo de nuestro Estado, sino una necesidad de primer orden para nuestra seguridad". Las palabras que pronunciara el primer ministro David Ben Gurion en un discurso ante la Kneset (Parlamento de Israel) en 1955 siguen hoy más vigentes que nunca a juzgar por los esfuerzos israelíes por atraer a judíos de todo el mundo. Estos esfuerzos, en forma de todo tipo de incentivos, han dado sus frutos este año, en el que la crisis financiera ha animado a miles de judíos de todo el mundo a instalarse en Israel.
Israel
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Capital: Tel Aviv. Gobierno: Democracia Parlamentaria. Población: 7,112,359 (est. 2008)
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La cifra de judíos que se instalan en el país aumentó un 17% en 2009
Como resultado, por primera vez en una década, el número de inmigrantes judíos en Israel ha experimentado una fuerte subida frente a la tendencia a la baja de los pasados años, según los últimos datos de la Agencia Judía, encargada de promover este tipo de migraciones, y del Ministerio de Absorción. La demografía en esta disputada zona del mundo es una cuestión política de primer orden que ha preocupado a los sucesivos Gobiernos israelíes ante el fuerte crecimiento de la población árabe. Esta semana aterrizó en Tel Aviv otro avión con 210 estadounidenses a bordo, y a pie de pista les esperaba una recepción oficial con todos los honores.
"Cada inmigrante que llega a Israel fortalece el país y constituye un activo estratégico", sostuvo el presidente de la Agencia Judía, Natan Sharansky, durante la presentación de las últimas estadísticas hace un par de días, y que reflejan un aumento de inmigrantes judíos del 17% en 2009 respecto al año anterior. En total, se asentaron en Israel 16.200 judíos, que se suman a los más de tres millones de emigrados desde 1948, fecha de la creación del Estado.
Los ideales religiosos y sionistas siguen ocupando un lugar destacado entre las motivaciones de los que emigran. Pero explican también los que vienen que las ayudas que ofrece el Gobierno israelí resultan a veces decisivas a la hora de tomar la decisión, sobre todo, cuando la crisis financiera arrecia en buena parte del mundo.
"La crisis ha creado necesidades nuevas y el Estado de Israel facilita el camino para que la gente se decida a venir. Todo judío tiene que vivir en la Tierra Santa. Nosotros damos libertad a cada uno para que decida lo que desea, pero también facilitamos ese deseo", explica el director general de Inmigración y Absorción de la Agencia Judía, Eli Cohen.
El Gobierno israelí ofrece a los que vienen la llamada "cesta de absorción", con dinero para alquilar una vivienda durante los primeros meses y clases de hebreo para la familia, además de programas de empleo especiales para doctores o profesores junto con las facilidades de la denominada alfombra roja, el programa con el que los que llegan consiguen la tarjeta de identidad, la cuenta del banco y el teléfono en 24 horas, saltándose el papeleo. Aunque tal vez, el incentivo que ha resultado más efectivo es la recientemente instaurada exención fiscal de 10 años para los ingresos obtenidos en el extranjero.
"Sin esas ventajas fiscales yo no me habría animado a venir. Tengo rentas de mi piso en Francia y la verdad...", admite Serge Buzagou, que hace unos meses abandonó París para instalarse cerca de Tel Aviv. Con la llegada de la crisis, los clientes dejaron de comprar en su comercio de textiles parisino y animado por sus ideales sionistas decidió finalmente emigrar. "Aquí la crisis se ha notado menos y aunque el mercado nacional es más pequeño que en Francia, como la escuela de los niños es gratis y la vida más barata, al final compensa", dice Buzagou, de 48 años, en su apartamento con vistas al mar.
Mientras tanto, los cientos de miles de palestinos que fueron expulsados o huyeron ante el avance de las tropas israelíes en 1948 de sus casas, hoy en territorio israelí, no han tenido ni tienen derecho a volver a sus casas. Hasta hoy, más de cuatro millones de aquellos expulsados y sus descendientes viven hacinados en campos de refugiados en Gaza, Cisjordania y los países vecinos.
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