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miércoles, 24 de agosto de 2011

[Discrepando] Una guerra por el petróleo

[Discrepando] Una guerra por el petróleo

Por: Pedro Díaz Arcia.

El pasado 3 de marzo, a casi un mes del inicio de la agresión extranjera contra Libia, el ex presidente cubano, Fidel Castro, advirtió que era “inevitable” una guerra de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en el país norafricano.

En una de sus habituales “reflexiones” el líder histórico de la Revolución Cubana indicó que Estados Unidos y la Organización del Atlántico Norte (OTAN) no desaprovecharían el conflicto interno surgido en Libia para “promover la intervención militar”, precedida por una campaña mediática de desinformación acerca de lo que realmente sucedía en la nación.

También alertó que habría miles de muertos si la Alianza Atlántica desataba una agresión militar.

Los hechos le han dado la razón.

Aunque todos tenemos las horas contadas, Occidente esperaba con ansiedad la caída del régimen libio, que parecía vivir en tiempo de descuento.

Los rebeldes, empujados a toda marcha por la OTAN, finalmente entraron en Trípoli.

Muamar Gadafi, el estadista de origen bereber, cuyo paradero se desconoce, es harto conocido por sus excentricidades y por la tenaz resistencia que ha opuesto a la alianza bélica.

Pero a la luz de los acontecimientos, la guerra por el petróleo, es el momento de preguntarse: ¿Dónde y quiénes resguardan el derecho internacional de la voracidad imperialista?

¿Dónde está la garantía para el libre ejercicio de la soberanía de un país? ¿En la Organización de Naciones Unidas? ¿En la comprometida Liga Árabe?

¿Cuál será el destino de Siria?

¿Qué puede esperar Venezuela?

Precisamente, el presidente Hugo Chávez, al referirse el lunes a los recientes sucesos en Libia dijo que Estados Unidos y sus aliados de Europa están perpetrando “una masacre” con el fin de hacerse de las riquezas petroleras de esa nación.

El mandatario sudamericano afirmó durante un discurso televisado que al ser Venezuela “la primera riqueza petrolera del mundo” la oposición dirigida por Washington tiene planes para desencadenar en el país una violencia similar a la de Libia y Siria.

A continuación, pidió a la audiencia religiosa: “Pongámonos en manos de Dios para que impida la violencia en Venezuela”. Aunque Dios debe estar bastante ocupado en restaurar valores humanos hoy perdidos en medio de la apetencia secular de los mercados.

Al decretar la guerra abierta contra Libia, en su ambiciosa ceguera, tal vez el bloque atlántico haya metido las manos en un avispero, pero eso es harina de otro costal.

Abdel Monein al Huweini, representante de los rebeldes libios ante la Liga Árabe, dijo que tras la caída de Gadafi no permitirán bases de la OTAN en su territorio. “Libia es un país árabe e islámico antes de la OTAN y después de la OTAN”, afirmó.

La alianza que arrasó con el estado yugoslavo, ahora se ensañó con el régimen de Trípoli. No por preceptos morales ni para “proteger a la población civil” libia, sino para imponer un gobierno que responda a las nuevas exigencias de las potencias occidentales, entre las que Washington ocupa un lugar preferente.

El Pentágono reconoció haber realizado unas 1,200 operaciones de ataque aéreo sobre Libia desde el comienzo de la agresión, arrojando bombas en 242 ocasiones. Además de operar aviones no artillados para recopilar información de inteligencia en la región.

En medio de la humareda y de la confusión, que convive con el caos, el vocero libio Mussa Ibrahim, había afirmado el domingo que en 24 horas tras intensos combates y explosiones, habían muerto 1,300 personas en la capital.

Por otra parte, el Grupo de Contacto sobre Libia convocó a una reunión este jueves en Estambul para abordar los “caminos más efectivos” en el apoyo al Consejo Transitorio libio (CNT), según anunció ayer el Departamento de Estado norteamericano.

El presidente del CNT, Mustafá Abdeljalil, dando por terminada “la era del Muamar Gadafi”, hizo un llamado a los insurgentes para mantener la calma.

En un país de África Norte se disputa el derecho inalienable de los pueblos a su soberanía e integridad territorial.

La caída de Libia significaría que los países independientes del Tercer Mundo serán menos libres.

Lo demás es un cuento de camino.

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