El pasado 29 de junio, la lideresa sindical Elba Esther Gordillo, en rueda de prensa convocada por ella misma, expuso sus estrategias y lo que considera sus principales logros desde que llegó a la dirigencia del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) en 1989, gracias al apoyo del entonces presidente Carlos Salinas (La Jornada, 30/06/2011). En relación con acontecimientos más recientes, en particular la alianza entre el sindicato y el actual gobierno panista, confirmó mucho de lo que ya sabíamos: que durante la campaña electoral de 2006 estableció un pacto con Felipe Calderón, que a cambio del apoyo de los maestros a la candidatura del panista, la señora Gordillo obtuvo la dirección del Issste, de la Lotería Nacional, y la secretaría del Sistema de Seguridad Pública que distribuyó entre sus allegados, cuyo propósito sería administrar los intereses de la maestra en esos organismos. Pero la joya de esta corona fue la Subsecretaría de Educación Básica, donde designó a su yerno Fernando González Sánchez. Ese nombramiento ilustra la violación de uno de los principios de oro de la Secretaría de Educación Pública: mantener al sindicato a distancia de la dirección de la educación pública. La lideresa también aclaró que ella sólo habla con el Presidente de la República, y que los secretarios de Educación, Josefina Vázquez o Alonso Lujambio, no le merecen ningún respeto.
Tal vez más sorprendente que el contenido de estas declaraciones es el desenfado –si no es que la brutalidad– con que la maestra puso al descubierto los tejes y manejes de un poder al que expone sin pudor alguno, como si el apoyo de la corporación al PAN fuera el simple resultado de una operación comercial: “Te lleno las urnas, pero eso te va a costar tres organismos públicos, dos de los cuales podré ordeñar cuanto se me antoje y para lo que me convenga”.
También es escandaloso que este arreglo haya sido concluido precisamente con un candidato del Partido Acción Nacional, una de cuyas señas de identidad era el repudio al corporativismo del PRI, del cual el SNTE es un dignísimo representante. Hasta que la lideresa Gordillo estableció su primer acuerdo con el gobierno de Vicente Fox, el PAN veía en el sindicato de maestros un instrumento de control ideológico del Estado, un obstáculo para la libertad de enseñanza, un nido de corrupción y de ineficiencia que le costaba al erario millones de pesos. Una alianza PAN-SNTE era una propuesta contra natura y, sin embargo, la urgencia de la competencia electoral disipó toda repugnancia.
La intención de la señora Gordillo al abrir sus cartas ante la opinión pública era, no sólo mostrarnos qué tan hábil es, pues sus declaraciones bailan en la autosatisfacción, sino deslindarse de las acusaciones de desvío de recursos públicos en el Issste que involucran al antiguo director Miguel Ángel Yunes. No obstante, este último hizo declaraciones a la prensa el 6 de julio, en las que denunció la extorsión de que fue objeto por parte de su antigua jefa: “Ya te di la silla, ahora te toca pagarme una renta de 20 millones al mes”. Aquí nuevamente debería horrorizarnos la naturalidad y la frescura con que Yunes exhibe arreglos vergonzosos, de los que él mismo fue parte, porque la denuncia no lo salva de ser miembro de un personal político cegado por el cinismo, que ha olvidado el significado de la palabra decencia.
En la rueda de prensa citada, la lideresa Gordillo nos contó que no es mujer de “arrepentimientos”, afortunada ella, sino de “reflexión”, aunque no quede clara la oposición entre unos y otra. Uno se puede arrepentir de reflexiones imprudentes –como las que hizo públicas ese día–, o puedo uno reflexionar sobre lo que denota la incapacidad de arrepentimiento. No sin satisfacción, afirmó que la “historia la juzgará”. Con esta declaración, Elba Esther Gordillo nos dice que se considera a sí misma una figura histórica, que se resigna a ser hoy una incomprendida, porque sabe que a la larga será reconocida… ¿su obra? Pero el manido juicio de la historia también nos dice que la maestra considera que no tienen por qué juzgarla tribunales, jueces o jurados. Ya lo hará la historia. A mí se me ocurre que con este artilugio no pretende asegurarse la trascendencia, sino la impunidad
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