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viernes, 19 de agosto de 2011

Homosexualidad: ¿opción, enfermedad o perversión?

Homosexualidad: ¿opción, enfermedad o perversión?
Categoría: General, Ciencia, Educación, Actualidad, Opinión, Salud, Sociedad

“Hay una moral para cumplir, una familia que defender, una patria que honrar. A esta ética es a la que el pueblo debe hincarle el diente profundamente, para embutir a las generaciones de argentinos en esa civilización que trae el respeto por la tradición y las costumbres, por la familia, por la patria y por el honor de la nación”. Juan Domingo Perón

Motivados por los numerosos y variados comentarios vertidos en la encuesta de agosto de Comunidad Libre Opinión acerca de la homosexualidad, me surgió la idea de escribir un artículo para expresar mi opinión, exponiendo conceptos científicos básicos, con la finalidad de reafirmar la vigencia desde el pensamiento racional, de algunos “Principios Universales” que trascienden el tiempo y el espacio.

Fundaré los motivos por los cuales para mí la homosexualidad es una PERVERSIÓN. No es una enfermedad mental ni física y mucho menos una alternativa u opción. Es lisa y llanamente una DESVIACIÓN o científicamente hablando, constituye una PERVERSIÓN. Esta afirmación no es antojadiza, es una realidad científica, cuyos basamentos procederemos a desarrollar.

En la naturaleza, TODOS los seres vivos aseguran la continuidad de su especie a través de la “reproducción”. La reproducción es la capacidad que tienen los seres vivos de producir réplicas de sí mismos, las cuales a su vez son capaces de seguir propagándose.

Ahora bien, según la especie de que se trate, esta reproducción puede ser sexual o asexual. La reproducción asexual es propia de las especies inferiores (organismos unicelulares, hidras, amebas, algunas plantas, etc.), y se lleva a cabo a través de brotes, división celular simple, etc. Es decir, sin la participación de sexos.

Por el contrario en la reproducción sexual, intervienen dos sexos: uno masculino y otro femenino. En ciertas especies (por ejemplo algunos vegetales) ambos sexos confluyen en un mismo individuo. En este caso el individuo (la planta) es hermafrodita y se fecunda a sí mismo. En el resto de las especies (fundamentalmente las especies animales y el hombre), el sexo femenino y el sexo masculino se presentan en diferentes individuos: uno es el macho y el otro es la hembra. En estos casos (entre los que se encuentra la especie humana), para la perpetuación de la especie se necesita indefectiblemente de la unión sexual de un ser macho (el hombre), con un ser hembra (mujer). Esta unión se llama fecundación o fertilización y es posible a través un acto placentero que se denomina “relación sexual”.

Por todo lo expuesto, vemos que desde el punto de vista estrictamente biológico, el objeto primordial de la relación sexual entre individuos de una misma especie es la procreación, dado que de esta forma se asegura la continuidad de la especie. Por ese motivo la naturaleza dota a los seres vivos sexuados de un deseo irrefrenable (uno de los más fuertes que existen en la naturaleza) que es el instinto sexual (sólo comparable con el instinto de supervivencia).

Esta verdad natural es fácilmente comprobable diariamente en la calle, cuando vemos una perrita en celo perseguida tenazmente durante días, por machos lastimados, sedientos, hambrientos y a punto de desfallecer.

En el ser humano, las cosas difieren un poco. Regulado por la corteza cerebral, se presenta el mismo intenso deseo sexual, con que la naturaleza ha dotado a todos los seres vivos para asegurar la continuidad de las especies. La corteza cerebral es la estructura orgánica que diferencia al hombre del resto de los seres vivientes. Ella es la que nos permite discriminar lo bueno de lo malo; lo lindo de lo feo; lo correcto de lo incorrecto; lo saludable de lo dañino; y en virtud de ello, dirigir nuestras acciones en forma conciente y selectiva. La naturaleza ha dotado al hombre de esta invalorable herramienta, para que sea utilizada en la toma de las mejores decisiones que le aseguren su propia supervivencia y la de la especie.

Pero, esta capacidad natural que posee el ser humano, de discriminar y actuar en consecuencia, es bombardeada pertinazmente (hasta su anulación casi completa) por parte de sectores de poder, que se benefician con la confusión, la subversión y la anarquía. La metodología utilizada es la “invasión mediática de las mentes”, la que está llevando a la humanidad al borde del abismo (léase autodestrucción), a través de la crisis moral más grande de la historia de la misma. Esta invasión mediática universal, les marca a las personas cómo pensar, cómo y dónde actuar, qué elegir, qué decir, cuándo y cómo hacerlo, según lo “socialmente aceptado”, “lo no discriminatorio”, “lo post-moderno”.

Estos conceptos de la post-modernidad, en la mayoría de los casos van contra el Orden Natural, es decir que van “contra el ancestral instinto de conservación de las especies”.

La mayoría de las personas desprevenidas, asumen que tal o cual afirmación vertida por tal o cual catedrático, periodista, o científico, son “verdad” porque lo escuchó por televisión, por radio, o lo leyó en una revista o libro. Con el tiempo, esta afirmación es repetida por más y más personas, y así la mentira es asumida por cada vez más individuos, perpetuando el error.

Simultáneamente, los sectores de poder que se benefician con la subversión de los valores, invierten dinero, tiempo y esfuerzo, para convertir en creíbles los conceptos erróneos. Lo hacen financiando investigaciones pseudo-científicas, con la finalidad de poder argüir “rigor científico” en las afirmaciones “contra-natura”. Otros charlatanes a sueldo repiten, difunden y publicitan estas pseudo-verdades (ahora avaladas por investigaciones científicas falaces, que al no respetar la metodología investigativa, carecen de valor, pero que resultan efectivas para los fines perseguidos).

De esta forma, se pone en marcha una maquinaria infernal que con el paso del tiempo, y la tenacidad de los “comunicadores sociales”, logra que la falacia se transforme mágicamente en una “afirmación aceptada” y respetada por todos, lo cual no significa que sea verdad. Llegado a este punto, todo aquel que ose discrepar con la “nueva afirmación universal”, será castigado con el escarnio público, y silenciado convenientemente en toda la extensión del orbe hasta el final de los tiempos.

Un ejemplo concreto, es el del Psiquiatra austríaco de origen hebreo Sigmund Freud. Todos sabemos que la falta de rigor científico de sus enfermizas teorías, fueron las responsables de los 50 años de atraso que sufrió la Medicina Psiquiátrica (gracias a la perversa y profusa difusión mediática con la que contó, especialmente después de la Segunda Guerra Mundial).

Recién ahora, tímidamente, se están retomando las líneas investigativas organicistas, las mismas que se iniciaron en Alemania en la década del 30. Estas teorías organicistas alemanas, intentaban dar una explicación racional, de causa orgánica, a las enfermedades y padecimientos mentales, tal fue el caso del neuropsicólogo alemán Richard von Krafft-Ebing. Gracias a precursores como este alemán, en la actualidad se conoce el origen orgánico de muchas enfermedades psiquiátricas, como la depresión, el trastorno obsesivo-compulsivo, las distimias en general, las manías, y otros padecimientos neurológicos como el Mal de Alzheimer, la epilepsia, la demencia senil, etc.

Por todo lo expresado, debemos advertir que para poder comprender los motivos por los cuales la homosexualidad es una PERVERSIÓN, será necesario que nos esforcemos en dejar de lado falsas concepciones previas, y que nos dispongamos a ejercer nuestro derecho natural a utilizar nuestra corteza cerebral, para discriminar por nosotros mismos “la verdad de la mentira”.

En primer lugar diremos que la equivocación más frecuente, es creer que los homosexuales presentan un trastorno genético u enfermedad orgánica que originó el problema. Esta concepción errónea, conduce a la justificación de la homosexualidad, en la seguridad de que el homosexual no es responsable de la “desgracia que le tocó padecer”.

Esto no es así. Para comprender los motivos, es necesario explicar que una cosa es la homosexualidad y otra muy distinta es la Intersexualidad.

La Intersexualidad (antiguamente denominada Hermafroditismo) es considerada científicamente, dentro de los “Trastornos del desarrollo sexual”. Se los define como un grupo de afecciones donde hay una discrepancia entre los genitales internos y externos (los testículos o los ovarios).

El término antiguo para esta afección, “hermafroditismo”, provino de juntar los nombres de un dios y una diosa griegos, Hermes y Afrodita. Hermes era el dios de la sexualidad masculina (entre otras cosas) y Afrodita la diosa de la sexualidad, el amor y la belleza femeninas.

Este grupo de afecciones constituyen los trastornos del desarrollo sexual (DSD, por sus siglas en inglés), y en muchos niños, la causa de la intersexualidad puede permanecer indeterminada, incluso con las técnicas de diagnóstico modernas.

Es importante destacar, las diferentes frecuencias de presentación de estas dos entidades, totalmente diferentes (los DSD y la homosexualidad). Mientras los “trastornos del desarrollo sexual” (DSD), presentan una bajísima incidencia en la población general, la homosexualidad tiene una elevada frecuencia de aparición. Es un hecho notorio y fácilmente comprobable, el incremento acelerado y continuo de nuevos casos de homosexualidad, en la medida en que esta aberración se difunde y promociona por los medios masivos de comunicación.

Avalando lo consignado diremos que, según un estudio científico realizado por el Dr. Diego Enriquez y colaboradores entre los años 1988 y 1996, sobre 59.583 niños nacidos en el Hospital Materno Infantil Sardá, (ciudad de Buenos Aires, República Argentina), la prevalencia de Trastornos del Desarrollo Sexual, fue de 1,7/10.000. Es decir, la frecuencia de presentación fue del 0,017% de los recién nacidos vivos.

Otro estudio científico realizado por el ECLAMC (Estudio Colaborativo de países Latinoamericanos de Malformaciones Congénitas), entre los años 1967 y 1982, determinó que, sobre un total de 898.435 recién nacidos vivos se presentó una prevalencia de trastornos del desarrollo sexual de 1/20.000. Es decir el 0,005% de los recién nacidos vivos.

No hace falta ser un experto, para advertir que estas cifras contrastan ostensiblemente con los valores porcentuales de presentación de homosexualidad en cualquier sociedad moderna.

Por su parte, en todos los casos de intersexualidad, existen trastornos orgánicos comprobables. En la mayoría de los casos, se puede establecer cuáles fueron las causas que determinaron esas alteraciones en el recién nacido. Entre los motivos más frecuentes, podemos mencionar hormonas consumidas por la madre durante el embarazo, tumores maternos productores de hormonas, deficiencias enzimáticas en el recién nacido, alteraciones genéticas simples u asociadas del recién nacido, disgenesias gonadales, ausencia de receptores hormonales, etc.. Estudios recientes en animales sugieren que muchas de estas alteraciones genéticas podrían deberse a la exposición materna a pesticidas y/o herbicidas empleados en la agricultura.

Excede el objeto de este artículo, adentrarnos en el estudio de los “trastornos del desarrollo sexual”, sólo diremos que la intersexualidad se puede dividir en 4 categorías:

Intersexualidad 46, XX

Intersexualidad 46, XY

Intersexualidad gonadal verdadera

Intersexualidad compleja o indeterminada

Para aquellos a quienes les interese profundizar en el tema, les sugiero visitar la siguiente página de internet:

http://www.medlineplus.gov/spanish/

A continuación, analizaremos el tema desde el punto de vista de la psiquiatría.

Conceptos y definiciones (trascripción de enciclopedias de psiquiatría).

La palabra perversión deriva del latín “perversio”, significa cambio de bien en mal y corrupción de las costumbres. En 1885 el psiquiatra francés Magnan utilizó por primera vez la expresión “perversión sexual”, que luego quedó sobreentendida cuando se habla solamente de perversión.

Perversión sexual, se define como un trastorno que no afecta la respuesta sexual, y que “consiste en una desviación de la elección de la pareja, de la relación con la pareja, del escenario, de las circunstancias, o del modo de hacer el amor”. El desarreglo parafílico (perversión) es altamente específico: uno es sensible al olor de la orina, otro a recibir golpes y un tercero a las “Lolitas”. (Hasta aquí lo que consta en las enciclopedias de psiquiatría).

Por otro lado, en 1973 la Asociación Psiquiátrica de Estados Unidos eliminó la homosexualidad de su lista de perversiones y, en 1980, del DSM, Manual de Clasificación de las Enfermedades Mentales de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Ahora bien, no hace falta ser psiquiatra, sino tener una “corteza cerebral independiente”, para advertir rápidamente la existencia de un gran contrasentido. Las verdades científicas son incompatibles con los contrasentidos, siendo éstos característicos de las falacias. Vale decir que una verdad científica no admite, bajo ningún punto de vista la existencia de afirmaciones que sean contrarias al sentido común.

Analizaremos esta cuestión. Aquellos mismos que suscriben en enciclopedias psiquiátricas que “la perversión sexual es un trastorno que consiste en una desviación en la elección de la pareja, de la relación con la pareja, del escenario, de las circunstancias, o del modo de hacer el amor”, son los mismos que eliminan a la homosexualidad de su lista de perversiones.

Siguiendo un razonamiento lógico, se infiere que, según el grupo de psiquiatras que conforman la Asociación Psiquiátrica de Estados Unidos (que son los mismos que deciden las resoluciones de la OMS), “son individuos perversos, aquellos que se excitan con el olor de la orina de su compañera, aquellos a los que les gusta recibir golpes, y aquellos otros que mantienen relaciones sexuales con mujeres jóvenes (“Lolitas”)”. Esto es razonable, porque responde al concepto de perversiones. Lo que resulta irracional (especialmente para una corteza que piensa por sí misma), es el motivo por el cual estos mismos psiquiatras no consideran perversos a los homosexuales (omitiendo así, el concepto de “perversión” que ellos mismos confeccionaron o suscribieron).

Queda claro entonces, que para los psiquiatras de la Asociación Psiquiátrica de Estados Unidos, constituye una desviación en la elección de la pareja, que un hombre elija para mantener relaciones sexuales una mujer joven (“Lolita”). Pero, consideran una “elección normal”, que un hombre elija a otro hombre, o que una mujer elija a otra mujer.

Volvamos a lo que dice la bibliografía psiquiátrica:

“El perverso necesita de condiciones no convencionales o de “partenaire” insólitos para excitarse y alcanzar el clímax. El perverso se hace adicto, lo mismo que a una droga, a los peculiares estímulos y rituales sexuales que operan como impulsos irresistibles a la acción, aun contra los intereses y la dignidad del propio sujeto”.

“De acuerdo con su potencial nocivo, las parafilias o perversiones pueden ser inofensivas como el fetichismo (excitarse con una prenda íntima, ropa interior), dañinas como la violación, o mortales como el asesinato sádico”. (fin de la cita)

Aquí se presenta una nueva contradicción. Si, como la bibliografía afirma, “el perverso necesita de condiciones no convencionales o de “partenaire” insólitos para excitarse y alcanzar el clímax”, ¿por qué los psiquiatras de la Asociación estadounidense excluyen a los homosexuales del grupo de los perversos? ¿es acaso “menos convencional” (y por ello es un perverso) aquel hombre que se excita con una prenda íntima de una mujer, pero es “más convencional” (y por eso es “normal”) aquel otro que se excita y mantiene relaciones sexuales con un individuo del mismo sexo?

Por otra parte, si como ya hemos establecido, la continuidad de la especie es el interés supremo de todo ser vivo… ¿el homosexual no atenta contra sus intereses personales y contra los de toda su especie, al elegir una pareja sexual con la que, por ley natural, le será imposible procrear?

Por último en la bibliografía psiquiátrica se afirma:

“Durante mucho tiempo las distinciones entre la sexualidad normal y la “contra natura” fueron arbitrarias y dependieron más de las ideologías religiosas que de los criterios científicos. El desarrollo de la sexología le ha quitado el sentido patológico a la homosexualidad, a la pornografía y a la prostitución”. (fin de la cita)

A nuestro entender, en esta afirmación se encuentra el nudo de la cuestión. Por eso, la pregunta obligada de una mente independiente será: en la actualidad ¿quién establece el límite entre la sexualidad normal y la “contra natura”? ¿Serán las arbitrarias ideologías religiosas? ¿Serán las arbitrarias contradicciones de la Asociación de Psiquiatría de Estados Unidos y sus amigos de la OMS? ¿O serán las comprobaciones científicas, cuyos postulados metodológicos, por definición, no admiten la irracionalidad?

Por todo lo dicho, resulta obvio que en la actualidad, ni la religión ni la ciencia participan en la toma de estas decisiones. Con todo, algunas mentes cándidas aún podrán sostener: ¡pero, si está científicamente probado que la homosexualidad no es una enfermedad, ni una perversión!

En respuesta a ellos, estamos en condiciones de afirmar, que no existen estudios de rigor científico publicados en la bibliografía médica, que determinen las causas de la homosexualidad, menos aún de establecer la “normalidad” de la misma.

A continuación procederemos a probar tal afirmación.

La estrategia habitual que usan los pseudocientíficos, buscando convencer a los incautos de que sus afirmaciones son verdaderas, es hacer alusión a supuestas investigaciones científicas que probarían la veracidad de sus afirmaciones. Sólo se refieren a la supuesta realización de experimentos científicos, sin especificar los autores del estudio, ni el lugar, ni la fecha, ni ningún otro dato que permita su rápida búsqueda. Curiosamente a la gente le basta leer u oír la palabra “científicamente”, para creer ciegamente en las propiedades o características de algo.

Desgraciadamente para los charlatanes, la ciencia no funciona así. La principal fortaleza que tiene la ciencia, es que los resultados de cualquier investigación científica son publicados en forma de artículo científico en revistas de circulación internacional.

Estos artículos están subdivididos en: introducción, metodología, resultados y discusión; y su objetivo, además de comunicar los hallazgos, es que cualquier científico que lo deseé pueda reproducir los experimentos, para arribar a las mismas conclusiones.

En el ámbito científico, la “publicación de los trabajos” está siendo utilizado como método de evaluación del trabajo de los investigadores. Por esta razón, todas las instituciones serias del mundo exigen que el trabajo de sus investigadores sea publicado. Por esto, la cantidad de publicaciones científicas es muy grande.

Poco tiempo atrás, resultaba imposible acceder a todo el material publicado. Afortunadamente, la informática concurrió en auxilio de la ciencia, y hoy contamos con bases de datos. Los “pub meds” son bases de datos gigantescos, donde se recopilan todos los artículos publicados en las revistas más importantes del mundo (se pueden encontrar algunos que datan del siglo XVII). Estas bases de datos tienen cajas de búsqueda, con éstas se pueden buscar todos los artículos publicados sobre un tema específico.

Una de las más famosas y mejor dotadas es el NCBI del Instituto Nacional de Salud de los Estados Unidos de América, y su uso es bastante fácil.

Al buscar en inglés y en castellano, “estudios científicos sobre la etiología (causas) de la homosexualidad”, se determinó que, en toda la base de datos de publicaciones científicas del mundo, no hay un solo artículo donde se encuentre el tema.

Estimamos que todos los argumentos hasta aquí vertidos, han sido más que suficientes para probar que la homosexualidad es una “perversión sexual”.

Aún así, algún crédulo, puede que siga dando crédito a las “supuestas confirmaciones científicas” del biólogo estadounidense, Alfred Charles Kinsey, autor de dos estudios publicados, sobre el comportamiento sexual en hombres y mujeres. Según sus seguidores, mediante estos dos estudios, Kinsey “habría rebatido la hipótesis de que la homosexualidad es una anormalidad”.

Para algunos, Kinsey es una especie de “adalid de la homosexualidad”, ya que a la hora de argumentar científicamente, lo único que pueden esgrimir son los “famosos estudios” de Kinsey. Lo que sus fanáticos no dicen, es lo siguiente:

1.Kinsey, adolecía de idoneidad para determinar la etiología de la homosexualidad, debido a que carecía de la formación específica para hacerlo. Kinsey no era psiquiatra…ni siquiera era médico. Aunque parezca increíble, el señor Kinsey era “entomólogo”. Quizás, si se hubiera dedicado al ámbito de su conocimiento, sus aportes hubiesen sido provechosos. Como psicólogo, Kinsey podría haber colaborado con alguna investigación científica seria, conducida por psiquiatras, pero nunca lo hizo.

2.Los “famosos” estudios de Kinsey son: “El comportamiento sexual en el hombre” (Sexual behavior in the human male), publicado en 1948, y “El comportamiento sexual en la mujer”(Sexual behavior in the human female), en 1953. En el presente, los avances científico-tecnológicos, condicionan una actualización incesante en los conocimientos y aseveraciones científicas. En este contexto, resulta ingenuo, irrisorio, y hasta constituye una falta de respeto, esgrimir como ÚNICO fundamento para la hipótesis de que la homosexualidad es un estado “normal”, a un par de estudios de 60 años de antigüedad. Agrava este hecho, la inexistencia de estudios confirmatorios posteriores.

3.Basta investigar un poco, para descubrir que estos estudios son fuertemente cuestionados por todo el espectro científico, y que se considera NULO su valor probatorio. Ya en el año 1948, un equipo de investigadores dirigidos por el renombrado científico Terman, en relación a la metodología empleada por Kinsey, arribaron a las siguientes conclusiones: “el resultado de su muestreo no puede extrapolarse al resto de la población”, “sus estudios adolecen de algunos problemas metodológicos y técnicos importantes”. Pocos años después, en 1954 otro equipo, esta vez dirigido por uno de los más grandes talentos estadísticos del siglo XX, John Tukey, en colaboración con Frederick Mosteller y William Gemmell Cochran, pusieron a prueba el procedimiento de diseño de muestras pseudo-estadísticas empleadas por Kinsey. Mediante la utilización de muestras aleatorias, pudieron probar la existencia de sesgos (errores) en la medición de proporciones y en la asignación de frecuencias a las escalas, realizadas por Kinsey, con lo cual se echó por tierra el rigor científico de los estudios del “adalid de los homosexuales”.

Hemos probado la falta de rigor científico de las investigaciones de Kinsey. A continuación, expondremos las conclusiones a las que arribó:

Según sus trabajos, basados en una “encuesta anónima”, confirmaba que “la mitad de los varones de la muestra estudiada habían tenido al menos una experiencia homosexual (a nivel físico o de fantasía), aunque era muy frecuente que hubieran tenido más de una, o incluso una vida homosexual exclusiva (4%)”. Con estos datos, el “entomólogo venido a médico”, concluyó que: “este tipo de sexualidad no era excepcional”.

Estas afirmaciones, determinan que los estudios realizados, son “estudios de prevalencia”. La mayor o menor prevalencia de algún hecho en una población, de ninguna manera autoriza a inferir normalidad o anormalidad. Un ejemplo aclarará este punto: la diabetes mellitus, es una patología muy frecuente en la población mundial. Sería descabellado inferir que, “por su elevada frecuencia de presentación en la población mundial, la diabetes es una condición normal en el ser humano”.

Por si algo faltara, al conjunto de “patrañas” que rodean a los estudios de Kinsey, acudieron los personeros de la mentira, “los comunicadores sociales”. Fieles a su enfermiza mala costumbre, introdujeron una pequeña modificación en la conclusión del estudio. De esta forma la conclusión original, “la homosexualidad no es excepcional”, mágicamente se transformó en “la homosexualidad no es una anormalidad”… lo cual constituye una intencional e inadmisible tergiversación.

Queda demostrado entonces, que un par de estudios plagados de errores metodológicos groseros, totalmente fuera de vigencia, sin confirmaciones posteriores, realizados por una persona no idónea, cuyas conclusiones fueron cuestionadas por gran parte de la comunidad científica, y modificados por la “prensa independiente”a su antojo, son el único fundamento que pueden exhibir aquellos que sostienen que la homosexualidad es normal.

Para finalizar este artículo de opinión, diremos que nuestro humilde objetivo ha sido encender un haz de luz sobre tanta confusión. Confusión generada intencionalmente por aquellos que pretenden subvertir los valores de los pueblos fuertes, con la rastrera finalidad de debilitarlos para facilitar su dominación. Esperamos sinceramente haber logrado nuestro objetivo, por el bien de la Patria y de las generaciones futuras.

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