SEAMOS LIBRES Y LO DEMAS NO IMPORTA NADA .
Merece recordarse especialmente para los devotos del librecambio que el General de Los Andes orienta esta movilización económica de Cuyo desde una perspectiva proteccionista. Al igual que Moreno y Artigas, San Martín advierte la necesidad de defender los talleres nativos frente a la competencia extranjera.
Así, cuando el gobernador de San Juan, José I. de la Roza, le reclama por la parálisis que sufren los frutos locales por la pujante introducción de caldos extranjeros, San Martín responde: -El Superior Gobierno conoce a fondo cuantos sacrificios ha costado a esta provincia organizar el ejercito de mi mando, que el fuerte de su comercio son los licores y que recargados con impuestos, o que paralizados con la introducción extranjera, declinara en importancia de sus recursos a una languidez irreponible, por lo cual, sostiene Eduardo Astesano, plantea la urgencia de una reforma protectora.
Asimismo, la puesta en marcha de la economía cuyana solo resulta posible si se aplican medidas audaces, que cuestionan el derecho de propiedad.-Atendiendo a la alimentación popular, reglamento la distribución de la carne de consumo de acuerdo a los altibajos del producto [ . . .) impuso un severo control entre los productores y el expendio de los menudos en pulperías, estableciendo normas y penalidades.
No solo San Martín apropia manu militari de caballos y mulas prometiendo que algún día sus dueños recibirán resarcimiento, sino que apela, a menudo, a presiones amables que lindan con la confiscación, como en estas dos cartas que reproduce Víctor Barrionuevo: - Ya es urgente el que usted tenga la bondad de desocupar la casa de su propiedad que se pidió a usted por este gobierno para adelantar los trabajos de la maestranza del Estado, mudándose a la que tiene designada el muy ilustre Cabildo. Este sacrificio que se exige de usted es análogo a los sentimientos patrióticos que lo caracterizan y convencido este gobierno de esta verdad, espera que en el termino de seis días entregara dicha casa al Sr. Comandante General de Artillería";
-No dudando que recibirá el mayor placer en cooperar por su parte en sacar del miserable estado de esclavitud a que la casualidad lo redujo, al jovencito José Maria que usted posee [ .. . . ] (para lo cual) he tenido a bien tasarlo en 50 pesos, a pesar de que su precio de adjudicación que hicieron a usted sea el de 75 pesos. Cuando la humanidad y dignidad del hombre exigen algún sacrificio, es de necesidad que se lo tributemos; cumpla usted, pues, con este deber sagrado en el poco momento que se le presenta.
De idéntica manera, el Gran Capitán se define por la intervención del Estado en lo conflictos entre patrones y obreros, según lo admite un diario nada sospechoso de obrerismo como La Prensa:
-...Paralelamente, San Martín defendió la situación de los trabajadores, ocupándose preferentemente del aumento de sus salarios. Sus ordenanzas conciliatorias y equitativas, constituyen, en nuestro país, la primera gestión niveladora entre capital y trabajo.
Son tiempos de revolución...
Asimismo se preocupa por la salud publica (ya hemos señalado la introducción de la vacuna contra la viruela) y por la educación, con una orientación moderna y científica: Bajo los auspicios liberales del General San Martín y el cuidado científico del doctor Gillies, Mendoza es un ejemplo de progreso para las otras ciudades sudamericanas. Se estableció una escuela de Lancaster, cuando yo estaba allí -recuerda el ingles Roberto Proctor- y se abrió una biblioteca pública y por añadidura, se editaba un periódico por algunos jóvenes del lugar, que era canal para difundir los principios liberales en todo el continente. Las utilidades se destinaban para costear la escuela, a la que estaba anexo un teatro rústico, donde los mismos jóvenes, a veces, representaban. Se había hecho mucha oposición a estas instituciones por personas fanáticas, en especial por el clero, pero el patrocinio del general San Martín fue suficiente para silenciar el clamor de estos retrógrados enemigos del progreso.
El mismo visitante de la Mendoza de aquellos tiempos señala: en materia de religión, San Martín es liberal y ha sido el primero en ocuparse de que sean tolerados los matrimonios de extranjeros no católicos con señoritas sudamericanas pertenecientes a esa religión, sin que se obligue a cambiar de credo a los maridos.
También se preocupa por imponer a sus oficiales el estudio de Matemáticas e Ingeniería Militar (aunque, mas de una vez, la referencia a la escuela de Matemáticas oculta, en el General, cuestiones atinentes a la Logia) .
Establece, asimismo, los mecanismos que aseguren comida y vestimenta a sus soldados, al tiempo que impone una severa disciplina y depura el cuadro, enviando a Córdoba a los más díscolos e indisciplinados. Su actividad resulta múltiple pues tanto debe abocarse a todo lo referido a la construcción del Ejército de los Andes como a las tareas propias de su función de gobernador intendente. Así le comenta a Godoy Cruz de que modo debe abandonar a veces cuestiones trascendentales para intervenir en la demanda de un marido cornudo, en la de un esclavo al que le pegaron un pescozón. Y otro día, debe reprender al ayuntamiento de Mendoza pues, ante el reclamo de los docentes que no pueden recurrir, como antes de la Asamblea del año XIII, al rebenque para imponer disciplina, ha autorizado al maestro Javier Morales la pena de azotes, aunque con un coto racional. Ante ello, San Martín -en un rasgo de buen humor- emite la siguiente resolución: Siendo el trasero una parte corporal y a los ojos modestos, malquista ( no se hace querer), donde se pretende castigar, cuando no puede ser oída, ni puede ser vista, declaro no ha lugar. Sólo se concede al suplicante dar doce azotes a lo sumo y en la palma de la mano, con el guante. La preocupación por educar e incluso reglar la vida de sus conciudadanos en función de las nuevas ideas, aparece asimismo en otras disposiciones que algunos juzgarán autoritarias.
Por ejemplo, prohíbe que los peones puedan estar en las pulperías en los días hábiles de trabajo e impone que los vivanderos queden obligados de dar parte al gobierno siempre que en sus casas de ventas concurran hombres sospechosos o sientan entre la tropa conversaciones perjudiciales al servicio de la patria. Las pulperías debían cerrarse a las diez de la noche y pasada esa hora no podían dar posada a ningún transeúnte.
La combinación de principios libertarios con la aplicación de drásticas sanciones a los enemigos de la revolución lleva también al recuerdo de aquel secretario de la Junta que estimaba natural que el triunfo de la Libertad, tal como en el 89, se produjese vertiendo arroyos de sangre. Así, no vacila en aplicar la pena de muerte: Los dos primeros fusilamientos que presenció la población de Mendoza causaron una impresión profunda pero cortaron de raíz el mal: eran dos desertores. Así, afirma: No sólo debemos evadirnos de los enemigos de ultramar; sino de los americanos que olvidando la obligación de defender la patria, se han hecho, con su conducta, dignos del mayor odio.
Del mismo modo, cuando se trata de curas reaccionarios: La dignidad es respetable, pero la salvación de la patria, la existencia de millares de hombres, es de tanto mayor interés... Deseaba con las mayores veras la deposición de ese mitrado (Rodrigo Antonio de Orellana, obispo de Córdoba, empedernido absolutista, había conspirado con Liniers en 1810 y por su investidura, había zafado del fusilamiento en Cabeza de Tigre) Datos positivos me convencían de su perfidia y temeraria osadía en minar la causa de la América. Otras veces, era algún español o algún paisano que vendían ropas del ejército a los enemigos, y recibían, por ello, cincuenta palos que se darán a cada uno en su cuerpo.
Tampoco la vieja costumbre medieval de descuartizar a los criminales o traidores y exhibir sus miembros en los caminos, fue olvidada por San Martín. El 15 de noviembre de 1815 , informó al presidente de la Comisión Militar que conformándose con la sentencia de muerte pronunciada por esa comisión en 11 del corriente contra los reos Agustín y Polinardo Muñoz e Ignacio López, ha agregado, con dictamen del auditor; que los tres reos sean conducidos a San Luis para que, ejecutados en aquella ciudad, se descuarticen y distribuyan sus miembros por los caminos, para terror y escarmiento de los salteadores y desertores que inundan aquel distrito.
Alguien podría sostener que San Martín aplicaba aquello de ‘al enemigo, ni justicia’, tal la represión dirigida contra los enemigos de la Revolución. Un portugués, José Pazos fue condenado por San Martín a pagar cien pesos en el plazo de tres días, por no haber reprendido a su mujer, que vertió expresiones denigrativas al sagrado sistema de América. La oposición llegó a tales extremos que el 27 de noviembre de 1815, San Martín dirigió dos circulares a varios godos americanos y a varios godos extranjeros. A los primeros los reprendía: -Tiene este gobierno el disgusto de que Ud, se enumere en la odiosa lista de los desnaturalizados hijos de América. Así lo convence la notoriedad de su fama y lo que es más, repetidos informes de sujetos imparciales. A los segundos les dirigía palabras aún mas duras. Unos y otros debían retirarse a la ciudad de San Juan, a las órdenes del teniente gobernador de esa ciudad. Asimismo los bienes del presbítero José Manuel Sáez, residente en Chile, enemigo de la causa americana habían sido puestos en pública subasta ( . . . )Muchos sospechosos así americanos como europeos, se refugiaban en la ciudad de La Rioja para pasar a Chile o tener noticias de allí (..) El cura de San Juan, don José María Castro, fray Pedro Nolasco Ríos, Roque Mallea y fray Lorenzo Muñoz, confinados en San Luis por declarados enemigos de la causa, se fueron a Córdoba para huir a Chile.
Además, como si San Martín estuviera conscientemente empeñado en aplicar las directivas de Moreno, reproduce diversos mecanismos del Plan de Operaciones para perseguir y confundir a los opositores.
A los tenientes gobernadores les ordena muy reservadamente que abran la correspondencia de las personas sospechosas, valiéndose de algún arbitrio para poner las cartas en el mismo estado, si de ellas no resultare ninguna sospecha o mal directo a la causa publica. ara San Martín, como para Moreno, la Revolución es absolutamente prioritaria y ella justifica la adopción de las medidas mas drásticas. Frente al enemigo que posee cuantiosos recursos, no idolatra la libertad en abstracto que podría significar la vuelta a la esclavitud del pueblo.
Quienes negaron la libertad para defender sus privilegios, no pueden reclamarla ahora para intentar recuperarlos. Su carta a Guido, del 28 de enero de 1816, resulta por demás elocuente: ¡Carajo con nuestros paisanitos! Toma liberalidad y con ella nos vamos al sepulcro. Lancero mío, en tiempo de Revolución, no hay más medio para continuarla que el que mande diga hágase y que esto se ejecute tuerto o derecho.
El esfuerzo de San Martín, como así de todo Cuyo y otras provincias vecinas, alcanza niveles ciclópeos. Constituye la mejor prueba de que cuando un gobernante obtiene la confianza del pueblo y cuando el Estado asume el rol empresario porque no existe una burguesía nacional, planificando recursos y resguardando la producción, es posible promover un alto desarrollo de las fuerzas productivas. Sarmiento - que no se caracteriza por excesiva simpatía a San Martín, ni tampoco acostumbra a halagar al pueblo- ha dejado esta opinión tajante: San Martín, en sus últimos años, nos ha referido con enternecimiento muchos casos extraordinarios de abnegación espontánea de los vecinos de Mendoza. Los carreteros no admitían pago de viajes desde Buenos Aires, realizando uno, en 19 días, con armamento. Los labradores sembraban parte de sus campos para el ejército y repartían sus cosechas con el General. De chasques a Buenos Aires, a los puestos avanzados en la cordillera, o a Tucumán, servían personas animosas que realizaban prodigios de celeridad en sus viajes.
Las damas no vivían sino cosiendo ropas o haciendo hilos para el ejército y durante los tres años de su creación, Mendoza, San Juan y San Luis fueron verdaderos arsenales de guerra, ocupada toda la población en el servicio del ejército. La maestranza de Mendoza, bajo la dirección de Beltrán, fabricaba fusiles (excepto el cañón), fundía balas, confeccionaba cohetes, fornituras, morriones y cuanto necesita un ejército. Sin embargo, ni aún así Cuyo se basta para gestar un ejército de miles de hombres, con el aprovisionamiento necesario para cruzar los Andes y derrotar a los godos en Chile.
Por esta razón, el mismo San Martín que exige esfuerzos a las provincias interiores en favor de la campaña hispanoamericana necesita también convencer a los porteños de que deben aportarle fondos, pues de otro modo corren peligro de ser derrotados por el absolutismo resurrecto. Tucumán le envía monturas; San Luis, salitre, ponchos, frazadas y bayetas; Córdoba, pólvora, espadas, sables y lanzas desde los talleres de Caroya; San Juan y La Rioja, plomo; Mendoza aporta pólvora, salitre, tejidos y herraduras, pero también desde Buenos Aires llegan fusiles, carabinas y dinero ..
Esto explicaría la táctica política de San Martín, no siempre comprensible a primera vista: su buena voluntad hacia los caudillos, sin llegar a comprometerse definitivamente con ellos, su parcial apoyatura en Buenos Aires, negociando acuerdos, sin entregarse nunca. Eduardo Astesano sostiene que para levantar el Ejercito de los Andes San Martín se apoya alternativamente en las manufacturas y talleres del interior y, asimismo, en los dineros e importaciones de Buenos Aires.
Parece correcto deducir de allí su táctica pendular en la política interna, signada por una estrategia que prioriza, por sobre todo, la lucha contra el absolutismo (impedir la reinstalación de las instituciones del siglo XVIII, resguardando los derechos populares alcanzados) y además, desde la perspectiva de la Patria Grande, enlaza liberación con unificación hispanoamericana.
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