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jueves, 5 de enero de 2012

El Corán y las otras religiones

El Corán y las otras religiones
Teología de la liberación en el islam
05/01/2012 - Autor: Asghar Ali Engineer - Fuente: Webislam
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Teología islámica de la liberación, de Asghar Ali EngineerEn la actualidad, se plantea la cuestión de los problemas entre las religiones en nuestro mundo cada vez más globalizado. Nunca antes tantas religiones convivieron juntas. Cada rincón y esquina del mundo de hoy es religiosamente plural. Hubo un tiempo en que Europa era casi mono-religiosa, igual que América y Canadá. Hoy en día, ni Norteamérica ni Canadá ni ningún país de Europa se puede considerar mono-religioso.

Si bien la diversidad es una fuerza en una sociedad democrática, también puede convertirse en un problema. Así, en casi todos los países estamos viviendo conflictos inter-religiosos en mayor o menor grado. Los que promueven el conflicto en nombre de la religión lo hacen citando las Escrituras, tratando de este modo hacer responsable del conflicto a las escrituras religiosas. Musulmanes que mantienen que los no musulmanes son kafir, cristianos que piensan que todos los no cristianos son paganos condenados al infierno o hindúes que tienen a los musulmanes y otros no musulmanes por malechhas (impuros).

Nos gustaría aclarar aquí, en este artículo, cómo el Corán ve a otras religiones o a los que no poseen escrituras. ¿Rechaza el Corán otras religiones? ¿Quién es considerado kafir? ¿Cómo lo definimos? Estas son preguntas importantes y deben ser contestadas satisfactoriamente. ¿Debemos ser tolerantes o intolerantes? Los musulmanes militantes son extremadamente intolerantes y rechazan todas las otras creencias como falsas. No quieren convivir con otras religiones en pie de igualdad. ¿Tiene esta actitud fundamento en el Corán? Los militantes, por supuesto, creen que la tiene.

De hecho, como hemos sostenido reiteradas veces, debemos tener una metodología para la comprensión de la revelación. No debe ser entendida selectivamente y tampoco limitarse al sentido literal. A menudo es rica en lenguaje simbólico y alegórico. Además, las escrituras responden a necesidades históricas, y hay que tener en cuenta la situación histórica en respuesta a la que determinados versos han sido revelados. Los musulmanes ortodoxos o militantes no tienen estas cosas en mente y no consideran ni la situación histórica a la que responde la escritura ni su lenguaje alegórico.

Todos los ulemas están de acuerdo en que el Corán establece la unidad de las religiones es decir, wahdat-e-Din. Aceptan a los profetas anteriores a Muhammad (paz sea con él) como enviados por Dios y las escrituras presentadas por ellos como revelaciones, lo mismo que el Corán. Sin embargo, y a pesar de que estas escrituras han sido reveladas, piensan que el Corán las ha superado a todas y tiene un carácter definitivo sobre todas las demás, ya que la importancia del resto no es más que una importancia histórica. No tienen más validez. Es esta actitud la que crea problemas.

En este punto, debemos examinar la posición del Corán para saber si tal posición con respecto a otras religiones es válida. Es cierto que el Corán, según los musulmanes, es la revelación final y Muhammad (la paz sea con él) es el último Profeta. Pero no hay nada nuevo en esta posición. Los seguidores de todas las religiones tienen la misma creencia. Los judíos no aceptan a Cristo como profeta de Dios, los cristianos no aceptan a Muhammad como profeta y los zoroastrianos no aceptaron a ningún otro profeta después de Zoroastro. En estos casos, la identidad misma de la religión depende de la no aceptación de otros profetas.

Para entender el Corán, es importante señalar que parte de él fue revelado en La Meca y otra parte en Medina. La situación social y religiosa era muy diferente en ambas ciudades. La Meca era una ciudad santa para los árabes incluso antes de surgimiento del Islam. Tenía en la tribu Quraysh una de las más influyentes y algunos clanes como los Hashimitas eran dirigentes de las instituciones religiosas.

Los Quraish eran buenos diplomáticos y administradores experimentados, pero carecían de Escritura y no habían tenido ningún profeta en su historia. Sólo seguían sus costumbres y tradiciones tribales. En otras palabras, no poseían ninguna verdad divina. Había diversas tradiciones, pero no tenían una religión basada en escritura revelada.

En Medina, en cambio, había distintas situaciones religiosas y sociales. Cuando Muhammad (la paz sea con él) emigró a Medina, había una sociedad religiosamente plural. Había judíos, tribus paganas y musulmanes, ya que algunos paganos habían abrazado el Islam. Cuando el Profeta emigró a Medina, estos tres grupos religiosos coexistían allí. Por otra parte, Medina, además de multireligiosa, era un oasis de tierra fértil. La situación socio-religiosa en Medina era, por lo tanto, muy diferente.

¿Por qué el Corán condena enérgicamente la idolatría y el shirk (el asociar a Dios cosas creadas)? ¿Es esta condena absoluta y un muestra de intolerancia hacia los adoradores de ídolos? Los ortodoxos querrían hacernos creer que es así. Pero si se estudia el Corán con sumo cuidado y en toda su complejidad, uno se dará cuenta de que su posición no es tan simple, sino mucho más compleja.

El Corán ataca la adoración de ídolos por varias razones, pero no para demostrar su intolerancia hacia la adoración de ídolos, como a algunos les gusta mostrar a los hindúes en la India. El Corán ataca la adoración de ídolos porque había traído degradación moral y creencias supersticiosas. Aquellos árabes pensaban que los ídolos eran todopoderosos y su destino estaba en sus manos. Arrojaban los dados (azlam) ante ellos para decidir sobre sus vidas. Toda su fe estaba en estos ídolos, tratados como un poder supremo. Estas supersticiones los volvió irracionales e impidió su crecimiento moral.

El Corán señala que estos ídolos ni siquiera puede crear una mosca, y mucho menos controlar su destino (véase 22:73). Considerando que Dios es todopoderoso y ha creado todo el universo, el argumento se sitúa en un plano muy diferente. En India, Dayanand Sarswat, el fundador de Arya Samaj, ha utilizado argumentos similares en contra de la idolatría. Vio a las ratas comiéndose las ofrendas de comida hecha a los ídolos y comenzó a argumentar que si estos ídolos no podían guardarse a sí mismos de las ratas, difícilmente podrán controlar el destino de los seres humanos.

La condena de la idolatría en La Meca se produjo como respuesta a la situación dada, para mejorar la situación moral y crear condiciones para el progreso racional. Así, no es la idolatría, per sé, lo que se está condenado, sino las consecuencias de tal adoración. El sufí indio Mazhar Jan-I-Janan lo entendió bien y sostuvo que hay una diferencia cualitativa entre la adoración de los ídolos árabes antes del Islam y la adoración de ídolos hindúes en la India. Los árabes adoraban a ídolos considerándolos como dioses, mientras que los hindúes lo hacen como un medio de llegar a Dios. Pues los hindúes creen en un solo Dios y consideran a Dios como nirgun y nirankar (sin atributos y sin forma), lo que constituye la más alta forma de monoteísmo.

El Corán también estipula la libertad de conciencia y declara: la fi ikrah 'al-din (no hay coacción en la religión) (Corán 2:228). Este principio es fundamental y va en concordancia con lo que dice en la sura 109: los no creyentes pueden adorar como lo hacen y los musulmanes adoran a la manera que lo hacen. Así, la sura 109 y la aleya 2:228 establecen la libertad de conciencia y el principio de la coexistencia entre las religiones.

El Corán también exhorta a los creyentes a no insultar a otros dioses, para que no se insulte a Dios por ignorancia. Declara que Dios ha hecho aparecer gratas a cada comunidad sus propias obras (6:109) y que es Él quien decidirá sobre esas obras. En consecuencia, la gente debe vivir en tolerancia y cooperación mutuas y dejar la decisión final a Dios. Hay muchas aleyas en este sentido en el Corán. Véase, por ejemplo, 2:148 y 5:48. Normalmente, estas aleyas terminan con: “competid unos con otros en buenas obras”. El tema del culto, los dogmas y las creencias varían y se deja a Dios para que decida y que la gente viva en armonía.

En ninguna parte el Corán promueve la intolerancia, y mucho menos el derramamiento de sangre en nombre de la religión, como creen muchos no musulmanes. En cuanto a la Gente del Libro (ahl al-Kitab, quienes han recibido una revelación) el Corán exige a los musulmanes que se les respete y establece que es deber de todos los creyentes mostrar el mismo respeto a todos los profetas nombrados o no nombrados en el Corán (véase aleyas 150-152).

La palabra kafir significa uno que oculta la verdad. Aquellos habitantes de La Meca que se opusieron y persiguieron al Profeta son denunciados como kafirs, por su negativa a aceptar la verdad. Puesto que la gente de La Meca no tenía ninguna escritura ni les había llegado ningún profeta, había necesidad del mensaje de la verdad que fue traído por Muhammad. Pero este fue negado por los jefes tribales de La Meca, incluyendo parientes cercanos del Profeta. Se negaron a ver la luz del conocimiento y querían seguir pegados a las costumbres y tradiciones que perjudicaban a la sociedad.

Sin embargo, esto no significa que cualquier no musulmán automáticamente debe ser denominado como kafir. Cualquier no musulmán que posee la verdad brindada por sus propios profetas no puede ser denominado kafir. El Profeta (la paz sea con él) entró en alianzas con las tribus beduinas que no había entrado en el Islam y el Corán exhorta a los musulmanes a honrar el tratado con las tribus. Claramente significa que los musulmanes pueden formar alianzas con aquellas personas que no son musulmanes.

La situación medinesa

La situación en Medina era algo diferente. Había tres diferentes religiones presentes, es decir: el Islam, el judaísmo y el paganismo pre-islámico. El Profeta los trató a la par y les dio a los seguidores de cada religión plena libertad, de acuerdo con el versículo 2:256. El Pacto resultante es conocido popularmente como Mizaq-I-Madina (el Pacto de Medina). Se sitúa en la línea de un Estado multi-confesional moderno, en el cual las personas son libres de practicar su religión, constituyendo juntos, no obstante, una comunidad política.

Aunque el Islam afirma ser la religión final, y de acuerdo a los musulmanes con prioridad sobre otras religiones, nunca suprimió las otras religiones. Por el contrario, permitió la coexistencia de todas las religiones. Algunos sostienen que el Islam choca con las otras religiones en sus enseñanzas y, por lo tanto, para ellos, las religiones no son verdaderas y por eso no tienen porque coexistir. Nadie puede negar que hay diferencias significativas entre el Islam y otras religiones. Por lo demás, no hay dos religiones que puedan ser iguales.

Pero la convivencia no requiere igualdad, ni siquiera similitudes. Se requiere tolerancia y respeto por los demás. Y el Corán, precisamente, hace hincapié en esto. Las palabras fastabiqu al-khayrat (competid unos con otros en buenas obras) son muy significativas al respecto. Este mundo es diverso, ya que es designio divino, y de acuerdo con el Corán esta diversidad ha sido creada para ponernos a prueba, ver si podemos vivir en paz y armonía o actuar de acuerdo con fastabiqu al-khayrat (Corán 5:48).

Según el Corán, todos los lugares de culto —iglesias, sinagogas, templos y mezquitas— deben ser protegidos, pues en todos estos lugares Dios es recordado (Corán 22:40). Estos lugares de culto son centros del recuerdo divino independientemente de la forma en que este recuerdo se realice. En ningún caso el Islam falsifica las otras religiones, sino que declara que ha venido a confirmar la verdad presentada por otros profetas de Dios. Confirmamos, dice el Corán, lo que existía antes. Ver 2:97, 3:03, 3:50, 4:47, 5:46 y así sucesivamente.

No debería haber ninguna tensión entre el Islam y otras religiones. Si hay tensión, no es por las enseñanzas del Corán, sino por las actividades de los musulmanes y de determinadas organizaciones. El Islam ni siquiera cree en las campañas de conversión agresiva. Se establece claramente que se debe llamar a otros al camino de Dios con sabiduría y buenas palabras y discutir con ellos de la mejor manera (Corán 16:125).
Puesto que no hay coacción en la religión, nadie puede ser obligado a convertirse. Esto afecta incluso al Profeta: su deber es entregar el mensaje (de Dios) y nada más. No debe desesperarse si la gente no lo acepta. Hay muchas aleyas al respecto: 3:20, 5:92, 5:99, 13:40, etc. Por lo tanto, ningún musulmán debería obligar o inducir a nadie a convertirse. Todo lo que se puede hacer es entregar el mensaje o explicar las enseñanzas del Islam y dejar que las personas lo acepten o lo rechacen.

Hay muchas organizaciones de Dawa (misión) que predican con entusiasmo entre los no musulmanes, e incluso compiten en países africanos con los misioneros cristianos, lo que conduce a tensiones entre las comunidades. Pero este no es un requisito coránico. El Corán hace hincapié en la coexistencia y no en la competencia con otras religiones. Y puesto que el Corán exige la entrega del mensaje con sabiduría y buena exhortación, no debe haber condena de cualquier otra religión, pues esto frustraría el propósito del mensaje.

El Corán, como mensaje divino, tiene en alta estima el hecho de que la creencia religiosa es cuestión de convicción interior, y esta sólo se puede surgir a través del conocimiento profundo. La coacción no puede dar lugar a una mayor convicción, y sin esta la religión no tiene sentido. Por eso el Corán aconseja a los creyentes el ser extremadamente educados y convincentes, y que es mejor ser tolerante que entrar en polémica. La polémica religiosa no tiene cabida en las enseñanzas del Corán.
Pero tales polémicas y enfrentamientos tuvieron lugar en la historia del Islam. Sin embargo, eso no ocurre por razones religiosas, sino por la lucha por el poder. La religión, a menudo, se convierte en herramienta eficaz para el poder. Aunque el Corán acepta la validez de las religiones de la Gente del Libro y los mensajes de Moisés y de Cristo, se produjeron enfrentamientos con los judíos y con los cristianos.

Las Cruzadas también dieron lugar a mucho derramamiento de sangre entre musulmanes y cristianos. Un estudio profundo demuestra, sin embargo, que han sido guerras territoriales y no de religión. Es totalmente erróneo pensar que los musulmanes se expandieron con el Corán en una mano y la espada en la otra para convertir al mundo al Islam. No puede haber nada cierto en tal percepción, que es el resultado de la propaganda y no tiene que ver con la realidad.

De hecho, los sufis, que se mantuvieron a distancia de la estructura de poder, coexistieron en perfecta armonía con otras religiones. No tenían la ambición de poder y, por lo tanto, entendieron el verdadero significado del hadiz del Santo Profeta: “el mejor yihad es decir la verdad en la cara de un gobernante tirano (afdal al-jihad kalimatu haqqin 'inda sultanin jairin)”. Los que tienen ambiciones políticas tratan de probar que se encuentran en posesión de la verdad y que los demás siguen falsedades. Tales polémicas entonces, generan amargura y conflictos.

Hay que tener siempre cuidado de distinguir entre el conflicto religioso y el político. A menudo los confundimos y se arrastra la religión a la arena política o se ajustan cuentas políticas invocando diferencias religiosas. Si realizamos esta distinción evitaremos muchas confusiones. Hoy día, a menudo, la gente no realiza esta distinción y apoyan a aquellos que explotan los temas religiosos con fines políticos, dando como resultado la animosidad entre comunidades.

Si los musulmanes comprenden la perspectiva coránica hacia otras religiones, no tendrán ningún sentimiento de hostilidad hacia ellas, por muy diferentes que sean. Pero el problema es que los mismos musulmanes no conocen el punto de vista coránico y se dejan llevar por los musulmanes extremistas que citan el Corán selectivamente para lograr sus fines políticos. En esta tesitura, es deber de los musulmanes moderados desafiar a los extremistas y mostrarles la correcta perspectiva del Corán.

Para ello, es también necesario que los propios musulmanes moderados se esfuercen en estudiar la perspectiva del Corán de primera mano, y la expandan con el mismo sentido de misión que lo hacen los extremistas. Los moderados, sin embargo, muy a menudo, no son capaces de desarrollar tal sentido de misión y se convierten en críticos de salón. Los medios de comunicación son también muy prejuiciosos contra el Islam y por eso se toman a los extremistas en serio. O son ignorantes acerca de la perspectiva coránica y piensan que el Corán es hostil a las otras religiones y todos los no musulmanes son “infieles” y que el Islam carece totalmente de tolerancia.

El Islam es la segunda religión en número de fieles del mundo y si el Islam moderado, conforme con el Corán, se populariza, dará gran impulso a la paz mundial. La violencia terrorista no sólo ha distorsionado la imagen del Islam, sino que también ha dado lugar a la alteración de la paz mundial. Los moderados tendrán que salir de los salones, estudiar en serio el Corán y difundir su mensaje de paz y coexistencia armoniosa con un sentido misionero. Nada menos que esto ayudará. Al hacer esto no sólo se difundirá el mensaje del Islam, sino que también se fortalecerá la paz mundial.

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