La tournée de Ahmadinejad
La gira de Ahmadinejad por Latinoamérica busca demostrarle al público persa que no está aislado, como dicen sus adversarios El ruido de esta gira en Washington quizás logre sacudir, por motivos electorales, la modorra hacia América Latina del Gobierno de Obama
El presidente de Irán, Mahmoud Ahmadinejad, inicia hoy una gira por Latinoamérica vía Caracas. En esta ocasión planea ir, además, a Nicaragua, Cuba y Ecuador, países cuyos gobernantes son aliados cercanos del venezolano Hugo Chávez. En Managua, el 10 de enero, asistirá a la reinauguración presidencial de su exaltado admirador Daniel Ortega, tildada por un diario nicaraguense como la cita de “los ilegítimos”, dados los cuestionables antecedentes electorales de ambos gobernantes. Circulan, asimismo, noticias de que Ahmadinejad dará un salto a la toma de posesión de Otto Pérez en Guatemala, el 14 de enero, amén de una reunión confidencial con el mandatario peruano Ollanta Humala bajo el ala de Chávez.
La tournée del presidente iraní se realiza con el lúgubre trasfondo de una seria crisis interna en su país, conexa a una creciente turbulencia armada en el golfo Pérsico. En el ámbito doméstico, Ahmadinejad está de capa caída debido a su distanciamiento del líder supremo Ali Khamenei, quien lo adversa y baraja incluso la posibilidad de eliminar todo el aparato electoral en favor de un sistema cuasiparlamentario en el cual este ayatolá designaría –y destituiría– a un primer ministro de su entera predilección.
De igual o mayor importancia es el duro impacto de las sanciones económicas impuestas por Estados Unidos y la Unión Europea debido a los alcances bélicos del programa nuclear, sanciones que prometen agudizarse con una prohibición de comercio petrolero ya acordado por los Gobiernos del Viejo Continente y que entraría en vigor a finales del presente mes. Economistas locales opinan en Teherán que la raíz de la crisis económica está en las erráticas políticas de Ahmadinejad, tesis que difícilmente saldría a luz sin el visto bueno de alguna autoridad. Entre tanto, la inflación, la fuga de capitales, la incertidumbre, la ansiedad y el temor a una guerra calan hondo en la ciudadanía
En el campo regional, la Guardia Revolucionaria y sus brazos armados, que actúan directamente bajo el mando del líder supremo, han venido realizando ejercicios bélicos navales en el estrecho de Ormuz, vía crítica para el comercio petrolero mundial. Los vociferantes jefes de la Marina han declarado a Ormuz parte del espacio náutico iraní y demandan que Estados Unidos y sus aliados pidan permiso para transitar por ahí. Desde luego, se trata de aguas internacionales, y el Oeste asegura que se mantendrán libres.
Con todos estos calderos hirvientes en casa, ¿a qué viene Ahmadinejad a nuestros países? Dicen sus voceros que el viaje es para reafirmar lazos políticos y económicos. Esto es claro, pero todo esto lo han venido haciendo altos funcionarios iraníes, y hasta sombríos oficiales de la Guardia Revolucionaria, que a menudo recorren Latinoamérica y últimamente con más frecuencia. De hecho, la teocracia ha demostrado su interés en la zona con la expansión de las misiones diplomáticas existentes y el establecimiento de algunas nuevas, y también con una nueva radioemisora que transmite en idioma cervantino desde la capital. En cuanto a los lazos económicos, la mayoría de las grandilocuentes promesas de Ahmadinejad en giras previas no se han concretado, excepto por importaciones de carne de Brasil, un repunte comercial con Argentina, algunos proyectos en Venezuela y uno apenas en pañales en Ecuador. Sobre estos quehaceres se ciernen las sombras de las sanciones internacionales que podrían acarrear los vínculos con Irán. Así ocurrió con PDVSA, la estatal central petrolera venezolana, debido a sus tratos con Teherán.
Sin embargo, a juzgar por las penurias económicas que ya agobian a Irán y que se multiplicarán muy pronto, remotamente podría Ahmadinejad resultar creíble en el papel de Santa Claus de giras previas. Más bien, lo que el mandatario busca esta vez es exhibirse como un líder internacional para demostrarle al público persa que no está aislado, como afirman sus numerosos adversarios. Se trata, en pocas palabras, de una maniobra tutelada por Hugo Chávez, orientada además a fomentar más odio hacia Estados Unidos y los aliados europeos para lo cual no faltarán socios.
Viene a la mente una crisis de mayor importancia que fue la de los misiles soviéticos en Cuba en los años sesenta. Quienes mejor conocen este inquietante capítulo aseguran que dichos cohetes no eran realmente para ser lanzados sobre Estados Unidos, debido a la respuesta nuclear masiva que sufriría la URSS en tal caso. Nikita Jruschov lo que pretendía era equilibrar la imagen de su país, rodeado por bases de misiles norteamericanos en Turquía y otras naciones, haciendo otro tanto con Estados Unidos mediante proyectiles instalados a pocas millas de la Florida.
Este, precisamente, pareciera ser el peligroso juego en que ahora anda Ahmadinejad, levantando sus puños en las barbas mismas del Tío Sam. El daño que este extraño iraní podría ocasionar en Latinoamérica, por ahora, dista del que la URSS, en su momento, era capaz de infligir. Con todo, este panorama es susceptible de grandes y veloces cambios debido a las relaciones de Teherán con el submundo del terrorismo global.
Tampoco es dable minimizar las agresiones que ciudadanos y entidades y empresas norteamericanas, europeas e israelíes podrían enfrentar a manos de agentes y amigos de Teherán en nuestras latitudes. Recordemos los atentados dinamiteros cometidos en Buenos Aires, en 1992 contra la Embajada de Israel, y en 1994 contra las oficinas del Amia, organización comunitaria judía. Ambos fueron obra de agentes de Hezbolá dirigidos por altos oficiales desde la Embajada de Irán en la capital argentina. Y ambos causaron centenares de víctimas. Este, por desgracia, es el concepto que Irán tiene de una embajada.
El ruido que el presente periplo de Ahmadinejad está ocasionando en Washington, quizás logre sacudir la modorra hacia América Latina que, hasta el momento, ha evidenciado la Administración de Barack Obama, cuya visión permanece fija en otras regiones, no la nuestra. Pero, al final del día, lo que cuenta es lo que nosotros mismos podríamos hacer en pro de la democracia, el desarrollo social y económico de nuestros respectivos países, incluida la seguridad ciudadana. En este sentido, no confundamos señales, como lo han hecho algunas naciones del área, para no abrir las puertas al extremismo ciego de regímenes cuyo fanatismo atenta contra los valores fundamentales de nuestra democracia.
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