Siria y los yihadistas easyJet
El politólogo norteamericano Robert A. Pape afirmó en un libro de gran éxito: Morir para ganar, que
una de las principales causas que habían alimentado el terrorismo
suicida y el dinamismo de los grupos que lo promueven era la presencia
de tropas extranjeras en un territorio ocupado. Según esto, Al Qaeda y
sus afiliados estaban rentabilizando el descontento que la agresiva
presencia de occidentales estaba generando entre las poblaciones
musulmanas. Muchos asumieron que la presencia de soldados cristianos
en suelo islámico era un coctel explosivo que conducía irremediablemente
a repetir los desastres de Irak y Afganistán.
La llegada
masiva de combatientes extranjeros a Siria (estimados entre 6.000 y
10.000) y el protagonismo creciente del yihadismo dentro de la
insurgencia ha desbancado uno de los mitos más asentados sobre los
factores que alimentan la violencia terrorista. Ha sido Siria y no
Mali, el país que se ha convertido en el nuevo epicentro del yihadismo
global. ¿Acaso no es la presencia de soldados franceses ocupando un
país islámico un escenario mucho más atractivo para llevar a cabo la
yihad que el combate contra otros musulmanes?
La guerra
en Siria nos ha demostrado cómo la fractura entre sunnitas y chiitas
es un elemento de movilización mucho más importante de los que
pensábamos. Osama Bin Laden nunca negó que los miembros de esta
confesión fuesen herejes merecedores del máximo castigo. En mensajes
internos a los cuadros de su organización reconocía que la “cuestión
chiíta” debería ser abordada “tarde o temprano”. Sin embargo, tenía muy
claro que la prioridad estratégica era erosionar la presencia occidental
en el mundo musulmán y especialmente la estadounidense. Por tanto, no
debía desviarse la atención hacia ningún otro objetivo, sobre todo si
este podía despertar contradicciones entre su masa de seguidores. Esta
instrucción fue abiertamente desobedecía por el líder de Al Qaeda en
Irak, Abu Musab Al Zarqawi y sus sucesores, cuyo odio hacia los chiitas
superaba con creces al que sentía por los “ocupantes cruzados”. El
liderazgo original de Al Qaeda ha fracasado a la hora de imponer a sus
seguidores esta prioridad. Ante el riesgo de quedar marginados por la
pujanza de este enfrentamiento intra-musulmán, la organización
terrorista se ha sumado con entusiasmo a promover el derrocamiento del
régimen de al-Asad y el exterminio de los musulmanes “apostatas” que lo
apoyan.
Pero Siria
también nos demuestra como la logística es más importante para entender
la evolución de la amenaza yihadista que la ideología. El investigador
noruego Thomas Hegghamer demostró en un revelador artículo titulado "Should I Stay or Should I Go? Explaining Variation in Western Jihadists' Choice between Domestic and Foreign Fighting"
que sólo una pequeña minoría de los radicales residentes en Occidente
que se habían desplazado a una zona de conflicto en un país musulmán,
lo habían hecho para obtener un entrenamiento que les resultase de
utilidad para regresar a sus países de origen, y llevar a cabo una
acción terrorista. La mayoría perseguía sumarse a la lucha como un fin
en sí mismo. Los yihadistas simplemente contemplaban como algún mucho
más atractivo y moralmente justificable la posibilidad de sentirse
“soldados”, que combaten junto a sus hermanos contra un enemigo armado,
que el hecho de verse involucrados en acciones específicamente
terroristas, especialmente si estas se llevaban a cabo de manera
indiscriminada contra la población civil. A la hora de buscar esta
experiencia de combate, no mostraban una especial predilección por un
destino u otro, dirigiéndose simplemente allí donde les resultase más
fácil.
La
desconcertante realidad de por qué Siria se ha convertido en el gran
imán del radicalismo islamista internacional se debe en gran medida a
que en este momento es el destino más asequible y barato para combatir
la yihad. A diferencia de Mali, no es necesario llevar a cabo un
complejo viaje a través de múltiples rutas internacionales hasta
aproximarse a un destino final que deberá ser alcanzado por peligrosos
desplazamientos por carretera, y donde no existe ninguna garantía de
poder contactar con los escurridizos grupos yihadistas que operan en el
Sahel. Turquía es una potencia turística, enlazada con centenares de
vuelos que parten de todos los lugares del planeta. Una vez allí, y
pasando desapercibido entre los miles de viajeros que llegan a diario al
país, no existe ningún problema en atravesar la frontera hacia Siria,
debido a la arriesgada permisibilidad del gobierno turco, el cual lleva
permitiendo desde hace años cualquier movimiento que contribuya a
desestabilizar al régimen de Bashar al-Asad. Aunque se carezca de
referencias, es relativamente fácil contactar con algunos de los grupos
armados que combaten al régimen. Una vez dentro de ellos, resulta
simple desplazarse por el país y entrar en contacto con filiales de Al
Qaeda como como Jabhat al-Nusra. Si además se viaja habiendo
contactado previamente con algunas de las redes de reclutamiento que
operan desde Occidente, el enlace es mucho más directo y el ascenso
dentro del escalafón de la organización mucho más rápido.
En la
yihad afgana contra los soviéticos en los años ochenta, la contribución
económica saudí resultó clave para hacer posible la llegada de los
combatientes internacionales. Arabia Saudí anunció públicamente que
pagaría el costoso pasaje aéreo hacia Pakistán para cualquier potencial
combatiente. Igualmente, adquirió el compromiso de igualar cualquier
cantidad de dinero aportada por Estados Unidos para apoyar a la
insurgencia afgana. Hoy día, la disponibilidad de recursos económicos
ha dejado de ser obstáculo a la hora de alcanzar esta zona de combate.
Algunos servicios de inteligencia europeos han etiquetado a estos
voluntarios internacionales como “yihadistas easyJet”, debido a su predilección por las compañías aéreas low cost
que transportan turistas hacia Turquía. Muchos se limitan a comprar por
Internet un pasaje sin regreso por menos de 100$. No es necesario
llevar a cabo complicadas investigaciones para descubrir las rutas que
permiten el tránsito hacia la yihad siria, basta con entra en la web de
estas empresas y consultar los aeropuertos desde los cuales operan
estas compañías de vuelos baratos.
En definitiva, que Siria se haya convertido en el segundo receptor de combatientes internacionales de la historia moderna,
es una llamada de atención sobre los peligros de intelectualizar en
exceso las causas que potencian la violencia terrorista. En ocasiones,
la política de precios de una línea aérea es un potenciador más poderoso
que el llamamiento a la violencia de un oscuro clérigo radical.
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