Epístola titulada “El Regalo” o “el Don”
Sobre la manifestación del profeta
05/05/2014 - Autor: Francisco López de el Shaykh Muhammad Ibn Fazlallah Al-Hindi, F. López del Sheij Muhammad Ibn Fazlallah Al-Hindi - Fuente: Anexo al Tatado de la Unidad de Ibn Arabi
Introducción
Bajo el título árabe At-Tuhfatu-l-mursalatu ilâ-n-Nabî y con traducción de Abdul-Hâdi como "El Regalo enviado al Profeta", su autor Shayj Muhammad Ibn Fazlallah Al-Hindi, del cual no existen muchos datos biográficos, salvo que es un autor que pertenece a los siglos X y XI de la Hégira), y al que, por su nombre, se le presupone de origen o linaje indio originario de la ciudad de Burhanapur y la fecha de su desaparición calculada en torno a 1029/1620.
A través del tiempo el autor nos lega esta epístola, que, completa, consta de seis capítulos. Y es en su conjunto un pequeño tratado de esoterismo islámico de gran valor, rareza y extrañamente de muy escasa difusión. En sí mismo constituye una ilustración de la doctrina de la Identidad Suprema o de la Unicidad de la Existencia, poco conocido incluso en Oriente, pero adoptado sin embargo por la Masonería en Occidente.
Este tratado a pesar del desconocimiento no es por ello menos valioso que otros de más amplia difusión, por lo que me siento en el deber de contribuir a su difusión para conocimiento y beneficio de todos aquellos a quienes pueda interesar.
Encontraremos los tres primeros capítulos de cierta profundidad y muy dirigidos a los estudiosos, los tres últimos son de muy fácil comprensión, clarificadores y de gran ayuda para todos los interesados en el Camino Espiritual, consituyendo en su totalidad seis valiosos escalones en la complicada escalera del conocimiento que dirige a Dios.
Francisco López
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En el Nombre de Dios el Compasivo el Misericordioso.
Capítulo I
Sabed, hermanos -¡que Allâh os haga dichosos!-, que el "Verdadero Dios" es la Existencia, que la Existencia no tiene formas ni límites; que, a pesar de eso, aparece y se manifiesta en toda su gloria con formas discernibles. Ahora bien, Ella no cambia. Nunca ha dejado de ser sin forma y sin límites. "Él es tal como era" La Existencia es única, pero Sus modos de manifestarse son diversos y numerosos. Es la "realidad íntima" (y misteriosa) de todos los seres. "Allâh es la luz de los Cielos y de la Tierra". -"Todo desaparece salvo su faz"-. Allâh era, y nada con Él".
Todas las cosas, hasta el átomo, no dejan de participar en la Existencia, pero no se La debe considerar como una realización o un resultado, pues estas dos concepciones son "ideas secundarias" y se confunden en lo material. No debe designarse lo real tangible de las cosas del mundo por la Existencia, en el sentido sublime de la palabra. Dios está, con mucho, por encima de tal concepción. Entendemos, por Existencia, la realidad superlativa que existe por si misma, por la cual existen todos los seres y de la cual no puede existir más que una sola en el mundo.
Nadie puede descubrir lo que es, en el fondo de la Existencia. Ni la inteligencia, ni la imaginación ni los sentidos pueden captarla, ni tan solo por la comparación o la analogía. Todas las facultades intelectuales han sido creadas, todos los métodos de pensar son invenciones humanas. Ahora bien, lo que está bajo el dominio del tiempo no puede comprender lo que está libre de él. Dios, su "quididad" y sus "atributos" están muy por encima de lo temporal. Quienquiera que intente conocer a Dios como se informa uno sobre las cosas creadas, pierde el tiempo.
La existencia está organizada en varias "series":
1º. Lo Inasignable, o lo Absoluto sin forma ni indicación de ningún tipo y que está fuera de una atribución cualquiera. No debe uno figurarse que la Existencia, en este grado, sea definida de un modo constante y esencial por el hecho de ser absoluta y de estar libre de toda atribución. Hay que comprender que, en este "grado", está libre de toda adición limitativa respecto a característica o epíteto; que está santificada por la purificación de todo vínculo inteligible; que es indefinible hasta tal punto que incluso su cualidad de indefinible no constituye una definición de Su verdadera naturaleza. "La Unidad pura" es el nombre de este "grado". Es la "quintaesencia misma" del "Verdadero Dios". No hay ningún "grado" encima de éste; todos los demás le son inferiores.
2º. La primera asignación es la conciencia que Dios posee de su "quididad". De sus "atributos" y de todos los seres creados, y eso de un modo general o sintético sin que nada esté realmente diferenciado. Este "grado" se llama "la Primacía" o "la Verdad de Muhammad" (o "Realidad Muhammadiana").
3º. La segunda asignación es la conciencia que Dios posee de su "quididad", de sus "atributos" y de todos los seres creados, y eso de un modo detallado y analítico, por el establecimiento de las diferencias entre las cosas. Este "grado" se llama "la Identidad" o "La Verdad del Hombre" (o "Realidad Adámica"). Estos tres "grados" son eternos sin principio ni fin. Su sucesión no es temporal, sino mental y especulativa.
4º. Los espíritus (o "el mundo de los espíritus puros"), es decir, las criaturas abstractas y simples que se manifiestan en sus esencias primeras.
5º. El mundo de las formas primeras, es decir, las criaturas sutiles pero compuestas que no se podrían fraccionar, dividir, romper o fusionar (sin que dejaran de ser lo que son).
6º. El mundo de los cuerpos, es decir, las cosas groseras que se pueden fraccionar o dividir (sin que cambien profundamente de naturaleza).
7º. El grado universal que engloba todos los demás "grados": el corporal, los dos luminosos, "la Identidad" y "la Primacía". Es el hombre.
El primero de estos siete "planos" es el de lo "No-Manifestado", mientras que los otros seis comprenden toda la manifestación o "la expansión". Cuando el hombre en el séptimo (y último) "grado" se exalta hacia lo sublime, cuando surgen en él los otros (cinco) "planos" en perfecta expansión, es "el hombre universal". La exaltación (inbisât) así como la amplitud (úrûj) alcanzaron su apogeo en nuestro Profeta -¡que Allâh ruegue por él y lo guarde!-. Él sella la escala de la inspiración profética.
Capitulo II
Los nombres de los "grados" divinos no deben servir para designar los "grados" del mundo o de la creación. Igualmente, no deben emplearse los nombres de los "grados" del mundo para designar lo divino.
Es decir: es la solución de las antítesis humanas; he aquí algunas de ellas:
Exaltación x Amplitud
Altura x Anchura
Interior x Exterior
Convergencia x Divergencia
Conjunto x Detalles
Síntesis x Análisis
Teoría x Práctica
Palabra x Actos
El Espíritu x La Letra
Cristianismo x Judaísmo
Ascetismo x Urbanidad
Aristocracia x Democracia
Fe x Ley
Esoterismo x Exoterismo
Soledad x Universalidad
con el Creador - con las criaturas
La Existencia posee dos universalidades: la de la "quididad" y la de los nombres. Según la primera, Dios se manifiesta a Sí mismo, por Sí mismo, en Sí mismo y para Sí mismo, sin ninguna relación como fenómeno alguno o con entidad distinta de Sí mismo. Esta universalidad implica "la suficiencia absoluta", la "perseidad".
Dios contempla en Sí mismo todas las cosas, divinas o accidentales, sus leyes, relaciones y destinos. Su especulación cosmorámica tiene una perspectiva perfecta pues todo está encerrado en las entrañas de su "quididad" y comprendido en Su "unidad armoniosa", como la palmera se encuentra en el hueso del dátil o (mejor todavía) como todos los números se encuentran en el número "uno". Se llama "la suficiencia absoluta" pues la meditación de Dios, su visión interior de todo el Universo, habría podido bastar (para su amor creador) sin que hubiera sido necesario exteriorizar el mundo de un modo detallado (para conocerse). No ha estado obligado a producir el Cosmos puesto que, al encontrarse todo en Él y proviniendo de Su "unidad armoniosa", puede ver todas las cosas en Sí mismo por la meditación de Sí mismo. La meditación es, en este plano, una visión completamente interior y misteriosa, puramente "teórica" (si me atrevo a expresarme así). Percibe el detalle en el conjunto, la pluralidad en la unidad, la palmera con todas sus ramas en el simple hueso del dátil.
La universalidad de los nombres consiste en que Dios se revela a Sí mismo por Sí mismo y contempla su "quididad" en las "asignaciones" exteriores, es decir, en el mundo. Su meditación sinóptica abarca todas las substancias (de los diferentes mundos) con una mirada "operativa" que lo vivifica todo y da a todas las cosas una vida individual y una naturaleza correcta. Podría compararse con la visión de conjunto en el detalle, de la unidad en la pluralidad, del hueso en el árbol. La Universalidad de los nombres corresponde a la creación del mundo material. Al ser su carácter realizador y expansivo (estaba a punto de decir práctico), no encuentra su noción plenaria más que por la manifestación detallada, precisa y concreta del Universo.
La existencia no debe considerarse como una bajada hacia una cosa creada o como una encarnación de ella, pues un descenso hacia una cosa, así como una transelementación con ella, supone lógicamente dos Existencias, una de las cuales desciende hacia la otra y se identifica con ella. Ahora bien, la Existencia es única. La pluralidad de sus "atributos", comprobada por el sentimiento y el "gusto intuitivo" de los iniciados, como el culto (simbólico, ritual o caritativo), la obligación impuesta por la Ley, la felicidad, el dolor, etc., se refieren todos a las "asignaciones". La Existencia está en su primer "grado" de Absoluto, completamente libre de todo esto.
La Existencia comprende todos los seres, al igual que, por ejemplo, la obligación comprende todos los obligados o que la cosa calificada encierra todos sus atributos. Entre Ella y los seres no hay la relación del continente y contenido o del todo con las partes, Dios está muy por encima de semejante suposición.
La Existencia, como pura abstracción (no obstante hiper-real), circula en la "quididad" de los seres y constituye su "substancia íntima", como esas mismas "quididades", antes de la "expansión", constituían Su "substancia íntima". Los atributos perfectos, universales y absolutos de la Existencia circulan en los atributos de los seres, antes de "la expansión", residían en los atributos perfectos y universales de la Existencia y constituían la "substancia íntima" de estos mismos atributos.
El mundo y todo lo que depende de él son otros tantos accidentes efimeros, mientras que la Existencia está siempre ante los ojos del pensador.
El mundo tiene tres "aspectos evolutivos":
1º. La primera asignación; el mundo lleva ahí el nombre de "voluntad primitiva".
2º. La segunda asignación; el mundo lleva ahí el nombre de "substancias fijas".
3º. La asignación en el exterior; el mundo es nombrado ahí "las substancias exteriores".
Las "substancias fijas" son lo que se llama "el perfume de la Existencia". El mundo sensible indica sus leyes y sus realizaciones.
Lo que se capta, en primer lugar, de una cosa es la Existencia. Es a través de Ella como se comprende la cosa en sí. Ella es en relación con las cosas lo que es la luz en relación con los colores y las formas. Pero como "la expansión" es continua y violenta, la comprensión a través de los seres a través de la Existencia es el patrimonio exclusivo de la minoría.
Capítulo III
Uno se acerca a Dios por dos tipos de obras: supererogatorias y obligatorias. Las primeras consisten en la desaparición (gradual) de los atributos (egoístas y separatistas) del hombre, a fin de que aparezcan en él los “atributos” divinos. Entonces vive, muere, oye y ve por todo su organismo y no solo por los oídos y los ojos. Posee la audición lejana, la segunda vista, etc. Así es como hay que comprender “la extinción” de los atributos del hombre en los “atributos” de Dios. Es el fruto de las obras supererogatorias.
El acercamiento a Dios por las obras obligatorias, es decir, las que están prescritas en la Ley, consiste en que el hombre extreme el desinterés frente a todas las cosas, comprendida su propia persona, hasta la indiferencia de un muerto, de modo que no considere en todo más que al “Verdadero Dios” Ésta es “la extinción” del hombre (él mismo, su “quididad”) en Dios. Es el fruto de las obras de la Ley.
Capítulo IV
Hay varias clases en “la identidad suprema”, es decir en la unidad de la Existencia.
Unos saben teóricamente que Dios está en la naturaleza. Otros tienen la visión de ello por sus corazones, en sus estados de exaltación emotiva. Éstos son superiores a aquellos, es decir, están mas cerca de los orígenes. Todavía otros ven a Dios en la naturaleza y a la naturaleza en Dios, sin que la visión de lo uno eclipse la visión de lo otro. Éstos están todavía mas elevados, son todavía más primordiales que los otros dos grupos; su lugar es el de los profetas y los “ejes espirituales”, así como el de los discípulos de unos y otros. Es imposible que el que no cumple la Ley y la Vía pueda alcanzar el segundo de estos grados y menos todavía el tercero, que es el más elevado.
Capítulo V
Los seres, en relación con la Existencia, constituyen la “substancia íntima” del “Verdadero Dios”, pero difieren de Él en relación con la asignación. La diferencia entre Dios y la naturaleza, desde el punto de vista relativo, existe; pero, desde el punto de vista absoluto, el conjunto de todos los seres es el “Verdadero Dios”. Miremos, por ejemplo una gota de agua, una ola o la nieve. En el fondo estas tres cosas no son mas que agua, pero cuando se quiere especificar, difieren de ella. Otro ejemplo: el espejismo que, no siendo en suma más que vacío, parece ser agua.
Las pruebas coránicas (y proféticas) en favor de “la identidad suprema” son numerosas; citemos entre las primeras:
Dios posee Oriente y Occidente. Adondequiera que os volváis estáis frente a Él”. -“Nosotros (el Profeta) estamos mas cerca de Él que vosotros, pero vosotros no le veis”.-
“Los que hacen un pacto conmigo lo hacen con Dios. Su mano está encima de la suya”.-
“Es el primero y el último, el aparente y el oculto; conoce todas las cosas.” -“...y en vosotros mismos, pero ¡vosotros no lo veis!”.-
“Cuando mis adoradores te pregunten sobre Mí, diles que estoy muy cerca”. -“Dios rodea todas las cosas.”
De la tradición profética están sacadas las siguientes sentencias:
“La máxima mas verídica de los antiguos árabes es la frase de Labîd: ¿No es cierto que todo es vano excepto Allâh?
“Uno habla con su Señor cuando reza, pues el Señor de cada uno de vosotros está entre él y la qibla”
“Dios ha dicho: Mi adorador no ceja de acercarse a mí con obras supererogatorias hasta que lo amo. Yo soy el oído con el que oye, el ojo con el que ve, la mano con la que coge y el pie con el que anda”.
Dios ha dicho: ¡Hombre! Estaba enfermo y no Me visitaste. Tenía hambre y no Me diste de comer”.
Tirmidhi refiere una tradición de la clase de las Tharwîlah: “Por aquel en cuyas manos está la vida de Muhammad, si hicierais descender una cuerda hasta la tierra inferior, encontraríais a Dios”. El gran tradicionalista añade: Él es el primero y el último, el aparente y el oculto; Él conoce todas las cosas”.
Eso basta (para nuestra tesis) en materia de tradiciones auténticas del Profeta de Dios.
Las máximas de los iniciados que se refieren a la “identidad suprema” son tan numerosas que es superfluo citar algunas de ellas. Cualquiera que quiera conocerlas sólo tiene que abrir los libros clásicos de la vida de los santos; no dejará de encontrarlas.
Capítulo VI
¡Tú que buscas la Verdad! Si quieres llegar a Dios, debes empezar siguiendo al Profeta en palabras y actos, según la letra y el espíritu. Después practicarás “la consideración” y la “identidad suprema”. Este es el significado de “la buena palabra exonerada de ablución ritual”, de preferencia de hora y otras formalidades. Sin embargo cuando “la buena palabra” está acompañada por la pureza canónica y simbólica, todavía es más meritoria. No te preocupes tanto, pues, de las condiciones exteriores en las que comienzas o acabas “la meditación”. No te detengas en la letra de la fórmula, antes bien, considera lo que significa en todas las circunstancias: (poco importa) que estés de pie, sentado, paseándote o acostado, en movimiento o inmóvil, bebiendo o comiendo, etc. “La consideración se practica por la desaparición de “la temporalidad del yo”, que consiste en llevar en su fuero interno otro (interés) que “el verdadero Dios” o “el derecho de Dios”. La negación expresada por las palabras Lâ ilâha. Luego, se afirma el “el Verdadero Dios” en uno mismo. Éste es el verdadero sentido de illâ-llâh (=si no es Dios), es decir la segunda parte de la “buena palabra”.
Si me preguntas: “Ya que la Existencia es única, ya que fuera de Ella no hay nada, ¿qué niegas, pues, y qué afirmas?”, respondo: se niega la superstición de la “disparidad” y de la “bi-existencia”, que consiste en atribuir una existencia absoluta a las cosas creadas. Tal creencia es supersticiosa y vana; se debe rechazar para poder afirmar “el Verdadero Dios” en el interior de la consciencia.
¡Tú que buscas la Verdad! Si, por la Gracia, la emoción divina se te lleva, ya no podrá volver a crecer en ti la superstición del “yo temporal”, pues no eres más que el testimonio del “Verdadero Dios”.
¡Que Allâh nos conceda un estado de espíritu tan elevado, por la protección del Profeta; que la plegaria y la salvación estén sobre él!
Son palabras del Sheij Muhammad Ibn Fazlallah
Al-Hindi
Traducción publicada en La Gnose en Diciembre de 1910 y
en Le Voile de Isis en Julio de 1935.
Publicada por Sophia Perennis como anexo al Tatado de la Unidad
de Ibn Arabi. José J.de Olañeta Editor.
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