Por: Alberto M. Fernández*
Hoy día es muy fácil observar el Medio Oriente y resignarse en profunda desesperación, al constante ritmo de los conflictos sectarios, a los inquietos y enojados populachos y a la constante destrucción de estados todavía temibles pero aparentemente debilitados. El futuro de la región a menudo parece estar demasiado fijado – altamente sectario, sangriento y sombrío.
La reforma, el tema de la profunda reforma política, en el Medio Oriente parece estar y no estar de moda. La palabra ha significado diferentes cosas para diferentes personas, desde la idea de una democracia tipo occidental al de la reforma ideológica. Fue el gran tema del gobierno de George W. Bush en la muy ridiculizada “Agenda de la Libertad”. Bajo la presidencia de Obama, el restablecimiento que este implicó en su muy elogiado discurso del Cairo en el 2009 terminó en declaraciones aparentemente cínicas por parte del Presidente y su personal destacado menospreciando a la región como “sociedades fundamentalmente quebradas” constantemente enojadas y en conflicto y por encima de la capacidad o el deseo de los Estados Unidos en ayudar de manera significativa.[1]
En la sociedad en general, el tema de la “reforma en el Islam” ha sido utilizado como un club y como excusa. Algunos han señalado la futilidad de la reforma y que movimientos tales como la Hermandad Musulmana y el Salafismo son en realidad esfuerzos de reformas. Otros, críticos amargos, han señalado la inutilidad de reformas porque el “problema” se supone es inherente al Islam, en sus documentos fundamentales y visión global. Algunos han acogido este concepto fatalista del esencialismo islámico en gran parte como si estuviese grabado en piedra, como en un libro muy bien considerado.[2] El Islam puede ser “diferente”, pero no es TAN diferente y de hecho la diferencia puede ser en el mundo árabe, en lugar de en los países musulmanes alrededor del mundo.[3]
En la región, muchos reformistas, la sociedad civil y las organizaciones no gubernamentales, se enfrentan a algunos de sus días más difíciles desde el estallido de la Primavera Árabe, a medida que los gobiernos autoritarios obtienen un segundo aire y el sectarismo y extremismo exprimen el arriesgado espacio para las voces independientes.
Nosotros en el Instituto de Medios de Comunicación del Medio Oriente hemos visto el tema de la reforma como un área importante de enfoque e investigación desde el comienzo.[4]Creemos que la reforma en el mundo musulmán, específicamente en el Medio Oriente, es una exigencia legítima, urgente, altamente necesaria y no la tarea no alcanzable de algún tonto errante. De hecho, existe algo obsceno en la noción de que los musulmanes son de alguna manera indignos o incapaces de apreciar cuáles son verdaderamente los valores universales de lucha por la libertad, la dignidad, la justicia y la igualdad.
Con una nueva administración estadounidense que entra a encargarse dentro de los próximos meses y una región afectada por niveles históricos de agitación y violencia, este es un momento apropiado para revisar el tema de las reformas en el Medio Oriente y preguntar cómo y por qué estas pudieran ser encaminadas.
En primer lugar, es importante señalar que la situación actual en la que nos encontramos, con regímenes autoritarios y escleróticos colgando en espera y azotando y junto a formas dificultosas de lucha de los islamistas que esperan por su turno, no es siempre como fueron las cosas en la región. En lo que respecta al ascenso del islamismo en las últimas décadas – ya sea el Islam político o su primo psicótico, el salafi-yihadismo – esta es una realidad que fue mucho más inventada, invertida y cultivada que una que haya surgido orgánicamente por sí misma.
El islamismo: un movimiento manufacturado y financiado
Ciertamente, el fracaso de los regímenes socialistas árabes – ya sea en los mercados, en las urnas de votación o en el campo de batalla – desempeñó un papel importante, pero el amplio, suelto, amorfo y contendiente espectro político que hoy es el islamismo es en gran parte una creación artificial, Un monstruo al estilo Frankenstein que se ha escapado del control de su amo y que corre desenfrenado, incluso acometiendo contra aquellos a los que debe su existencia antinatural.
Durante décadas, los actores estatales de la región, principalmente Arabia Saudita y muchos otros, invirtieron en el proyecto de la islamista o salafi o Salafista-yihadísta – Hermandad Musulmana. Esto se intensificó a medida que los sunitas reaccionaron y compitieron con el desafío desencadenado por la Revolución Islámica de 1979 en Irán. Son sobre todo los gobiernos y aquellos que se enriquecieron por sus conexiones con el gobierno que invirtieron en medios de difusión, editoriales, becas universitarias, escuelas del sharia y en el activismo político que nos trajo al mundo que vemos hoy día. Este fue un trabajo de décadas, paciente, enfocado, implacable y celoso, con el propósito de cambiarle el rostro a la región y, en gran medida, ha sido exitoso.
El hecho de que gran parte de lo que es hoy el “momento” islamista/yihadista no debería utilizarse para descartar el deseo sincero de muchos musulmanes de vivir vidas mucho más auténticamente religiosas. La búsqueda del sentido, la fidelidad y el cumplimiento entre los musulmanes no es menos verdadera que la de otras personas de fe – Oriente u Occidente – que luchan con los retos de la modernidad y una era aparentemente cruel y sin un Dios.
También hay que reconocer que hoy en la región, los salafistas están combatiendo contra los terroristas. Ciertamente eso es cierto en Arabia Saudita, pero también es muy cierto en los campos de batalla de Siria y Libia.[5] Uno también posee una serie de activistas cívicos, no sectarios y pluralistas “clandestinos” y librepensadores probablemente más grandes de lo parece en la superficie, si se les permite respirar.[6] También hay que reconocer los continuos esfuerzos de los demócratas musulmanes tunecinos en experimentar con una fórmula política que es a la vez verdaderamente democrática e islámica.[7]
El papel negativo de los regímenes no islamistas
Si bien es fácil superar el veneno ideológico propagado por los saudíes, los gobiernos que se oponen ostensiblemente a los islamistas a veces no sólo crean condiciones opresivas o de brutalidad que preparan el terreno para que se produzca la radicalización, sino que a menudo realizan el trabajo de la propia policía ideológica. El cantante libanés Marcel Khalife fue tres veces amenazado con ser procesado en el Líbano por usar algo de poesía del bardo palestino Mahmoud Darwish conteniendo lenguaje del Corán. En realidad, este fue acusado de “insultar los valores religiosos usando un verso del capítulo de Yusuf del Corán en una canción”.[8]
En Egipto en el 2016, los tribunales sentenciaron a prisión al librepensador musulmán Islam Al-Buheiri por blasfemia.[9] El mismo año, el Primer Ministro jordano Hani Al-Malki presentó cargos de blasfemia contra el secularista cristiano Nahed Hattar (quien posteriormente fue asesinado por un salafista fuera de las premisas del juzgado).[10] Sería difícil pensar que el gobierno libanés, el Egipto de Abdel-Fatah Al-Sisi o el Reino Hachemita de Jordania estuviesen controlados por pro-islamistas, y en los tres casos tomaron acciones concretas que fortalecieron el dominio de los islamistas no sólo en el discurso ideológico, sino incluso en establecer las reglas de tal discurso.
Por lo tanto, no es como si existiese una gran lucha entre liberales e islamistas en el Medio Oriente y los islamistas de manera justa y abierta “ganaran”. Los gobiernos y los poderes coercitivos del Estado han puesto sus gordos dedos sobre la balanza todo este tiempo. Y el hecho de que muchos de estos gobiernos se consideran pro-occidentales y en realidad iban de acuerdo a las políticas exteriores hace que la situación sea aún más amarga.[11] La reforma no fue juzgada y se encontró con faltas; No se intentó en absoluto.
¿Cuáles son algunos de los pasos concretos necesarios para impulsar una agenda reformista en el Medio Oriente?
Una institución comunicadora que le dé prioridad a la reforma
Un enfoque en buscar otorgarle poder y hacer crecer las voces de los reformistas en la región haría bien en ver cómo y por qué se creó la infraestructura construida por los salafistas y la Hermandad Musulmana. Al-Jazeera es, por supuesto, un emisor pro-Hermandad Musulmana, mientras que las estaciones salafitas especializadas son demasiado numerosas para mencionarlas.[12] El material orientado a la reforma o liberal puede ser encontrado regularmente en los medios de difusión tales como Al-Arabiyya o MBC o Al-Hurra, controlado por los Estados Unidos, o la BBC en Árabe, pero no existe un canal de televisión en árabe que sea “totalmente reformista todo el tiempo” de forma que los islamistas difundan. Los canales que actualmente permiten estas voces también tienen su propia agenda, en la que la reforma ve de lado cualquier política nacional a corto plazo que esté siendo priorizada.
Para ver el resto el despacho en inglés junto a las imágenes copie por favor el siguiente enlace en su ordenador: http://www.memri.org/report/en/0/0/0/0/0/0/9524.htm
* Alberto M. Fernández es Vicepresidente de MEMRI.
[1] Theatlantic.com, 30 de septiembre, 2015.
[2] El Washington Post, 17 de junio, 2016.
[3] Muftah.org, 29 de mayo, 2016.
[4] MEMRI Investigación y análisis No. 47, La batalla por las reformas y la sociedad civil en Siria
– Parte I, 12 de febrero, 2001.
[5] Carnegie-mec.org, 13 de octubre, 2016.
[6] Yalibnan.com, 19 de junio, 2016.
[7] MEMRI Despacho Especial No. 6579, Separando lo ‘Político’ del ‘Islam’: Al-Ghannouchi de Túnez y las iniciativas de reforma en la Hermandad Musulmana egipcia, 18 de agosto, 2016.
[8] Freemuse.org/archives/345, consultado el 31 de octubre, 2016.
[9] MPC-journal.org, 7 de abril, 2015.
[10] Theatlantic.com, 27 de septiembre, 2016.
[11] MEMRI Resumen Diario No. 47, Recordando a un reformador radical: El legado de Mahmud Muhammad Taha, 11 de junio, 2015.
[12] MEMRI Investigación y Análisis No. 1206, Fitna TV: La campaña de enlodamiento chiita sobre los canales de TV salafistas y medios sociales, 1 de diciembre, 2015.
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