ADRIÁN
AUSÍN | 22-11-2013 | 12:25
Cuando finaliza
‘Searching for Sugarman’ te sientes levitar en el sofá. Por tu cuerpo se
remueven una mezcla de emociones ante la casi sobrenatural historia de un
músico maldito que mientras era completamente olvidado en Estados Unidos se
convertía en una estrella en Sudáfrica, sin que él mismo lo supiera. Era la
Sudáfrica del Apartheid de los años 70 donde llegaron un buen día los dos
elepés de Sixto Rodríguez (Cold Fact y Coming from Reality) para acabar
convirtiéndose, por el boca a boca y la grabación de cassettes, en un icono de
la rebeldía, del antiApartheid, por sus proféticas letras, acompañadas de una
portentosa voz y una guitarra. Hasta tal punto llegó su fama que una
productora sudafricana reeditó los dos álbumes y lanzó un tercero
recopilatorio que llegó a ser disco de platino, sin que a Rodríguez, a
Jesús Sixto Díaz Rodríguez, le llegase un céntimo. Simplemente, se le
daba por muerto. Una leyenda decía que se había inmolado en pleno concierto,
otra que se había pegado un tiro. A nadie se le pasaba por la cabeza buscarlo.
Pero no creo estropear a nadie esta historia bastante conocida a estas
alturas si avanzo que Rodríguez estaba vivito y coleando.
Dos sudafricanos de piel blanca comienzan a indagar.
Descubren que ningún camino certifica su muerte. Entonces crean un sitio web
sobre su obra donde piden información a quien la pueda ofrecer. Un buen
día, una de las tres hijas de Rodríguez da con esta página y contacta
con ellos por la red. Otro día suena el teléfono en la casa sudafricana
de uno de los ‘perseguidores’ de Rodríguez. Está durmiendo, por el cambio
horario. Contesta aturdido. ¡Es ella! Al cabo de un momento se pone al
aparato su padre. El sorprendente hallazgo deriva enseguida en un viaje a
Detroit en el que los persistentes buscadores se encuentran con el auténtico
Jesús Sixto Díaz Rodríguez.
En el documental,
primero muestran la búsqueda. Las entrevistas con los mentores del
cantante maldito, el editor de sus discos en 1970 y 1971, la gente del
mundo de la música. Nadie sabe nada de él. Recuerdan la emoción que sintieron
cuando le escucharon cantar por vez primera en un bar del sórdido
Detroit. Habían hallado al nuevo Bob Dylan. Era bueno, muy bueno,
rememoran presas de la nostalgia. Pero los discos no se vendieron, algo que
nunca se acabarán de explicar. Así fue como en 1975, una semana antes de
Navidad, la discográfica lo despidió. ¿Qué fue de él? Pues Sixto Rodríguez,
sexto hijo de una pareja de mexicanos que emigró a Detroit en 1920, se dedicó a
su familia, a sus tres hijas, mientras trabajó en la construcción, en la
limpieza de conducciones de saneamiento, en todo aquello que fuera necesario.
Trabajó con sus manos, dejando a un lado ese talento musical que no le había
sido reconocido. Corre el año 1998. Cuando fue despedido de Sussex
Records tenía 33 años, la edad de Cristo. Ahora, cuando lo buscan, tiene 56.
Su aspecto indio, su placidez, la pausada forma de
hablar, la serenidad de su discurso contribuyen a alimentar el mito. Sixto
Rodríguez no muestra rencor. Tampoco frustración. Solo contesta de forma
reflexiva a cuantas cuestiones le plantean. Creía que ciertamente era bueno, pero
no tuvo éxito. Sin más. Se organiza inmediatamente un viaje a Sudáfrica, donde
se le recibe como su hubiera resucitado Elvis Presley, Jimi Hendrix o Jim
Morrison. Nada más bajar del avión le aguarda una limusina. Él no da crédito.
Cuando salga al primer escenario, unos días después, más de 5.000 personas le
aclaman, corean sus canciones, se desgañitan ante el mito. ¿Y él? Pues él toca
sereno, feliz, como quien resucita en un edén donde se reencuentra con todos
sus seres queridos. Da una serie de conciertos por Sudáfrica, se da baños de
multitudes y regresa a su modesta casa del sórdido Detroit. Esta es la
desconcertante historia de Sixto Rodríguez, quien a sus 71 años aún ofreció un
concierto en Barcelona el pasado mes de julio. Delicado de salud, con problemas
de vista y protagonista del Óscar al Mejor Documental de 2013 por ‘Searching
for Sugarman’.
PD.-Tan bonitas son algunas historias que no pueden ser
ciertas, piensas. En internet descubres enseguida un dato omitido en el
documental que no altera la versión sudafricana de Jesús Sixto Díaz Rodríguez,
pero sí la suya propia. Según se recoge en Wikipedia, al éxito en el país
africano se sumó también el éxito en Australia, adonde él habría ido de gira en
1979 y 1981. Estos conciertos no empañan la historia que nos cuentan en el
documental, pero los ocultan para dar mayor efecto dramático a la misma.
Supo que había triunfado fuera, pero ciertamente fue ignorado en su
país. No obstante, desde 1981 hasta 1998, durante 17 años, Rodríguez
sí había vuelto al anonimato en Detroit. Sus dos discos malditos (y el
documental en VSO) están en Youtube y suenan maravillosamente bien.
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