Rituales prehispánicos dedicados al Popocatépetl
Por: Beatriz Esquivel
9 de mayo, 2019
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Desde apaciguar el temperamento del volcán, pedir que sus tierras sean fértiles o las tormentas no maten su cosecha, el Popocatépetl ha sido lugar de todo tipo de rituales desde tiempos prehispánicos.
El gran volcán, que junto al Iztaccíhuatl forma parte del panorama visual del Valle de México, está inscrito en las culturas prehispánicas que lo habitaron y los rituales que se conservaron, dándole origen a una de las leyendas locales en las que ambos volcanes representaban a un par de amantes.
Además de esa leyenda que llegó a nuestros días, en torno al Popocatépetl también se han formado otras historias, en particular la de Don Goyo, una personificación del volcán que cuida a todos los pobladores cercanos de las erupciones de material volcánico.
Pero más allá de estas personificaciones, desde tiempos prehispánicos se han realizado todo tipo de rituales con peticiones para los dioses que no sólo ayuden a cuestiones como las lluvias o los cultivos, sino también a calmar el temperamento, por decirlo de una forma, del volcán.
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En cuanto a la figura de Don Goyo, cada 12 de marzo se conmemora su cumpleaños, el cual se celebra con una procesión que escala una de sus laderas hasta alcanzar un punto en el que todos los asistentes ofrenden todo tipo de objetos y materiales (sean tangibles o intangibles); puede ser desde comida, frutos, flores, hasta cantos o bailes, y a cambio Goyo sigue protegiéndolos, así como concediendo buenaventura.
También se rescatan otros rituales como el de los graniceros —también conocidos como tiemperos o misioneros del temporal—, unos hombres que de acuerdo a los registros del INAH provienen de Metepec, Puebla, además de las mujeres de San Pedro Nexapa que escalan al Iztaccíhuatl.
«Son escasos los estudios comparativos que permiten discernir similitudes y diferencias, continuidades y discontinuidades históricas de los rituales en los volcanes. Una fuente primordial para esta investigación son las descripciones de fray Diego Durán, relativas a la forma en que los ‘graniceros’ trabajaban con el entorno natural. En época prehispánica esto fue un sistema de conocimiento ampliamente difundido.
Al comparar lo que señala esta fuente colonial con los depósitos actuales, en el Iztaccíhuatl, principalmente, notamos la presencia de ofrendas de papel e incienso en cuevas, oquedades de árboles, manantiales y rocas, pero es en las de los alimentos donde se observa la incorporación de nuevos elementos; aunque el fin, la petición a las deidades, sigue siendo el mismo». INAH
El INAH explica el ritual de los graniceros provenientes de Metepec:
«éstos siguen utilizando chalchihuites (jade), como sucedía en época prehispánica. “He observado que don Epifanio, el principal de la ramal de ‘misioneros del temporal’, coloca una jícara con cinco piedras como parte del depósito ritual, a las que llama ‘rayos’ y las cubre con una capa de algodón. Al final, pone un chalchihuite con un orificio al centro”, explicó Ramsés Hernández.»
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