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domingo, 7 de junio de 2020

La Malinche, una yerbita a merced del viento


Por Arturo Ortega Morán
malincheA quien muestra apego a lo extranjero con menosprecio de lo propio, en México se le tilda de malinchista. En estos términos se define este mexicanismo en el diccionario, que también aclara que hace alusión a la Malinche, aquella indígena de quien se valió Hernán Cortés para resolver sus problemas de traducción y, de pasadita, la usó como esclava sexual mientras así le convino.
¡Qué epónimo tan más injusto! Como si en la conciencia de esta joven hubiera estado la intención de traicionar a su patria. Pensar así, es no conocer la historia que aquí voy a contar.
Se llamaba Malinalli Tenépatl, pero en diminutivo le decían Malintzín, que quiere decir ´yerbita´. De Malintzín, por otra pronunciación le dijeron Malinche. Su vida fue corta, frágil, así como lo pronosticó su nombre, una yerbita a merced del viento.
Yerbita fue una indígena cuya lengua materna fue el náhuatl. A temprana edad quedó huérfana de padre y, según algunas versiones, para deshacerse de ella su madrastra la entregó a unos mercaderes. Fue vendida como esclava en varias ocasiones, pasando de mano en mano hasta llegar a tierras de Tabasco. En ese lugar pudo aprender una lengua emparentada con el maya. Cuando a ese lugar llegó Cortés, se convirtió en regalo para él junto con otras diecinueve jóvenes.
Al darse cuenta de que Yerbita era bilingüe, Cortés vio la oportunidad de resolver sus problemas de comunicación con los hablantes de náhuatl, combinando las habilidades de la muchacha con las de Jerónimo de Aguilar, un soldado español que por haber estado cautivo en Yucatán aprendió la lengua maya.Por un tiempo, funcionó bien este puente lingüístico, pero Yerbita era tan inteligente que pronto aprendió también el español y así Jerónimo de Aguilar ya no fue necesario, convirtiéndose en el primer traductor despedido en América.
Como todas las jóvenes indígenas que iban coleccionando los españoles,  Yerbita fue bautizada y tomó el nombre cristiano de Marina; esto era necesario porque la religión prohibía a los soldados tener relaciones sexuales con mujeres que no estuvieran bautizadas. Estando todo en regla, ya con el “permiso divino”, Cortés tomó a doña Marina como amante y tuvo un hijo ilegítimo con ella, llamado Martín Cortés. Tan inseparables eran, por conveniencia que no por amor, que los indígenas, no sé si confundidos, también llamaban a Cortés: “Malinche”. Un ejemplo lo leemos en Historia verdadera de la conquista de la Nueva España , que escribió Bernal Díaz del Castillo entre 1568 y 1575.
Otro día vinieron los mismos caciques viejos, y trajeron cinco indias hermosas, doncellas y mozas, y para ser indias eran de buen parecer y bien ataviadas, y traían para cada india otra moza para su servicio, y todas eran hijas de caciques, y dijo Xicotenga a Cortés:  Malinche, ésta es mi hija, y no ha sido casada, que es doncella; tomadla para vos”
 Algún afecto debió sentir Cortés por doña Marina, porque cuando se aburrió de ella, se preocupó por casarla con un español de nombre Juan Jaramillo, con el cual también tuvo una hija; siendo Yerbita sin duda, una de las primeras madres que parieron hijos mestizos.
¿Qué ideas podía haber en la cabeza de esta joven? Si siempre vivió: ultrajada, vendida, regalada, convencida de que era sólo un objeto  al servicio de los hombres, españoles o indígenas. ¿Traicionar? Creo que no, doña Marina o mejor dicho, Yerbita, fue tan sólo una mujer que trató de sobrevivir en sus circunstancias y que apenas le alcanzó para vivir 27 años, en una época en la que ni siquiera había una patria qué traicionar.
En 1942, el periodista Rubén Salazar Mallén, para quejarse del trato preferencial que a su juicio tenían los periodistas extranjeros, publicó en la revista Hoy “El complejo de la Malinche”. A partir de este ensayo, la periodista Elvira Vargas acuñó el injurioso término de malinchismo, que se propagó rápidamente hasta instalarse en el diccionario.
Así que ya ven, aunque Malintzín  murió hace siglos, su nombre se convirtió en palabra que sigue flotando por ahí, como lo que en verdad significa, una frágil yerbita a merced del viento de la vida y de la necedad de los hombres.

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