mar. 8 de sep. a las 12:088 de septiembre 2020ECN/224Artes y LetrasEL CRONISTA SELECCIONA PARTES DE LA REALIDAD Y, AL HACERLO, LA TRANSFORMA: JUAN VILLORO*Como parte del ciclo La crónica y la ficción, el integrante de El Colegio Nacional, dictó en vivo la conferencia Martín Luis Guzmán: la Revolución en tiempo real el 7 de septiembre*“Él mismo fue muy crítico de la revolución, pero acabó reconciliándose con la revolución institucional”, aseveró Juan Villoro respecto al escritor y diplomático mexicano* “Aquí estamos ante una mirada crítica, contradictoria, tan convulsa como la realidad que documenta y que vuelve, una y otra vez, sobre sí misma”, destacó el colegiado“No se puede narrar la realidad sin intervenir un poco en ella”. Tal es una de las certezas de Juan Villoro, integrante de El Colegio Nacional, que sirvió de guía para la conferencia que dio inicio al ciclo La crónica y la ficción, con el tema de Martín Luis Guzmán: la Revolución en tiempo real, transmitida en vivo el 7 de septiembre por las plataformas digitales de la institución.“El sólo hecho de contarla implica hacer una selección: como el fotógrafo que decide un encuadre determinado y privilegia cierta luz, personajes o sombras; el cronista selecciona partes de la realidad y, al hacerlo, la transforma”.Si bien la obra más conocida de Martín Luis Guzmán es La sombra del caudillo, el narrador decidió concentrar su atención en El águila y la serpiente, al considerarla como “la gran crónica sobre su participación como testigo de cargo de la Revolución mexicana”.“Muchas veces, un cronista no sabe cómo darle orden a la realidad, porque ocurre sin pedirle permiso a nadie. El cronista debe captarla con un cierto sentido del orden y, para ello, Martín Luis Guzmán, escoge ciertos símbolos que puedan guiar a la acción”.Una simbología que se hace presente en El águila y la serpiente, publicada en 1928, consiste en que se transforma en testigo de una realidad que se está produciendo ante sus ojos, aunque le da un estatuto narrativo para contar “su errancia por el campo villista”.“Él mismo fue muy crítico de la revolución, pero acabó reconciliándose con la revolución institucional: fue diputado, ocupó cargos de importancia y, de alguna manera, este rebelde inconforme de la Revolución mexicana, acabó congraciándose con un sistema que había criticado”, recordó Juan Villoro durante su disección de una obra que permite observar desde, diferentes trincheras, al hecho histórico.La reflexión del escritor responde a la necesidad de no ceder a la tentación de pensar que el pasado es una zona clausurada, ya ocurrida, donde nada se puede modificar y, por supuesto, no es así: “el pasado es una matriz que está abierta a sucesivas y puede ser reinterpretada desde el presente”.“Aquí estamos ante una mirada crítica, contradictoria, tan convulsa como la realidad que documenta y que vuelve, una y otra vez, sobre sí misma. Veremos un pasaje en el que pone en tela de juicio su propia validez como testigo, lo que le da una temperatura muy especial a la crónica en tiempo real”.La militancia del cronistaJuan Villoro asegura que en la crónica de Martín Luis Guzmán hay una toma de posición, como la hay en su misma lectura, lo que no deja de lado el hecho de que en El águila y la serpiente hay una especie de fuerza perturbadora que alecciona respecto a la enorme complejidad de los procesos sociales, “la dificultad de narrarlos con justeza, de no ser apasionado, de no entender la historia en forma maniquea”.“Nos previene para que tomemos con un grano de sal y seamos un tanto escépticos. Por extensión podemos serlo de otras opiniones de Martín Luis Guzmán, porque como he dicho, se trata de una visión militante de la Revolución mexicana y, en cierta forma, en mi lectura he participado de una lectura militante compartiendo muchas de sus simpatías y diferencias.“Es muy importante tomar en cuenta que el propio autor desoyó, de alguna manera, la rica variedad de enfoques que tiene esta novela y, al final, hizo las pases burocráticamente y beneficiosamente con los gobiernos emanados de la Revolución mexicana”.En su recorrido por los episodios del libro, Juan Villoro se encuentra con una suerte de retratos de personajes como el mismo Pancho Villa, Felipe Ángeles o Rodolfo Fierro, en quienes ubica contradicciones, pero también oscuridades difíciles de comprender.Así como relata un pasaje conocido como “La fiesta de las balas”, donde Fierro asesina a 300 prisioneros casi por deporte y se va a dormir sin mayor problema, al mismo tiempo retrata a un personaje como Felipe Ángeles, un general que nunca se atrevió a practicar el soborno, que se negó a fusilar a los prisioneros: “presenta una figura si se quiere idealizada y la contrasta con la del general Fierro”.“Martín Luis Guzmán es un testigo que se pone en tela de juicio, duda, se cuestiona y se siente culpable en la medida en que se sabe responsables de haber visto eso. No ha cometido los sucesos, pero pertenecen al bando humano que los ha perpetrado, ahí la grandeza ética del cronista: hacerse cargo, incluso, de aquello que no ha hecho, a diferencia de los grandes villanos de la historia, que cometen atrocidades, pero, tristemente, duermen tranquilos”.A diferencia de un historiador que busca narrar las ideas y los hechos fundamentales: la intención del escritor era otra: poner en tensión los hechos con sus representaciones, a decir de Juan Villoro, quien con Martín Luis Guzmán comienza un ciclo que lo llevará a reflexionar sobre Nellie Campobello, Vicente Leñero y Víctor Hugo Rascón Banda.La conferencia Martín Luis Guzmán: la Revolución en tiempo real, se encuentra disponible en el Canal de YouTube de El Colegio Nacional: elcolegionacionalmx-0-
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martes, 8 de septiembre de 2020
El cronista selecciona partes de la realidad, y al hacerlo, la transforma: Juan Villoro
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