Libro en PDF 10 MITOS identidad mexicana (PROFECIA POSCOVID)

Libro en PDF 10 MITOS identidad mexicana (PROFECIA POSCOVID)

  Interesados comunicarse a correo: erubielcamacho43@yahoo.com.mx  si quieren versión impresa o electrónica donativo voluntario .

domingo, 7 de febrero de 2021

EL TIGRE DE TACVBAYA EN STAR WARS

 EL TIGRE DE TACVBAYA EN STAR WARS

SABIAS QUE !
EL FAMOSO ,TERRIBLE , SANGUINARIO Y COBARDE
GENERAL GRIEVOUS DE LA SAGA DE STAR WARS SE BASO POR CUMPLETO EN UN GENERAL MEXICANOS VALIENTE , COBARDE EN LA BATALLA , SANGUINARIO , TERRIBLE Y CONSERVADOR
GENERAL DE DIVISION LEORNADO MARQUEZ CONOCIDO COMO
EL TIGRE DE TACUBAYA PERO TE PREGUNTA QUIEN ES ESTE GENERAL Y POR QUE SE GANO EL TITULO DE TIGRE DE TACUBAYA
AQUI TE LO EXPLICO
LEONARDO MÁRQUEZ, EL HOMBRE QUE NACIÓ PARA LA GUERRA
LA VIDA DEL TIGRE DE TACUBAYA
El general Leonardo Márquez fue uno de los personajes más polémicos y repudiados de la segunda mitad del siglo XIX mexicano. Por haber colaborado con el gobierno conservador, la intervención francesa y el imperio de Maximiliano, se le ha impuesto el epíteto de traidor. Sus contemporáneos lo describieron como cruel, sanguinario y vengativo, aunque, por contradictorio que parezca, también reconocieron en él a un militar sagaz, valiente hasta la temeridad, de prestigio inmenso, irrefutable talento y vasta instrucción; en fin, un hombre de guerra por vocación.
Bautizado como Leonardo Teófilo Guadalupe Ignacio del Corazón de Jesús, nuestro protagonista nació en Ciudad de México el 8 de enero de 1820, es decir, en las postrimerías del Virreinato, en una época convulsa como sería la de los primeros años de la vida independiente. Fue hijo de María de la Luz Araujo y de Cayetano Márquez, quien era teniente del ejército realista. Que su padre fuese militar es significativo, ya que las comisiones del servicio lo llevaron a arrastrar a la familia a una vida itinerante y a avecindarse en distintas poblaciones, entre ellas San Cristóbal de las Casas (Chiapas) y Lampazos (Nuevo León). Así, desde temprana edad, Leonardo se familiarizó con las fragosidades de la vida castrense.
Fue en la villa neolonesa donde a la edad de diez años se incorporó como cadete en la compañía presidiaria en la que servía su padre. A partir de entonces la carrera de las armas sería el eje de su vida. En 1836, después de servir en lo que hoy son los estados de Chiapas y Querétaro, solicitó y obtuvo permiso de las autoridades para asistir a la campaña de Texas –que había manifestado su intento separatista–, por lo cual fue enviado a Matamoros (Tamaulipas). Tenía dieciséis años y no participó en ningún combate en esa ocasión, mas después habría de mantenerse activo en Tamaulipas, Zacatecas, Aguascalientes y San Luis Potosí, combatiendo a los desafectos al gobierno.
En agosto de 1841, año en que se incorporó al ejército regular, se le ordenó ir a Ciudad de México para defenderla de las fuerzas opositoras a Anastasio Bustamante, pero este renunció a la presidencia un mes después. Luego sirvió en el cantón de Jalapa, en la campaña de Tixtla, Chilapa y Veracruz, puerto en el que permaneció hasta septiembre de 1846, cuando regresó a la capital del país, en donde, ya como capitán, se le dio el mando de una compañía de tiradores con la que se trasladó a San Luis Potosí.
La marcha referida se dio en un periodo convulso para la República debido al estado de guerra con Estados Unidos, al que Leonardo no permaneció indiferente. En febrero de 1847 acudió a las acciones de La Angostura y Agua Nueva, Coahuila, y dos meses después a la de Cerro Gordo, Veracruz. Destacada fue también su participación en los combates del valle de México, descollando la carga que realizó sobre el enemigo en la calzada de Anzures, la que años más tarde le valió su ascenso a coronel.
Una vez que se firmó la paz entre ambas naciones, concurrió a la campaña de Xichú, en la Sierra Gorda de Querétaro, en donde derrotó a la rebelión que ahí había estallado contra la administración de José Joaquín de Herrera. En febrero de 1849, en la misma zona, Leonardo, que hasta entonces había servido a los gobiernos asentados en Ciudad de México, se pronunció por el regreso a la República de Antonio López de Santa Anna, por lo que se le “sentenció a muerte”; no obstante, se le concedió una amnistía, previo a darlo de baja del ejército. Así, entre 1849 y 1851 estuvo separado del servicio.
La Revolución de Ayutla y el primer exilio
Fue el presidente Mariano Arista quien le otorgó el indulto –además de reconocerle el grado de teniente coronel–, con la orden de organizar un batallón en Toluca, ciudad que fue su residencia hasta julio de 1853, cuando López de Santa Anna, ahora encargado del Ejecutivo, lo llamó a la capital del país. En enero de 1854 el mandatario lo comisionó al cantón de Jalapa, del que partió en noviembre para combatir la insurrección que en el departamento de Guerrero encabezaron Juan Álvarez e Ignacio Comonfort. La salida de “Su Alteza Serenísima” del país, en agosto de 1855, obligó a Márquez a solicitar a la administración de la revolución triunfante su retiro del ejército, mismo que se le concedió con una licencia para transitar “libremente” por el país.
Sin haberse comprometido a no tomar las armas, Leonardo se refugió en el valle de Toluca, en donde organizó algunas fuerzas para hostilizar al gobierno de Comonfort. Con estas se incorporó a Antonio Haro y Tamariz, en ese momento levantado en armas en Puebla, quien lo nombró mayor general, cargo con el que acudió a la batalla de Ocotlán y al sitio de Puebla de 1856, acciones en las que sus correligionarios fueron derrotados. Esta rebelión la debemos destacar porque en ella tomaron parte Miguel Miramón, Severo del Castillo, Luis G. Osollo, José María Cobos, Manuel Ramírez de Arellano, Antonio Ayesterán, entre otros –todos ellos inconformes con las leyes reformistas que afectaban al Ejército y la Iglesia–, quienes habrían de ser sus compañeros de armas en los próximos años.
El revés en Puebla lo forzó a embarcarse en Veracruz, en compañía de Haro y Tamariz y Osollo, con destino a La Habana, Cuba, a la que llegó a finales de mayo de 1856. Su estancia en la isla caribeña fue breve: a los pocos días se trasladó a Nueva York, donde fijó su residencia y se mantuvo al tanto de la situación política de la República y en espera de la coyuntura para regresar. La oportunidad se presentó a finales de 1857 y principios de 1858, con el desconocimiento del presidente Comonfort de la Constitución y el alzamiento militar que proclamó el Plan de Tacubaya en la capital del país, lo que desencadenó la guerra civil de Reforma.
La Guerra de Tres Años
Leonardo Márquez llegó a Veracruz en febrero de 1858, mas, como las autoridades ahí establecidas eran partidarias de la Constitución, se vio obligado a ir a Tampico, en donde la suerte le fue adversa, pues ahí fue hecho prisionero. Hasta el mes de mayo recobró su libertad gracias a que el general Tomás Mejía logró posesionarse de ese puerto.
Una vez en libertad se dirigió a la capital del país para ponerse a las órdenes de Félix Zuloaga, presidente por el grupo conservador, quien lo nombró gobernador y comandante general de Michoacán. Leonardo entraba en la guerra después de seis meses de que esta había iniciado; su incorporación se dio en un momento oportuno para la causa conservadora, ya que el general Osollo, la principal espada del gobierno tacubayista, había muerto pocos días antes. A partir de entonces el prestigio militar de Márquez comenzó a crecer hasta convertirse en uno de los jefes más destacados del ejército conservador, por lo cual se le confió el mando político y militar de San Luis Potosí y el de la División del Poniente.
En agosto, después de ascender a general de brigada, sus fuerzas fueron incorporadas al Primer Cuerpo de Ejército que tenía encomendado recuperar las ciudades de San Luis Potosí y Zacatecas. Márquez fue designado segundo en jefe solo por debajo de Miramón, con quien, en septiembre, concurrió a la batalla de Ahualulco (SLP), en la que vencieron al jefe liberal Santiago Vidaurri. En diciembre repetiría este lauro en Tololotlán, Poncitlán y Atequiza, en Jalisco, lo que le permitió ocupar Colima y entrar triunfante a Guadalajara el 3 de enero de 1859; una semana después fue nombrado gobernador y comandante militar de Jalisco.
El Tigre de Tacubaya
Tan pronto como tomó posesión de su nuevo cargo, Leonardo Márquez, nos dice Manuel Cambre en La Guerra de Tres Años en el estado de Jalisco (1892), se dedicó a aumentar y disciplinar a sus hombres, a los “que tuvo bien vestidos, pagados y municionados […] listos para el combate”. Esta oportunidad se presentó pronto, pues el 20 de marzo recibió una comunicación de Antonio Corona, gobernador del Distrito Federal, en la que le urgía su presencia en la capital, pues el general Santos Degollado se dirigía a ella para atacarla. Lo apremiante de este aviso lo hizo salir de inmediato para auxiliar en la sede del gobierno al cual defendía. Su marcha expedita le permitió llegar a la capital el 7 de abril.
De inmediato se presentó ante Corona para confeccionar un plan defensivo; así lo hicieron y la mañana del 11 de abril Márquez logró derrotar a Degollado en Tacubaya, victoria que permitió que la ciudad quedara libre del asedio liberal y a él le valió su ascenso a general de división.
En su parte militar apuntó: “En este momento tengo la honra de enarbolar por mi propia mano en el fuerte de Chapultepec el pabellón nacional […] Este acto llena mi alma de un nuevo regocijo que no puedo explicar, y que me acompañará todo el resto de mi vida”. Pero este “regocijo” no sería lo único que lo acompañaría, ya que también lo haría el sobrenombre del “Tigre de Tacubaya”, mismo que se le atribuyó por las ejecuciones de civiles que realizó después de su triunfo del día 11.
El 11 de abril de 1859 derrotó al general Santos Degollado y fusiló a 53 prisioneros –entre ellos médicos, enfermeros y civiles ajenos a la contienda–, lo cual le valió el apodo del “Tigre de Tacubaya”, y entonces recibió el grado de general de división. Luego Márquez le atribuyó el fusilamiento a Miguel Miramón:
Sin embargo el periodista y escritor Ángel Pola afirma que la orden de Miramón fue emitida cuando Márquez ya había ejecutado a los prisioneros […] Ambos, Miramón y Márquez, compartieron la misma culpa, el primero dio la orden de fusilar a los oficiales, mientras que el segundo ordenó la ejecución de los combatientes, todos. Ambos se escudaron en la ley del 23 de diciembre de 1858 que emitió Félix Zuloaga durante su mandato presidencial: la de fusilar a cualquier conspirador.1
La Guerra de Reforma continuó y Márquez enfrentó al Ejército Liberal del Sur, y al intentar auxiliar a los conservadores sitiados en Guadalajara, el 1° de noviembre de 1860 fue derrotado en Zapotlanejo, Jalisco.
Al triunfo de los liberales, Márquez continuó las hostilidades al lado del general Félix Zuloaga. El 23 de junio de 1861 combatió al general Leandro Valle, a quien derrotó y fusiló. Luego atacó la Ciudad de México, pero fue rechazado por el general Jesús González Ortega, quien lo derrotó el 13 de septiembre inmediato, en Jalatlaco, y entonces se refugió en la sierra de Pachuca.
Si bien al principio no estuvo de acuerdo con la intervención francesa auspiciada por lo conservadores, finalmente se adhirió a las filas imperialistas el 26 de mayo de 1862 y se puso a disposición del general Juan Nepomuceno Almonte, entonces jefe supremo de la nación.
El 5 de mayo de 1862 fue partícipe de la derrota de las tropas imperiales francesas y el coronel O’Haran lo persiguió hasta Izúcar de Matamoros, y entonces se dirigió a Orizaba, donde se hizo del control de la población.
Al lado de las tropas francesas, en mayo de 1863, ocupó la ciudad de Puebla de los Ángeles. El 10 de julio inmediato, la Asamblea de Notables nombró emperador de México al archiduque Fernando Maximiliano de Austria, quien ese mismo día le concedió la gran cruz de Guadalupe, la cual recibió en Morelia, y a finales de octubre Napoleón III le otorgó la cruz de comendador de la Orden Imperial de la Legión de Honor, prendiéndosela en su uniforme el mismo general Achille Bazaine.
El 18 de diciembre del mismo 1863 derrotó a las tropas republicanas en Morelia, pero al entrar a la plaza principal recibió una profunda herida de bala en el rostro. Enseguida fue derrotado y relevado de la Comandancia Militar de Michoacán, y continuó la campaña militar en Colima.
A finales de 1864 el emperador Maximiliano, para alejarlo de México, lo nombró ministro plenipotenciario en Constantinopla, con las encomiendas de lograr el reconocimiento diplomático del sultán turco y de establecer un consulado mexicano y un convento de franciscanos mexicanos en Jerusalén. Y el 10 de abril de 1865, su señora madre María de la Luz Araujo recibió la cruz imperial de San Carlos.
El 24 de mayo de 1865 presentó sus cartas credenciales al gran sultán en el Palacio Imperial de Beylerbeyi, a la vez le entregó el gran cordón del Águila Mexicana. En octubre signó un tratado consular y a principios de diciembre viajó a Jerusalén donde estableció el respectivo consulado y pretendió fundar el convento franciscano, lo cual finamente no se logró. A su regreso a Constantinopla, el 6 de mayo de 1866 firmó un tratado de Amistad, Comercio y Navegación entre el imperio mexicano y el imperio otomano, e inició las negociaciones para firmar un tratado similar con los gobiernos de Grecia y Persia.
El 26 de agosto de 1866 se despidió oficialmente del sultán otomano, quien le otorgó el gran cordón de la Orden Imperial Turca del Medjidié, además el patriarca latino de Jerusalén lo condecoró con la gran cruz del Santo Sepulcro.
A mediados del citado 1866 regresó a México, y Maximiliano I por sus servicios diplomáticos le concedió la gran cruz del Águila Mexicana, y ante el inminente retiro de las tropas francesas del territorio mexicano decidió poner al frente del ejército a Miramón, Mejía y a Márquez, a quien designó lugarteniente del imperio, y como tal lo acompañó a Querétaro, hasta que decidió que saliera a la Ciudad de México para enviarle recursos para resistir el asedio de los republicanos, y el 11 de mayo de 1867 lo nombró regente del imperio y general en jefe del Ejército Imperial.
Al enterarse de que Puebla había sido tomada por el general Porfirio Díaz luego de la batalla del 2 de abril, él siguió hasta Apizaco y regresó a la Ciudad de México. Retuvo la capital durante 70 días y ante la debacle del imperio, el 19 de junio de 1867 renunció al mando y desapareció.
Durante seis meses se ocultó en casa de unos amigos de su madre, luego se escondió en el Cementerio de los Ángeles y finalmente disfrazado de arriero huyó al Puerto de Veracruz, donde se embarcó hacia Cuba.
De 1868 a 1895 residió en San Cristóbal de La Habana, ahí rentó una casa en el barrio del Santo Cristo y al disminuir sus ahorros trabajó de corredor de ventas y de vendedor en el bazar de Santa Ana.
Y por la mediación del secretario de Gobernación y suegro del presidente de la república Manuel Romero Rubio, el 23 de mayo de 1895 Márquez pudo regresar a su país, estableciéndose en la capital de la república.
Son de su autoría los escritos: El Imperio y los imperiales y Refutación hecha por el General de División Leonardo Márquez al libelo del General de Brigada Don Manuel Ramírez de Arellano publicado en París el 30 de diciembre de 1868 bajo el epígrafe “Últimas horas del Imperio”.
El 31 de mayo de 1911 el general Porfirio Díaz y su familia salieron de México en el buque alemán Ypiranga, y entonces Márquez por decisión propia decidió exilarse y nuevamente se estableció en La Habana, donde murió el 5 de julio de 1913 y se le sepultó en el Cementerio Colón.
Juicios y testimonios
Egon Caesar Conte Corti: “Era un partidario de Santa Anna que bajo la presidencia de Herrera, en el año de 1849, hizo prisionero a su inmediato superior el general Guzmán y ‘se pronunció’ por Santa Anna con el batallón que tenía a su mando. Márquez era conocido además de por esta traición, que por otra parte era cosa entonces frecuente, por su implacable proceder, tanto en la guerra como en la paz”.
Verónica González Laporte: “Yo no quería escribir este libro. Leonardo Márquez me parecía un abominable asesino, poco digno de dedicarle larguísimas jornadas de trabajo. Fue a raíz de la insistencia de mi editor Rodrigo Fernández Chedrahui, que acepté interesarme en este controversial personaje por quien no se tiene ninguna simpatía. Por eso el ejercicio se volvió un reto cada vez más interesante. Encontrar el tono adecuado, procurar no emitir demasiados juicios, darle la palabra al general Márquez y a sus contemporáneos, respetando las posturas de uno y otros; tratar de entender la razón de sus actos”.
De un informe confidencial para el archiduque Maximiliano: “Márquez no ha reconocido a los gobiernos liberales y ha preferido andar en campaña, haciendo vivir a sus tropas sobre los pueblos donde se refugia. Se le hace justicia de no haber impuesto nunca tributaciones en su provecho; pero se le reprocha de haberse mostrado siempre sanguinario hasta el último grado [...]”.
Jean Meyer: “Los franceses [lo] llamaban Leopardo [...] Es temido, admirado, despreciado. Todos hablan de él, como todos hablarán, más tarde y siempre bien de Tomás Mejía, que tiene la ventaja de ser indígena. Muchos cambian de parecer y terminan apreciando los talentos militares, la autoridad y la honestidad personal de Márquez [...] Un solo hombre supo conquistar nuestras simpatías [...] Es honesto y mantiene la disciplina militar, por eso todos los mexicanos lo detestan”.
Mártires de Tacubaya
En el siglo XIX Tacubaya era un sitio relativamente distante a la Ciudad de México, por su entorno boscoso y tranquilo fue elegido por la élite social y política como un sitio de recreo. Muchos miembros de esta élite construyeron en esta localidad sus mansiones, incluso ahí se encontraba la casa del arzobispo de México. Tanto liberales como conservadores se reunían en Tacubaya para deliberar la política del país.
El 7 de abril de 1859, las tropas del general conservador Leonardo Márquez llegaron a la Ciudad de México. Márquez decidió dirigirse a Tacubaya, en su marcha pasó por Popotla, Tacuba, la hacienda de los Morales, las Lomas y Santa Fe posicionándose en la Loma del Rey para dirigir su ataque.1​ Los rumores del inminente enfrentamiento bélico llegaron a oídos de los liberales y de sus simpatizantes, debido a que el ejército liberal no contaba con suficientes médicos, varios jóvenes estudiantes se ofrecieron como voluntarios para asistir a los heridos.
Hubo cuantiosas bajas en ambos bandos, pero el triunfo de la batalla correspondió a los conservadores. El general liberal Santos Degollado se vio forzado a ordenar la retirada de sus tropas.
Cuando terminó la contienda, varios jefes y oficiales liberales quedaron prisioneros. Los heridos sin poder escapar continuaron siendo atendidos por los médicos y voluntarios que habían acudido a Tacubaya. Mientras tanto, el general conservador Miguel Miramón había llegado a México, de inmediato se dirigió a Tacubaya. Por la tarde se reunió en el convento de San Diego con Leonardo Márquez, Tomás Mejía y al coronel Joaquín Orihuela. Tras recibir el parte de guerra, ordenó ejecutar a los oficiales prisioneros.3​
«General en jefe del ejército nacional (sic).- Excmo. Sr.: En la misma tarde de hoy, y bajo la más estrecha responsabilidad de V. E., mandará sean pasados por las armas todos los prisioneros de la clase de oficiales y jefes, dándome parte del número de los que les haya cabido esta suerte.-Dios y ley.- México, Abril 11 de 1859».
Miguel Miramón.
El primero en ser fusilado en el jardín del arzobispado fue el general Marcial Lazcano, seguido de los coroneles Genaro Villagrán y José María Arteaga, del capitán José López y del teniente Ignacio Sierra.4​
Acto seguido la soldadesca arrestó a los doctores Ildefonso Portugal, Gabriel Rivero, Manuel Sánchez, Juan Duval (súbidto inglés) y Alberto Abad, asimismo a los estudiantes de medicina Juan Díaz Covarrubias y José M. Sánchez.5​ El licenciado Agustín Jáuregui, quien vivía en Mixcoac y no tenía relación con las fuerzas constitucionalistas, fue denunciado por sus supuestas ideas liberales, con este pretexto fue aprehendido en su domicilio y conducido al paredón.6​
De igual forma fue fusilado el abogado Manuel Mateos —hermano de Juan Antonio Mateos—, quien se había adherido como voluntario a los liberales. Los siguientes en ser ejecutados fueron Teófilo Ramírez, Gregorio Esquivel, Mariano Chávez, Fermín Tellechea, Andrés Becerril, Pedro Lozano Vargas, Domingo López, José María López, los italianos Ignacio Kisser y Miguel Dervis, así como dos jóvenes estadounidenses de 17 y 15 años de apellido Smith que se encontraban curioseando en el lugar. En total fueron cincuenta y tres víctimas. Los cadáveres fueron apilados en carretas y arrojados a una barranca.7​
Lograron escapar el profesor Feliciano Chavarría y el coronel Bello. El médico militar Francisco Montes de Oca tuvo la fortuna de no ser fusilado. La francesa María Couture viuda de Gourgues tuvo una destacada actuación intentando salvar inútilmente la vida de los médicos, al no conseguir su objetivo atendió las últimas peticiones de los sentenciados guardando sus objetos personales, sin embargo fue despojada por los soldados conservadores. El 13 de noviembre de 1861, el Congreso de la Unión, en reconocimiento a su labor, la exentó de forma vitalicia del pago de sus contribuciones municipales y federales.2​
La cruel matanza fue conocida en el país y en el extranjero. A partir de entonces, Leonardo Márquez fue conocido con el apodo de "el Tigre de Tacubaya". Cuando se le cuestionó por los excesos de violencia cometidos, argumentó haber seguido la Ley de Conspiraciones para justificar su acción
Traición de Leonado Marquez
En los ultimos años se a espetaculado sobre la posibilidad de una traición hacia maximiliano en los ultimos dias del imperio incluso del entre Marquez e Miguel Lopez sobre de entregar a Miramon e Mejia a cambio cambio de Salvar la vida vida emperador pero esto no se puedo comprobar

No hay comentarios:

Publicar un comentario