Muere de COVID exoficial de la CIA y teórico de la
conspiración que dijo que la pandemia era un engaño
Stuti Mishra
jue, 2 de septiembre de 2021 2:42 p. m.
Un antiguo oficial de la CIA que afirmó ser la primera
persona en llamar al covid un engaño, murió a causa de la enfermedad tras
luchar por su vida durante casi un mes en un hospital.
Robert David Steele, veterano del cuerpo de marines
estadounidense y partidario de QAnon, promovió varias teorías conspirativas,
entre ellas una que decía que el covid era un engaño. También promovió una
campaña antivacunas.
A principios de este mes, Steele fue hospitalizado con
síntomas de coronavirus, incluyendo pulmones gravemente dañados. Sin embargo,
el exmarine siguió diciendo que la infección era un engaño y se negó a
vacunarse.
“No voy a vacunarme, aunque hoy he dado positivo en lo que
sea que llaman ‘covid’, pero la conclusión es que mis pulmones no funcionan”,
escribió Steele en su última publicación el 17 de agosto, acompañada de una
foto con un respirador artificial.
“Nunca volveremos a ser los mismos porque ahora sabemos que
nos han mentido en todo”, escribió Steele. “Pero, ahora también sabemos que
podemos confiar los unos en los otros. Hoy estoy vivo porque tuve una red que
me llevó a un buen hospital en Florida”.
Siendo positivo sobre su recuperación, Steele escribió: “la
buena noticia es que sobreviviré con unos días de descanso. Debería estar de
vuelta y al menos funcional pronto. Esta ha sido una experiencia cercana a la
muerte, muy parecida a la nueva experiencia de muerte que todo el país está
atravesando ahora mismo.”
El lunes, su amigo y compañero de teorías conspirativas Mark
Tassi confirmó su muerte en un vídeo de Instagram. En el vídeo, Tassi lanzaba
varias acusaciones contra la administración del hospital en el que Steele
estaba ingresado y afirmaba que su salud se había deteriorado después de
recibir tratamiento para el covid.
“¡Abran los ojos! No se fíen de mi palabra, investiguen como
he hecho yo. Le iba bien hasta que le dieron Remdesivir”, comentó Tassi en el
vídeo. “Esto provocó inmediatamente que sus niveles de oxígeno disminuyeran.
Inmediatamente empezaron a presionar a la familia para presionarlos a usar un
respirador”.
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han demostrado ser una cura para el COVID, se disparan
“Están tratando de hacer que Florida quede mal. Están
apuntando a Florida”, añadió.
El Remdesivir ha sido aprobado por la Administración de
Alimentos y Medicamentos de EE.UU. (FDA) para el tratamiento del covid. Según
un estudio reciente de los CDC, las personas no vacunadas tienen 29 veces más
probabilidades de ser hospitalizadas por covid que las que están totalmente
vacunadas.
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The New York Times
Un nuevo estudio indica que es menos probable que las
personas vacunadas sufran de COVID prolongada
Emily Anthes
jue, 2 de septiembre de 2021 4:44 p. m.
El mes pasado, Moira Smith de Anchorage, Alaska,
visitó a familiares que no estaban vacunados; tanto Smith como su
madre, ambas vacunadas, se contagiaron de COVID-19. (Ash Adams / The New York
Times)
El mes pasado, Moira Smith de Anchorage, Alaska, visitó a
familiares que no estaban vacunados; tanto Smith como su madre, ambas
vacunadas, se contagiaron de COVID-19. (Ash Adams / The New York Times)
Las personas que contraen el coronavirus cuando ya están
completamente vacunadas tienen aproximadamente un 50 por ciento menos de
probabilidades de sufrir COVID prolongada que aquellas personas no vacunadas
que se contagian, según reportaron los investigadores de un nuevo estudio en el
que participaron adultos británicos.
La investigación que se publicó el miércoles en la revista
Lancet Infectious Diseases también proporciona más evidencia de que las vacunas
de dos dosis Pfizer-BioNtech, Moderna y AstraZeneca ofrecen una potente
protección contra la enfermedad sintomática y grave.
“Creo que, en realidad, este es el primer estudio que
demuestra que la COVID prolongada se reduce con una doble vacunación, y se
reduce de manera significativa”, dijo Claire Steves, una médica geriatra del
King's College London y autora principal del estudio.
Aunque muchas personas con COVID-19 se recuperan en pocas
semanas, algunas experimentan síntomas a largo plazo que pueden ser
debilitantes. Esta constelación de efectos secundarios persistentes que se
conoce como la COVID-19 prolongada puede incluir fatiga, dificultad para respirar,
niebla mental, palpitaciones cardiacas y otros síntomas. Pero muchos aspectos
de la enfermedad siguen siendo un misterio.
“Aún no tenemos un tratamiento para la COVID prolongada”,
dijo Steves. Agregó que vacunarse “es una estrategia de prevención en la que
todos pueden participar”.
Estos hallazgos se suman a una cantidad creciente de
estudios de las llamadas infecciones posvacunación. Los Centros para el Control
y la Prevención de Enfermedades han confirmado que la variante delta, altamente
contagiosa, está causando más de estas infecciones que otras versiones del
virus, aunque las infecciones en las personas totalmente vacunadas tienden a
ser leves.
Los nuevos hallazgos se basan en datos de más de 1,2
millones de adultos participantes en la Investigación de Síntomas de la
COVID-19, en la que los voluntarios registran en una aplicación para teléfonos
móviles sus síntomas, resultados de pruebas e historial de vacunación. Entre
los participantes se encuentran personas que recibieron al menos una dosis de
las vacunas de Pfizer, Moderna o AstraZeneca entre el 8 de diciembre y el 4 de
julio, así como un grupo de control de personas no vacunadas.
Una clínica de vacunación contra COVID-19
en una catedral en Salisbury, Inglaterra, el 23 de enero de 2021. (Andrew Testa
/ The New York Times)
Una clínica de vacunación contra COVID-19 en una catedral en
Salisbury, Inglaterra, el 23 de enero de 2021. (Andrew Testa / The New York
Times)
Los investigadores descubrieron que de casi 1 millón de
personas que estaban totalmente vacunadas, solo el 0,2 por ciento reportó haber
sufrido una infección posvacunación. Aquellos que se contagiaron después de
haberse vacunado tuvieron más o menos el doble de probabilidades de ser
asintomáticos que los que se infectaron sin estar vacunados. Las probabilidades
de hospitalización fueron 73 por ciento más bajas en el grupo de infectados
posvacunación que en el grupo infectado y no vacunado.
Las probabilidades de tener síntomas a largo plazo, de al
menos cuatro semanas de duración tras el contagio, también fueron un 49 por
ciento más bajas en el grupo de personas vacunadas infectadas.
“Por supuesto, las vacunas también reducen en gran medida el
simple riesgo de infección”, dijo Steves. Esa reducción del riesgo significa
que la vacunación debería disminuir todavía más las probabilidades de padecer
COVID prolongada, señaló.
Los investigadores reconocen que la investigación tiene
limitaciones, de las cuales la más notable es que son los mismos pacientes
quienes reportan los datos. Además, la COVID prolongada es difícil de estudiar,
con una amplia gama de síntomas que pueden variar enormemente en intensidad.
Pero Steves mencionó que espera que los hallazgos tal vez
alienten a ponerse la vacuna a más jóvenes, cuyas tasas de vacunación están muy
por debajo de las de otros grupos. Señaló que los adultos jóvenes tienen menos
probabilidades de enfermarse gravemente a causa del virus que los adultos
mayores, pero de cualquier manera están en riesgo de padecer COVID prolongada.
“Quedarse fuera de la acción durante seis meses tiene un
gran impacto en la vida de las personas”, comentó. “Entonces, si podemos
demostrar que disminuye el riesgo de que se enfermen de COVID prolongada si se
vacunan, eso puede ser algo que les ayude a tomar la decisión de aceptar
vacunarse”.
© 2021 The New York Times Company
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The New York Times
Otro riesgo oculto para los pacientes con COVID: problemas
renales prolongados
Pam Belluck
jue, 2 de septiembre de 2021 1:14 p. m.
La enfermera Masha Crawford cuida a un paciente con
diálisis en el Centro de Salud Providence St. John en Los
Ángeles, el 23 de febrero de 2021. (Isadora Kosofsky/The New York
Times)
La enfermera Masha Crawford cuida a un paciente con diálisis
en el Centro de Salud Providence St. John en Los Ángeles, el 23 de febrero de
2021. (Isadora Kosofsky/The New York Times)
Desde el principio de la pandemia, los médicos han
descubierto que la gente que experimenta casos graves de COVID-19 a menudo
tiene problemas renales y no solo el daño pulmonar característico de esta
enfermedad.
Ahora, un estudio muy grande señala que los problemas
renales pueden durar meses después de que los pacientes se recuperan de la
infección inicial y en algunos pacientes pueden originar una reducción
considerable de la función renal.
En este estudio, publicado el miércoles en la revista
Journal of the American Society of Nephrology, se descubrió que cuanto más
enfermos estuvieran los pacientes al principio, era más probable que sufrieran
un daño renal prolongado.
Pero incluso las personas con infecciones iniciales menos
graves podrían ser vulnerables.
“De manera generalizada, en realidad vemos un mayor riesgo
de que se presente una serie de eventos importantes vinculados con el riñón”,
señaló F. Perry Wilson, nefrólogo y profesor adjunto de Medicina en la
Universidad de Yale, quien no participó en el estudio. “Y lo que más me
sorprendió es que estos perduraron”.
Los riñones tienen una participación fundamental en el
cuerpo para eliminar las toxinas y el exceso de líquido de la sangre, ayudar a
mantener una presión arterial saludable y mantener un equilibrio de
electrolitos y de otras sustancias importantes. Cuando los riñones no funcionan
bien o de manera eficiente, los líquidos se acumulan y provocan inflamación,
presión sanguínea alta, debilidad en los huesos y otros problemas.
El corazón, los pulmones, el sistema nervioso central y el
sistema inmunitario pueden sufrir un deterioro. En la etapa terminal de la
insuficiencia renal, quizás se necesite la diálisis o un trasplante de riñón.
Esta enfermedad podría provocar la muerte.
Este nuevo estudio, el cual se basó en los registros de los
pacientes del sistema de salud del Departamento de Asuntos de los Veteranos,
analizó la información de 89.216 personas que dieron positivo por el coronavirus
entre el 1° de marzo de 2020 y el 15 de marzo de 2021, así como la información
de 1.637.467 personas que no tuvieron COVID.
Entre uno y seis meses después de haberse infectado, los
sobrevivientes de COVID tuvieron aproximadamente el 35 por ciento de
probabilidades más que quienes no tuvieron COVID de tener un daño renal o un
deterioro considerable en la función renal, señaló Ziyad Al-Aly, director del
servicio de investigación y desarrollo en el Sistema de Atención a la Salud de
San Luis del Departamento de Asuntos de los Veteranos (VA, por su sigla en
inglés) y autor sénior del estudio.
“Las personas que han sobrevivido a los primeros 30 días del
COVID están en riesgo de desarrollar insuficiencia renal”, mencionó Al-Aly,
nefrólogo y profesor adjunto de Medicina en la Escuela de Medicina de la
Universidad de Washington.
Debido a que muchas personas que tienen una función renal
disminuida no experimentan dolor ni otros síntomas, “lo que importa en realidad
es que la gente sepa que existe un riesgo y que los médicos de los pacientes
que tuvieron COVID estén muy atentos a la función y a la insuficiencia renal”,
explicó.
Los dos grupos de pacientes del estudio diferían en que
todos los miembros de un grupo se habían infectado con COVID y los miembros del
otro grupo podían haber tenido una variedad de otros padecimientos. Los
especialistas advirtieron que las comparaciones tenían limitaciones.
Los investigadores intentaron reducir al mínimo las
diferencias a través de análisis detallados que ajustaron a partir de una larga
lista de características demográficas, enfermedades preexistentes, uso de
medicamentos y si las personas estaban en asilos.
Otra limitación es que los pacientes en el estudio de la VA
eran en su mayoría varones blancos de una edad promedio de 68 años, así que no
queda muy claro cuán generalizables son los resultados.
Según los expertos, un punto sólido de la investigación es
que en ella participan más de 1,7 millones de pacientes con expedientes médicos
electrónicos detallados, lo que lo convierte en el estudio más grande hasta
ahora sobre problemas renales vinculados al COVID.
Aunque lo más probable es que los resultados no se apliquen
a todos los pacientes con COVID, muestran que para los del estudio “existe una
afectación muy notable a largo plazo para la salud renal de los sobrevivientes
de COVID-19, sobre todo para quienes estuvieron muy enfermos durante la
enfermedad aguda”, señaló C. John Sperati, nefrólogo y profesor adjunto de
Medicina en la Universidad Johns Hopkins, quien no participó en el estudio.
Otros investigadores han descubierto patrones parecidos,
“así que este no es el único estudio que indica que estos eventos están
ocurriendo después de una infección de COVID-19”, añadió.
Sperati y otros especialistas han señalado que aunque solo
un pequeño porcentaje de los millones de sobrevivientes de COVID-19 en Estados
Unidos desarrollaran problemas renales prolongados, el impacto para la atención
sanitaria sería muy importante.
Con el fin de evaluar la función renal, el equipo de
investigación evaluó los niveles de creatinina, un producto de desecho que los
riñones deben sacar del cuerpo, así como un indicador de qué tan bien los
riñones filtran la sangre, el cual se denomina índice de filtración glomerular.
Wilson explicó que, con el tiempo, los adultos sanos poco a
poco pierden la función renal a partir de los treinta y tantos o cuarenta y
tantos años a razón de aproximadamente el uno por ciento o menos al año. Las
enfermedades y las infecciones importantes pueden provocar una pérdida más
significativa o permanente de esta función, la cual puede originar una insuficiencia
renal crónica o una insuficiencia renal en etapa terminal.
Según Al-Aly, en el nuevo estudio se descubrió que 4757
sobrevivientes de COVID habían perdido al menos un 30 por ciento de la función
renal en el año posterior a haber tenido la infección.
Eso equivale a cerca de “30 años de deterioro en la función
renal”, afirmó Wilson.
En el estudio se descubrió que existía un 25 por ciento más
de probabilidades de que los pacientes con COVID alcanzaran ese nivel de
deterioro que las personas que no habían tenido la enfermedad.
Algunos porcentajes más pequeños de sobrevivientes de COVID
tuvieron deterioros más acentuados. Pero había un 44 por ciento más
probabilidades que los pacientes con COVID perdieran al menos el 40 por ciento
de la función renal y era un 62 por ciento más probable que perdieran al menos
el 50 por ciento que los pacientes sin COVID.
Al-Aly informó que se detectó insuficiencia renal en etapa
terminal, la cual se presenta cuando se pierde al menos el 85 por ciento de la
función renal, en 220 pacientes con COVID. En el estudio se encontró que los
sobrevivientes de COVID tenían tres veces más probabilidades de recibir este
diagnóstico que los pacientes sin COVID.
Al-Aly y sus colegas también investigaron un tipo de falla
renal repentina llamada insuficiencia renal aguda, la cual otros estudios han
encontrado en hasta la mitad de los pacientes hospitalizados con COVID. Esta
falla puede sanar sin provocar pérdida de la función renal a largo plazo.
No obstante, en el estudio del VA, se descubrió que meses
después de haber tenido la infección, 2812 sobrevivientes de COVID sufrieron
insuficiencia renal aguda, casi el doble que los pacientes sin COIVID, aseveró
Al-Aly.
Wilson señaló que los nuevos datos sustentaban los
resultados de un estudio con 1612 pacientes que realizaron él y sus colegas en
el cual descubrieron que los pacientes con COVID que tenían insuficiencia renal
aguda presentaron una función renal significativamente peor en los meses
posteriores a su salida del hospital que la gente con daños renales agudos
resultantes de otras enfermedades.
En el nuevo estudio, los investigadores no compararon de
manera directa a los sobrevivientes de COVID con las personas infectadas por
otros virus, como el de la influenza, lo cual dificultaba saber si “en realidad
estás más enfermo que si hubieras tenido otra infección grave”, comentó
Sperati.
Los médicos no saben por qué el COVID puede provocar daño
renal. Los expertos explicaron que es posible que los riñones sean
especialmente sensibles a que el aumento de la inflamación, la activación del
sistema inmunitario o los problemas de formación de coágulos sanguíneos que
casi siempre se observan en los pacientes con COVID alteren la función renal.
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