UES
DE LA TERCERA
GUERRA MUNDIAL
Alexandre Zinoviev
N o soy de los que afirman que la tercera
guerra mundial es inevitable. Este género de afirmaciones no
es lógicamente
demostrable y la experiencia no permite aportar pruebas
totalmente convincentes. Como tampoco podemos demostrar y probar por
experiencia que lograremos evitarla. Incluso si
esa guerra se desencadena, no se podrá decir
que fue fruto de una necesidad. Todo cuanto
tiene lugar en el mundo no tiene por qué ser
obligatoriamente expresión de una necesidad. Y
si conseguimos evitarla, nos equivocaremos al
decir que era imposible: Los hechos que no llegan a suceder
no tienen por qué llamarse imposibles. El caso es que mucha gente se prepara de
una u otra manera para un conflicto mundial, así
que no podemos descartar su eventualidad. Pero
afirmar que la guerra es posible no significa hacerle la
propaganda. Quien afirma que la guerra
es inevitable no es por eso un fautor de la guerra. Tarde o
temprano moriremos, pero por saberlo, no andamos buscando la muerte ni
invitamos a nadie a entregarse a ella.
Resultan fáciles de preveer las destrucciones
que, de tener lugar, acarreará la tercera guerra
mundial. Las consecuencias son evidentes. Pero
no abundan quienes se imaginan las consecuencias sociales de
una nueva guerra mundial, es
decir, qué régimen social triunfará sobre el pla-
, neta. Y es aquí donde se puede afirmar, con to
. tal seguridad, que si la guerra mundial estalla, y
si una parte más o menos importante de la humanidad consigue
sustraerse a ella, ésta no podrá sobrevivir en la posguerra, ni constituir un
conjunto estable, sin una organización social comunista. El
régimen comunista real, a diferencia
de los cuentos marxistas que hablan de paraíso
comunista, no es, como pretendían hacernos
creer, el medio que permite a la sociedad alcanzar
prosperidad y dicha, sino sobre todo y esencialmente, el medio de supervivencia
de millones de hombres en muy difíciles condiciones,
amenazados de degradación, y hasta de desaparición. La
tercera guerra mundial, cualquiera
que sea su desenlace, o dicho de otro modo, sea
cual sea el reparto entre vencedores y vencidos,
tendrá por resultado inevitable el fin del capitalismo como
forma de organización social de los
hombres.
Ruego al lector que no tome mis palabras por
apología del comunismo. Simplemente deseo·
llamar la atención sobre un aspecto del problema
generalmente ignorado por quienes abordan
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el tema. Tampoco quisiera que mis afirmaciones
se identificaran con los dogmas del marxismoleninismo
relativos a esta cuestión. Mi manera
de comprender el comunismo se aleja mucho de
la de los marxistas. Difiere en lo fundamental.
En mi opinión, las causas del ocaso del capitalismo y del
triunfo del comunismo en Occidente y
por todo el mundo no hay que buscarlas en una
determinada lucha de clases ni en la incompatibilidad
existente entre la forma privada de apropiación capitalista y la producción
social, sino en
el derrumbamiento del sistema social de los países
beligerantes tras las colosales destrucciones
de la guerra. El sistema comunista aparecerá entonces como
el único medio eficaz de supervivencia. El sistema social puede derrumbarse
también en la Unión Soviética. Lo que no impedirá que, si la
población soviética sobrevive, reproduzca el sistema comunista
independientemente del hecho de que existiese antes. Y lo reproducirá bajo
formas todavía más duras que las
de la época stalinista.
A la población soviética y a sus dirigentes esta
perspectiva no les hace ninguna gracia. La vida
no es una discusión teórica. A los soviéticos no
les interesa el futuro de abstractos sistemas sociales sino
su propia suerte en concreto, y la de
sus descendientes inmediatos. De tener que elegir entre
sobrevivir al precio de perder el sistema comunista o bien sacrificarse,
digamos por
los chinos, en nombre del triunfo de ese mismo
sistema, no cabe duda de que elegirían lo primero. Los
hombres y los pueblos quieren vivir y
sobrevivir a las catástrofes históricas por ellos
mismos y sus descendientes, no por la victoria
de ideas abstractas o la felicidad de gente que le
es extranjera. Imaginemos· que después de la
tercera guerra mundial las ratas supervivientes
desarrollan una nueva civilización conservando
cuidadosamente las numerosas conquistas de la
civilización humana y entre ellas las ventajas de
la civilización occidental. Que levante la mano
quien esté dispuesto a gritar de entusiasmo porque las ratas
hayan prohibido el comunismo y
conservado sobre el planeta la libertad de prensa, de
opinión, de manifestación, de circulación
y demás bienes de la democracia occidental.
El problema del régimen social que adoptarán
los grupos existentes el día después de la tercera
guerra mundial no es una cuestión de ideología
ni de propaganda a favor o en detrimento del comunismo o del
capitalismo. De lo que se trata es
de comprender la esencia misma del sistema social comunista,
las condiciones y las causas de
su aparición. La sociedad comunista no está
construida según el proyecto marxista. El marxismo no es más
que una ideología. Admite diferentes interpretaciones. Puede por ejemplo
explicarse de tal manera que la sociedad real de
la Unión Soviética parezca su realización. Pero
también puede interpretarse de forma que esta
misma sociedad suponga una traición al marxismo. La sociedad
comunista soviética se ha for-
mado en determinadas condiciones históricas y
en virtud de leyes objetivas de reagrupamiento
que nada tienen en común con las condiciones y
leyes de la sociedad de la que habla el marxismo. El
marxismo ha resultado ser una cómoda
forma de ideología para esta sociedad, que igual
podía haber nacido sin él. Después de la tercera
guerra mundial puede muy bien organizarse en
total contradicción con el marxismo e inventar
entonces otra ideología más cómoda.
El comunismo real es un tipo de organización
de masas en un conjunto unificado, concebido
para permanecer tal cual en el curso de las generaciones.
Este tipo de organización presenta la
particularidad de liquidar las relaciones de propiedad en
tanto que relaciones dominantes,
esenciales incluso, para instaurar reagrupamientos standar
en todas las esferas de la vida y en
todos los niveles de la jerarquía, así como una
administración centralizada de todos los aspectos de la vida
social. En las actuales condiciones,
preparar seriamente un nuevo conflicto mundial, afrontar su
desarrollo y una vez terminado
mantener el orden social cuando el desorden
sea completo, exige la puesta en marcha de una
enorme máquina creada a tal efecto. En su funcionamiento se
han de implicar decenas de millones de hombres que constituirían una especie
de Estado dentro del Estado. En tanto que país
comunista, esto no supondrá ningún problema
para la Unión Soviética, que nunca ha dejado de
ser un campamento militar en potencia. Pero
para los países occidentales, se trata de una condición
indispensable para su resistencia y supervivencia. Una organización humana de
semejante envergadura, concebida para la guerra y el
mantenimiento del país durante la posguerra,
durará no un año ni dos, sino decenas, de quedar por
supuesto indemne. Una vez cumplida su
función, no abandonará voluntariamente la escena de la
historia, lo que tampoco querrá la población del país cuyo núcleo mismo lo
constituirá entonces esa máquina. Así conservada, semejante máquina dará
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