UNA GUERRA DE SIMBOLISMOS ACOMPAÑA A LA GUERRA DE LAS ARMAS
JUAN CASTRO SOTO
S es la abreviación de versus, cuyo significado en latín es “hacia”,
pero en español se usa frecuentemente como “contra”. Aquí puede
entenderse en ambos sentidos: la manera como Dios se dirige ha-
cia Israel, por una parte, y su oposición contra lo que hoy se llama “Israel”
desde la perspectiva cristiana y contra todos los que le apoyan.
El holandés David Sörensen, autor del documental “El Misterio de Is-
rael” (ver Kgosni 376: Hamas trabaja para Israel), es entrevistado sobre este docu-
mental por el estadounidense Mike Adams en su sitio Brighteon.
Sörensen subraya la falsa narrativa oficial y mediática acerca de Israel,
como un espacio territorial preferido por Dios. Explica que Dios no habla
de espacios territoriales en la Biblia, sino de un reino espiritual donde no
tienen que ver vínculos biológicos ni los espacios territoriales.
En efecto, desde el cristianismo, todo el Antiguo Testamento de la Bi-
blia ha de ser reinterpretado desde la figura de Jesucristo, y lo que Jesús
decía era justo eso: mis hermanos no son los de sangre, sino “los que
cumplen la voluntad de Dios”, la cual se basa en el amor al prójimo.
Diversas parábolas intentan hacer comprender esto, siendo la parábola
del Buen Samaritano una de ellas, dejando claro que se trata de un Dios
de paz y fraternidad. Y no se encuentra en un templo físico, sino en cual-
quier lugar donde se vive la voluntad de Dios, empezando por el corazón
de cualquier persona o en una comunidad: ahí está un templo. Se deduce
que el Reino de Dios “no es un Estado político” –explica Sörensen–, sino
un modo de vivir y relacionarse entre las personas.
El Dios de Jesús no tiene que ver con judaísmos y, no obstante, la
actual guerra de Israel contra palestina es impulsada por un profundo sen-
tido sionista en nombre de Dios. La mayoría de la gente en Palestina había
estado conviviendo pacíficamente entre palestinos, judíos, musulmanes y
cristianos –detalla Sörensen–, de una manera ecuménica, pero han sido
las élites del mundo las que han azuzado la violencia, el odio y la división
para controlar todo aquel territorio y desde ahí dirigir el mundo, lo que Sö-
rensen descubre como demoníaco y contrario a la voluntad de Dios.
Por otra parte, el investigador británico David Icke, en entrevista con
True Geordie, hace ver que dichas élites usan mucho el simbolismo para
comunicar de manera enigmática sus propósitos a través de diversas imá-
genes, números, fechas, etc. Por ejemplo, Sörensen narra que la “Ciudad
de Londres”, centro financiero del mundo que financia a Israel –junto a los
Estados Unidos–, está rodeada de 14 estatuas de dragones –serpientes
aladas que “clavan la mirada”, de acuerdo a la etimología griega–, siendo
el dragón un símbolo diabólico, representación de Satanás, que repre-
sentó la envidia en el Génesis, tentando al hombre en forma de serpiente.
Ciertamente, el Apocalipsis dice: “Hubo una gran batalla en el cielo:
Miguel y sus ángeles luchaban contra
el dragón; y luchaban el dragón y sus
ángeles; 8 pero no prevalecieron, ni se
halló ya lugar para ellos en el cielo. 9 Y
fue lanzado fuera el gran dragón, la
serpiente antigua, que se llama diablo
y Satanás, el cual engaña al mundo
entero; fue arrojado a la tierra, y sus
ángeles fueron arrojados con él. (...)
¡Ay de los moradores de la tierra y del
mar! porque el diablo ha descendido a
vosotros con gran ira, sabiendo que
tiene poco tiempo. Ap. 12, 7ss.
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