EL israelí Yuval Harari, uno de los
impulsores del Nuevo Orden
Mundial, explica en una confe-
rencia en los Estados Unidos, que las
nuevas tecnologías cada vez poseen
más datos de las personas y las cono-
cen mejor que ellas a sí mismas. Se
refiere al poder del “dataismo”.
Afirma que conviene más consultar
a Google o Amazon sobre cualquier
cosa. Entre sus ejemplos, cita que la
tecnología puede saber más sobre la
salud de una persona y detectar ano-
malías aun cuando ella se sienta per-
fectamente, de modo que, si el diag-
nóstico dice “tienes cáncer” y se re-
quiere tal tratamiento, sería mejor que
obedezcas y no hagas caso de tus
sentimientos físicos o emocionales.
Su obsesión por hacerse como dio-
ses, nos recuerda a la metáfora de la
serpiente que seduce a Adán y Eva,
en la Biblia. Incluso investigadores
como David Icke, opositor al sistema
y al Nuevo Orden Mundial, dice (en vi-
deo) que los seres humanos tenemos
un conocimiento muy ínfimo de la
realidad y que podemos conocer otras
dimensiones, donde la cotidianidad de
la vida humana no vale nada.
Se pregunta uno, ¿es que necesi-
tamos o queremos saberlo todo?
En nuestro cuerpo, por ejemplo, se
dan un sinfín de funciones y disfuncio-
nes biológicas todo el tiempo, sin dar-
nos cuenta. Si ocurre un pequeño
coágulo o tumor, una inflamación, una
subida de presión o de temperatura, o
cualquier exceso o deficiencia...
¡nuestro cuerpo lo resuelve solo! No
nos pregunta ni necesitamos saberlo.
Porque está diseñado naturalmente
para mantenerse sano. Vaya, ni si-
quiera nos conviene saberlo, pues las
preocupaciones al respecto lo agrava-
rían todo. Basta que un médico le diga
a su paciente que tiene cáncer, y esa
persona ¡desarrollará el cáncer es-
tando sano! Dígale que está perfecto,
y se curará sin enterarse.
Otras cosas nos deben preocupar.
En verdad, “la clase inútil” de la que
habla Harari, parece ser el objetivo
para los sobrevivientes del Nuevo Or-
den Mundial, vista como algo que se
posee, que tiene dueño.
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