Egipto: el efecto contagio de Túnez
Las multitudinarias protestas realizadas en varias ciudades para exigir la dimisión del presidente Hosni Mubarak dejaron dos manifestantes y un policía muertos, mientras que 250 personas resultaron heridas, en choques con las fuerzas de seguridad. Se prevé para hoy otra jornada de disturbios inspiradas en la sublevación popular de Túnez. Además, en Egipto las revueltas pueden llegar a incluir características religiosas muy fuertes ¿Será el comienzo de una rebelión general contra las dictaduras del mundo árabe sostenidas por Occidente?
La policía rodea a un manifestante que sostiene un cartel con la leyenda "Moubarak, afuera", en El Cairo - APEl grupo de militantes prodemocracia Movimiento del 6 de Abril, convocó a un segundo día de protestas en todo el país. Los manifestantes pidieron en su página Facebook a los egipcios que se agrupen nuevamente en la gran plaza Tahrir de El Cairo, donde miles de personas manifestaron el martes pidiendo la partida del presidente Hosni Mubarak, que está en el poder desde hace tres décadas. "Todo el mundo debe ir a la plaza Tahrir para apoderarse de ella de nuevo", escribió el grupo.
Los manifestantes gritaban consignas en favor de reformas económicas y políticas directamente inspiradas en la revuelta tunecina que sacó del poder al presidente Ben Alí.
Por su parte, el Ministerio del Interior anunció en una declaración que la policía no iba a tolerar ninguna manifestación, ni marchas ni otras protestas, dejando entrever que las fuerzas de seguridad arremeterán contra los manifestantes en la primera señal de reunión pública.
REPRESIÓN
La policía dispersó con gases lacrimógenos a unos quince mil manifestantes –diez mil en la plaza Tahrir según cifras oficiales - que protestaban en el centro de la capital. "¡Fuera Mubarak!", "¡Túnez es la solución!", corearon los manifestantes tanto en El Cairo como en Alejandría, la segunda ciudad del país, ante una masiva presencia policial.
También se señalaron numerosas manifestaciones similares en otras ciudades del interior, en particular en el delta del Nilo, en Ismailiya (Canal de Suez) o al norte del Sinaí. Según los especialistas, estas manifestaciones han sido las más importantes desde las revueltas de 1977 provocadas por una subida del pan. En la actualidad, en Egipto más del 40% de la población vive con menos de dos dólares diarios por persona.
Aunque la facción religiosa “Los Hermanos Musulmanes”, que tienen una gran capacidad de movilización, y el Wafd, primer partido de oposición laica, no se hayan asociado oficialmente a la jornada de protesta, dejaron libertad a sus jóvenes militantes para que participaran.
EXPECTATIVA EN OCCIDENTE
En tanto, la secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton, expresó que Estados Unidos tiene la impresión de que "el gobierno egipcio es estable", pese a las protestas que piden la salida de Mubarak.
Francia, por su parte, lamentó las muertes mediante declaraciones de la ministra francesa de Relaciones Exteriores, Michèle Alliot-Marie, recordando que la política francesa apunta a exhortar a "más democracia en todos los Estados".
"Sólo puedo lamentar que haya habido muertos, dos entre los manifestantes y uno entre los policías", indicó la ministra en declaraciones a la emisora francesa RTL. "Se debe poder manifestar sin que por ello haya violencia, y aún menos muertos", agregó.
"No se trata para Francia de injerencia", pero "nuestros principios son principios de respeto del estado de derecho, de no injerencia pero también de llamamiento a que haya siempre más democracia y más libertad en todos los Estados", precisó la ministra.
Asimismo, el viceprimer ministro israelí Sylvan Shalom manifestó la esperanza de que los disturbios en Egipto no influyan en sus relaciones con Israel. "Todos esperamos que las autoridades egipcias sepan acordar la libertad y los derechos a sus ciudadanos, siguiendo por la buena senda y manteniendo las buenas relaciones establecidas con Israel desde hace más de 30 años", afirmó Shalom a la radio pública.
El difícil papel de Occidente en Egipto y Medio Oriente
Por Maximiliano Sbarbi Osuna
El disfraz de paternalismo y de no injerencia en los asuntos internos de otros países, suele permitir que algunos gobiernos de Europa y Estados Unidos acepten que en Medio Oriente y en el norte de África se instalen dictaduras que contengan a los inmigrantes ilegales y al extremismo religioso.
La revuelta de Túnez, que provocó la huida del dictador aliado de Francia, Ben Alí, destapó la doble moral de los distintos gobiernos franceses con sus excolonias, ya que no sólo se descubrieron negociados ilícitos entre empresas galas y el país norafricano, sino que además los constantes llamados a restablecer la democracia eran palabras vacías.
Un ejemplo reciente es el de la ministra de Relaciones Exteriores de Francia, Michèle Alliot-Marie, que llamó a la apertura democrática en Egipto, cuando pocos días atrás, precisamente, ella fue la que solicitó al Parlamento el envío de refuerzos militares en apoyo del dictador de Túnez.
Algo similar, pero en mayor proporción sucede en Egipto. El presidente vitalicio Mubarak, no sólo constituye un seguro para las inversiones occidentales, sino que además detiene el extremismo religioso, que en parte fue exacerbado por la censura y la represión de los diversos gobiernos aliados de Estados Unidos.
Mubarak es un ferviente detractor de Irán, apoya a Israel en múltiples cuestiones y mantiene el bloqueo a Gaza, dado que en esta porción de tierra palestina gobierna Hamas, aliada de los opositores Hermanos Musulmanes egipcios.
Mubarak es antidemocrático, pero su gobierno represivo contiene la expansión del extremismo musulmán, lo que beneficia a su vecino Israel y a los inversores occidentales.
En caso de que Mubarak se vea presionado a dejar el poder, antes de que los extremistas religiosos se hagan con el control del país, Occidente apostaría por Mohamed el Baradei, el ex titular de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA). Pero, cuando el Baradei tuvo que evaluar en 2002 si Irak disponía de armas de destrucción masiva, su conclusión fue negativa, por lo que fue expulsado del país para que luego se iniciara la invasión.
Mientras tanto, el factor religioso permanece latente, Mubarak deberá implementar algún cambio social y político, pero por ahora Occidente no le puede soltar la mano, aunque debe manejarse con prudencia para que no se evidencie, nuevamente, la vergüenza del apoyo incondicional que mantuvo con el dictador de Túnez.
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