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miércoles, 17 de agosto de 2011

El nuevo Pearl Harbor de Estados Unidos

El nuevo Pearl Harbor de Estados Unidos

JOSÉ JAUME Las referencias al batacazo económico que se vivió a partir de 1929 son constantes desde que padecemos el primer cataclismo económico y financiero del siglo XXI. Se han establecido todas las comparaciones posibles y se desmenuza lo que se hizo entonces para tratar de establecer pautas que ahora puedan resultar válidas. La historia del siglo XX nos dice que el desastre empezó en 1929 (el año en el que el cine habló) y que se sufrió una descomunal recaída hacia mediados de la década siguiente. ¿Cuándo salió Estados Unidos del marasmo?: al entrar en la Segunda Guerra Mundial. Fue la guerra, sí, la guerra, la que acabó drásticamente con la recesión y posibilitó, una vez consumada la victoria de los Aliados sobre Alemania y Japón, décadas de crecimiento. Sucedió, aunque recordarlo resulte molesto para quienes establecen las comparaciones, porque la pregunta es casi obvia: ¿podría hoy una guerra resolver el atasco descomunal en el que nos encontramos?
Este planteamiento es cínico y amoral, pero les aseguro que no son pocos los que lo están haciendo, pese a que todavía no se traslade a los medios de comunicación: no sería de recibo. Todavía. ¿Qué guerra, más o menos limitada, es susceptible de desencadenarse? Está muy claro: un ataque en toda regla contra el Irán gobernado por los clérigos chiíes. Israel, que se las está viendo con una efervescencia social sin precedentes desde su fundación en 1948, que ha situado al Gobierno de derecha extrema de Benjamín Natanyahu en una posición imposible, tiene preparados planes de contingencia para lanzar un ataque devastador contra Irán, planes que sin duda han sido negociados con Estados Unidos: su plácet para desencadenar el conflicto es imprescindible. ¿Qué sucede si Israel ataca a Irán? Lo más probable es que la dictadura clerical que gobierna el país responda con todo lo que está en sus arsenales, incluyendo el cierre del estrecho de Ormuz, por donde pasa una parte sustancial del petróleo que consume el mundo. La guerra la perdería Irán. El coste sería, además de un incendio supuestamente controlable de Oriente Medio, un apreciable incremento del terrorismo, al menos por una temporada, y el encarecimiento brutal del petróleo, entre otras secuelas no menos significativas.

¿Qué conseguiría Estados Unidos? De entrada, además de eliminar una de sus bestias negras, en lo que coincide con Israel al cien por cien, situar a China en una posición muy incómoda, prácticamente a la defensiva, dada la dependencia que tiene de los suministros de petróleo y su imposibilidad de responder al desafío norteamericano (no hay color entre la potencia militar americana y la china), con las consecuencias económicas que se derivan. ¿Es esperable que Rusia se involucre? No, más allá de la retórica, porque la situación le convendría: precios del petróleo por las nubes (Rusia es uno de los principales exportadores) y de las demás materias primas, que posee abundantísimas y sin explotar en los inmensos depósitos de Siberia (su superficie supera ampliamente los diez millones de kilómetros cuadrados), a la espera de que el calentamiento global permita su extracción a costes asumibles. Rusia sería una de las ganadoras del conflicto sin tener que intervenir en el mismo.

La Unión Europea, aparte de poner de manifiesto sus insalvables diferencias y su legendaria incapacidad de actuación, atemorizada, una de sus más preclaras identidades, esperaría los resultados con la esperanza de que estabilicen la situación. Las monarquías árabes del Golfo, vecinas de Irán, acabarían por respirar aliviadas viendo desvanecerse el peligro iraní, al que temen más, mucho más, que al poco más que retórico a estas alturas "enemigo sionista". Después del ataque a Irán y las posteriores turbulencias, tal vez se entrase en una fase de mayor sosiego y de crecimiento económico controlado por Estados Unidos y otros poderes, especialmente Rusia, que, cuidado, es y seguirá siendo cada vez más una superpotencia, superada con creces la enfermedad de anemia aguda que le afectó tras la desintegración de la Unión Soviética. A China no le quedaría otra que acomodarse. Es una potencia, pero en un futuro previsible no desbancará, ni de lejos, a Estados Unidos. ¿Es un escenario imposible el enunciado? Vuelvo a 1929: la gran recesión de entonces no la resolvió Estados Unidos con la política económica de la "nueva frontera" impulsada por el presidente Franklin D. Roosevelt, aunque ayudara, sino cuando éste aprovechó el inmenso error del Japón al atacar Pearl Harbor para entrar en la Segunda Guerra Mundial. Fue el siete de diciembre de 1941 cuando realmente la recesión pudo darse por concluida.
La descrita es una secuencia cínica y amoral. Sin duda. Lo que no se puede hacer es descartarla por imposible o poco probable.

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