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viernes, 23 de noviembre de 2012

La Ciencia de los Nombres. El punto de partida

La Ciencia de los Nombres. El punto de partida Wâŷib al-Wuŷûd. El de Existencia Obligada, el Existente por Sí Mismo 23/11/2012 - Autor: Abderramán Mohamed Maanán - Fuente: Musulmanes Andaluces • existencia • fitrah • indeterminacion • wuyud • 1 • • • • • • Él es Bâqî, Permanente. Wâŷib al-Wuŷûd. El de Existencia Obligada, el Existente por Sí Mismo Partimos del universo que conocemos como punto de arranque para conocer a su Creador. Estas reflexiones son previas a la entrada en materia, y forman parte del conjunto de recursos del sentido común que guía a los hombres, conformando aquello que en árabe recibe el nombre de Fitra, la naturaleza del ser humano, la constitución interna de su pensamiento, su universo de convicciones íntimas, indisociables de su vida cotidiana. Se trata de la lógica aplastante del hombre común, que es la antesala de toda espiritualidad. Los fundamentos del Islam (Usûl ad-Dìn) se basan en esas intuiciones irreductibles, presentes universalmente. Y, así, decimos: todas las criaturas y todos los fenómenos que conforman el universo son una sucesión de hechos que no existen por sí mismos, sino que tienen origen en causas determinantes de las que son efectos. Se trata de una cadena lógica que constatamos en todo lo que empieza a existir, y su guía conduce todas nuestras transacciones e intercambios con nosotros mismos y con el mundo. Pero esa misma lógica nos lleva necesariamente a pensar en un Principio Absoluto y Único para todas las cosas, suficiente en sí que explique la existencia y sea su razón última. En el principio hay algo que necesariamente no obedece a la ley de la causalidad, algo (shay) que todo hombre intuye vagamente y que ha sido origen de las cosas pero que carece en sí de comienzo, una incógnita a despejar, pues el entendimiento recto de las cosas niega el encadenamiento infinito de causas y resultados (tasalsul) o que las cosas sean su propio origen como si fueran previas a sí mismas (dáwr, el ciclo). Lo llamaremos Wâŷib al-Wuŷûd, literalmente: el de obligada existencia, es decir, Aquél que existe por Sí Mismo, sin depender de una razón anterior, Originador de todas las cosas, Creador de los cielos y de la tierra y de cuanto contienen. Wâŷib al-Wuŷûd es una expresión artificial elaborada por los pensadores musulmanes para designar el Origen Indeterminado gracias al cual las cosas comienzan a ser y también las sostiene constantemente. Una expresión más coránica es la de Huwa, Él, el pronombre personal que alude al Ausente, Aquél al que aún no distinguimos claramente pero es la razón de nuestro ser. El hombre lo busca desde la noche de los tiempos. El Waŷib al-Wuŷûd es la intuición del hombre cuando indaga por la causa primera de las criaturas. Es, simplemente, una nebulosa inicial sobre la que empezar a proyectar luces con la ayuda de la razón y de la Revelación. Puesto que esta reflexión inicial tiene su raíz en los recursos naturales del hombre, tiene la fuerza de una convicción absoluta, que solo cabe negar violentando la lógica natural de la que está dotado el hombre (es decir, violentando su fitra), sumergiendo la mente en un sin sentido que, si fuera llevado a todos los campos, haría imposible la vida. Cuando la inteligencia se propone comprender lo que sea ese Wâŷib al-Wuŷûd queda pronto convencida de que se trata de algo obligadamente del todo distinto a lo que conoce, pues todo lo que tiene el hombre frente a sí responde a leyes de causalidad de las que está libre esa Razón de su existencia. Es distinto, indelimitable y único, pues dos principios absolutos diferenciados en esencia son impensables. Efectivamente, al sumergirnos con la reflexión sobre ese Existente Obligado por Sí Mismo abordamos lo eterno carente de límites y bordes. No obstante, podemos hacer algunas afirmaciones, y del Wâŷib al-Wuŷûd diremos que es Mawŷûd, un Existente, es decir, es objetivo, tiene realidad en Sí, pues si no fuera de ese modo, no habría podido crear nada. Nunca podremos decir que el Wâŷib al-Wuŷûd es la Nada, que no existe positivamente, ni cosas del estilo, porque todo ello carece de sentido. Al contrario, estamos legitimados por el entendimiento recto de las cosas para decir que Él es Mawŷûd, que Él existe, y es Kâin, que es, redundando en su positividad. Más aún, diremos que es Tâbit, Firme, de realidad sólida. Pero aún más, su Existencia (Wuŷûd) es más evidente que la del mundo creado, cuya fugacidad hace relativo su ser. El Wâŷib al-Wuŷûd, el que existe por Sí Mismo, razón de todas las cosas que dependen de una causa anterior a ellas, es, así, una realidad que necesariamente debe tener un soporte objetivo (Dzât), aun cuando Su realidad nos resulte inaccesible. No es una idea, ni un concepto abstracto, pues nada de ello puede ser creador, mientras que nosotros estamos buscando al Creador Real de todas las cosas. Así, pues, ese Artífice verdadero de todas las cosas, que carece de existenciador para sí, es Mawŷûd, Kâin y Tâbit. Es más, incluso diremos de esa incógnita que es Shay, algo, una cosa, término de valor indeterminado pero que también nos servirá para subrayar su condición de realidad positiva, exterior al razonamiento y a la imaginación. Ese algo es Su Dzât, su Esencia, de la que podremos hablar adjudicándole Atributos y Cualidades en función de los modos en que se manifiesta en cada cosa que crea. El Wâŷib al-Wuŷûd, aunque lo hayamos deducido de la necesidad que tiene la existencia de un Existenciador, es el nombre que damos a lo anterior a todas las cosas, y Él no es un producto nuestro, sino que nosotros somos Su resultado, y eso es lo que nos obliga a atribuirle los conceptos anteriores, con los que empezamos a sacarlo de la nebulosa de Su misterio y nos forzamos a seguir indagando sobre algo real. Otros términos aplicables al Wâŷib al-Wuŷûd nos impiden, sin embargo, caer en simplificaciones. Este segundo grupo de conceptos nos devuelven constantemente al misterio insondable en el que reside el de obligada existencia, protegiéndonos contra concretizaciones simplificadoras. Son los siguientes: Él es Qadîm, que quiere decir anterior a todas las cosas sin tener principio para Sí. Él es Azalí, es decir, Él existe en el Ázal, la ausencia de tiempo, pues el tiempo tal como lo conocemos nosotros ha tenido un origen. Él es Abadí, lo cual quiere decir que Él no tiene final, existiendo en el Ábad, lo que no tiene término final. Él es Bâqî, Permanente, pues mientras las cosas que conocemos acaban extinguiéndose, Él es constante en el Baqâ, la continuidad eterna. Él es Dâim, Constante en el Ázal y en el Ábad, en una constancia presente a la que llamamos Dawâm. Por último, Él es Sarmadí, que significa Ininterrumpido, existiendo en el Sármad, la ininterrupción. Por otro lado, y en otro orden de cosas, Él es, fundamentalmente, Rabb, Señor, de las criaturas, motor que las mueve, la realidad que las hace reales, prevaleciendo sobre la inconsistencia de los seres. Él es a lo que todo está subordinado, y la existencia entera no es sino la traducción de Su Voluntad. Las criaturas, sin excepción, pues todas son iguales en su esencia 7, necesitan de ese soporte que les dio el ser y lo renueva constantemente en ellas, manteniéndolas en la existencia y aniquilándolas al final de sus días. Se trata de la Rubûbía del Existente por Sí Mismo, Su Soberanía, Su Dominio en todas las cosas, Su Imperio que envuelve y reunifica todos los mundos en la contundencia de Su Presencia eficaz. La idea de eternidad y constancia son fundamentales, junto a la de Su Presencia Hegemónica en cada realidad. El Existente por Sí Mismo es un origen infinito en Sí pero, además, acompaña a la criatura, la cual en ningún momento puede subsistir si no es continuamente sostenida por lo que la hace ser. Nada hay al margen de Él. Es así por lo que Él es la Verdad y el Señor en todas las cosas. Los Nombres del Existente por Sí mismo que iremos estudiando -empezando por Su Nombre Propio (Allah)- lo irán retratando, involucrando al ser humano en esa Realidad Absoluta, trasformándolo en la Inmensidad que está en su origen y que es su soporte. Nota 7. Se llama Ilâh en árabe todo lo que el hombre cree que está por encima de la naturaleza de lo creado y lo sobrepuja. Es el dios (en plural áliha) que adora al considerarlo superior, pero el Islam enseña que sólo Allah es ilâh, es al-Ilâh, el único que escapa a las condiciones creadas, quedando todo lo demás igualado en la subordinación al Único Señor. Para algunos, la expresión al-Ilâh es la raíz de la palabra Allâh.

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