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viernes, 19 de julio de 2013

Jutba de Ramadán 2

Jutba de Ramadán 2


El ayuno nos recuerda que vivimos en precariedad


15/02/2002 - Autor: Hashim Cabrera - Fuente: Webislam



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Purifica nuestras visiones, ennoblece nuestras almas y haz que nuestras palabras y nuestras acciones sirvan a Tu propósito.

A lo largo de estas jutbas hemos hablado de lo que significan el islam y el imán como experiencias del muslim y del mu’min. El islam es nuestra acción de someternos a la Realidad y el imán nos hace conscientes de ello. El islam y el imán abren nuestros corazones a Allah, y nos conducen, insha Allah, a la experiencia del ihsán.

A medida que hablamos de estas cosas durante nuestro viaje, nos vamos dando cuenta de que islam, imán e ihsán no son sólo palabras, sino realidades que se manifiestan en nuestras vidas. Antes hablábamos del sufismo y de la realización espiritual y ahora nos encontramos como peregrinos transitando por esta vía de la Realidad, sintiendo en nuestras almas la impresión de sus paisajes inacabables. En esta vía del sometimiento a Allah nos encontramos con un hadiz transmitido por An Nawawi, en el que Yibril, aleihi salem, nos habla del Ihsán, de las consecuencias de este sometimiento y de esta apertura.

Dice este hadiz que el ihsán es "adorar a Allah como si lo viéramos, pues aunque nosotros no lo vemos, Él nos ve." Yibril, la paz sea con él, es quien nos trae la Revelación, y el rumor de sus alas nos conforta. Nos dice que Allah se nos revela como Al Muhsi, el que nos ve, el que lleva la cuenta, el que conoce cada rincón, cada detalle de nuestra inacabada identidad, el que nos hace conocer la totalidad cuando nos hemos roto en las palabras, en las barreras, en los ídolos, cuando nos hemos librado del shirk atravesando las alambradas.

El ihsán es nuestra excelencia, nuestro mejor estado. Cuando vivimos sometiéndonos a la Realidad, abriéndonos a Su Revelación, encontramos el sentido pleno de nuestra existencia, un estado de conciencia claro, de percepción pacificada.

Los musulmanes —muslimún— somos unas criaturas extrañas dentro de la humanidad. Somos seres libres que decidimos someternos a aquello que no conocemos y no podemos ver ni imaginar. Tratamos de someternos a esa Realidad que se nos escapa, a pesar de ser lo Único que se nos muestra. Por medio de nuestro entendimiento y de nuestra voluntad, sirviéndonos de esa ámana que Allah nos ha confiado, con ese imán nos dirigimos consciente y voluntariamente hacia Él. Así vamos haciéndonos mu’minún, mientras nuestros corazones se ensanchan despertando al sentido. Y nos damos cuenta ahora de que es Allah quien decide cada respiración, cada latido, todo suceso, cada significado que conforma nuestra misteriosa existencia.

Allah nos dice que cuando damos un paso hacia Él, Él da cien hacia nosotros. El mu’min es aquel que viaja hacia Allah conscientemente, un paso detrás de otro, pacientemente. Un solo movimiento del corazón, una súbita comprensión es suficiente para que nos alcance el ihsán, para que ahora seamos muhsinún, unos seres humanos que rasgamos el velo de la duda, que traspasamos el muro de la incertidumbre y adquirimos seguridad, certeza —yaqín— en medio del tiempo que nos envuelve y constituye, de los otros corazones que nos reclaman desde los rincones de nuestra creación.

El comportamiento excelente, la conducta impecable del ihsán, es la manifestación de nuestra experiencia viva en Allah, un sentimiento claro y cierto de vivir en Su Presencia. Aquí comprendemos que nuestro imán es una ámana, algo que Allah nos ha prestado para llegar hasta Él, y que una vez aquí no tiene ya sentido. El imán sirve al propósito de guiarnos hasta su verdadero Dueño. Aquí estamos a solas con la Realidad Omnisciente, vivos en la subsistencia. Aquí ya no necesitamos creer porque estamos sabiendo la Verdad, viviendo y paladeando la Realidad. Él es el Mu’min, el que guarda nuestra conciencia de Él, el que nos la presta por un tiempo. ¿Cómo podríamos nosotros ser mu’minún si Allah no nos la hubiese confiado?

Y esta conciencia nos vuelve agradecidos. Nos damos cuenta de que el islam, el imán y el ihsán son los mayores tesoros que podemos obtener en la tierra de Adam, que es ahora la tierra de Muhámmad, la paz sea con ellos, una tierra donde la creación del ser humano y del mundo tienen ya sentido, y una clara finalidad consciente.

Cuando comprendemos esto, cuando sentimos el deseo de devolver a Allah Su préstamo en esta vida, en forma de conciencia y de responsabilidad, Él nos ilumina, nos saca de la duda y nos lleva hasta la certeza. Sentimos entonces nuestra existencia misma como un puro acto de adoración, de ‘ibada, agraciado con la presencia. Esta excelencia del comportamiento, esta expresión de la conciencia clara y esta visión purificada, no las vivimos como resultado de nuestro esfuerzo o de nuestro conocimiento, sino como una báraka de Allah, como una misericordia Suya, como una dulce y sutil Sakina en forma de recuerdo.

En cierta ocasión dijo el profeta, sala Allahu alehi wa salem, "Abu Bakr no es superior a vosotros por sus salats o por sus ayunos, sino por algo que se ha aposentado en su pecho."

Ahora el ayuno nos recuerda que vivimos en precariedad, aún cuando disponemos de todo lo necesario para subsistir. La privación nos ayuda a ser conscientes de nuestra pobreza y vacío interiores, nos deja a solas con la Realidad, y cuando nos damos cuenta de Ella, la Realidad se compadece de nosotros iluminando ese vacío, llenándonos de luz.

El ayuno durante el mes de Ramadán es también una parábola de la peregrinación espiritual. El principio, los diez primeros días de ayuno, son el ayuno del musulmán, el sometimiento voluntario que implica una autonegación. Comenzamos el ayuno contradiciendo nuestras inclinaciones. Tenemos hambre, sed y deseo sexual, pero también tenemos la capacidad de decidir. Los animales no pueden ayunar, no saben.

Cuando sienten sed, si tienen agua, no pueden reprimirse. Nosotros sí. Y Allah nos hace obligatorio el ayuno para que nos demos cuenta de que somos diferentes al resto de las criaturas, de que tenemos algo distinto, algo que no nos pertenece, un préstamo de conciencia y de libertad que sólo es de Allah, la illaha illa Allah.

Sólo la conciencia puede darnos realidad, darnos existencia. Sólo el Poderoso puede crearnos libres, Alhamdulilah.

Cuando nos sometemos al mandato divino del ayuno estamos caminando hacia lo real contra toda lógica, presintiendo a Allah en nuestros corazones. Sabemos que está ahí y aquí aunque no podamos verLe, creemos en Él y Le adoramos.

Casi sin darnos cuenta hemos cruzado la mitad del ayuno, que es ahora ayuno del mu’min, un ayuno fácil y lleno de conocimiento. Y en las últimas noches, Allah nos regala el ihsán, la excelencia, el sentimiento vivo, la presencia, el poder. Este es el ayuno del muhsin.

El ihsán es ese estado en el cual Allah nos enseña Su Ciencia, esa ciencia del corazón de la que hablamos a propósito de Musa y de su maestro, la paz sea con ellos. El Ihsán es nuestra plena realización en estas vidas que tenemos, el propósito para el que somos creados aquí. El profeta, sala Allahu alehi wa salem, dijo que su misión entre nosotros es perfeccionar nuestro buen carácter, indicarnos la vía por la que alcanzamos la excelencia en el comportamiento como seres humanos. En un hadiz transmitido por Ibn Hanbal y por Tabari, al Hasan oyó decir al Enviado de Allah:

"No os vistáis con la lana sino cuando vuestros corazones sean puros. Los que se visten con la lana mientras que aún se encuentra en ellos trampa y perfidia, se exponen a la enemistad de Aquel que sostiene los cielos."

Ningún misterio sobrevive a la apertura completa del corazón. ¡Alhamdulilah! Y Allah, con el ihsán, nos da la ciencia, una ciencia que, como dijo el Imam Malik "no consiste en aprender una multitud de contenidos sino que es una Luz que Allah deposita donde Él quiere".

Al Sulami nos cuenta lo siguiente:

"El Arcángel Yibril vino a buscar al profeta y le dijo: Oh Muhámmad: Te traigo el Ihsán, que consiste en que perdones al que ha sido injusto contigo, que des al que niega tu dádiva, que visites al que se ha alejado de ti, que no te apartes de quien da pruebas de incomprensión hacia ti y que practiques el bien aún con el que actúa contigo por el mal."

Precisamente porque el profeta Muhámmad, la paz sea con él, era muhsin, Allah le dice en el Qur’án:

"pues, ciertamente, observas en verdad un din, un modo de vida sublime."

(Qur’án, 68, 4)

Y A’isha insistió repetidas veces, hablando del Profeta años después de su muerte, en que "su din, su modo de vida era el Qur’án"

(Muslim, Tabari, Ibn Hanbal, Abu Da’ud y Nasa’i)

El din del profeta era sublime. Su din era el ihsán, la excelencia, la apertura a la vida, a la revelación. Su din era el Qur’an ¿Qué mejor din que ese?

Quien procura el ihsán es Allah, que entonces se manifiesta como Al Muhsi Ar Rashid, como Aquel que nos conoce y nos conduce por el sendero de la virtud, que puede procurarnos algo de Su conciencia si Él quiere. Y quiere. En árabe, conducta es Rashada, de la misma raíz que Rashid. La conducta es la forma de conducirnos, de relacionarnos, de decidir o de dirigirnos a algo o a alguien.

Pero es a Allah a Quien en realidad nos dirigimos, y la forma en que lo hacemos, la disposición y el estado que expresamos, es nuestra Rashada. Él la conoce bien porque Él la crea. Él nos hace ser como somos y hablar como hablamos, porque Él es Ar Rashid, el que nos conduce fácilmente hacia Sí Mismo, mediante el bien, por medio de la virtud, como en este fácil ayuno del mu’min tan cargado de bendiciones. Él traza nuestras vidas y nuestros caminos.

¡Ya Rashid!: Somos Tus criaturas desvalidas, somos unos seres pobres de espíritu, vacíos de realidad, hambrientos y sedientos de Ti.

¡Ya Rashid!, condúcenos hasta el agua de Tu jardín y arranca una sonrisa a nuestros rostros.

¡Ya Muhsi!: Vela por nosotros, para que nuestras intenciones sean más luminosas, más generosas y más puras.

¡Allahumma!: acepta nuestro ayuno para Ti solo y derrama Tu compasión sobre nuestra inconsciencia.

Amin

2.

El ihsán es la juventud que Allah procura a nuestras almas. Él quiere que nuestra capacidad de ver y de comprender, que nuestra conciencia se sitúe por encima de las leyes de Su creación. Nuestro cuerpo envejece y se muere, pero nuestro espíritu y nuestra alma se hacen a cada momento más capaces de Él, nacen a Él en cada instante.

Esta juventud del alma es la que Allah nos otorga cuando se nos revela como Al Muhsi, cuando nos hace ser, como Ibrahim, jalil Ullah, amigos del Amigo que nos conoce y nos observa. Allah quiere para nosotros el ihsán porque así somos plenamente conscientes de Él, y a Él nada se Le escapa. Así percibimos que no hay error ninguno en la Creación y que todo está en su lugar.

Ahora ya no nos basta con saber adonde vamos, estamos yendo irremediablemente y hemos de hacerlo de manera impecable. No podemos volvernos atrás porque no podemos eludir la conciencia. El ihsán es vivir en Allah, es la realización que Allah crea para que seamos humanos realmente , el regalo inesperado que Él hace a quienes Él quiere.

Islam, imán e ihsán tienen como correspondencia en nosotros, la voluntad, el conocimiento y el recuerdo. Y el Qur’an, que es el mejor recuerdo, sólo se nos revela en toda su profundidad cuando somos muhsimes, cuando recordamos la Realidad, cuando sentimos Su presencia en nosotros.

Allah nos procura una pura experiencia de la Realidad cuando se nos revela como Al Muhsi. Así nos hace conocer las formas de vivir el sometimiento, el din del islam, a través de nuestra condición, de nuestro carácter. La dimensión interior la guarda para los hombres y mujeres justos, para los gnósticos, la gente de la vía, para aquellos cuyos corazones Él purifica haciéndolos capaces de la revelación. Allah ha escogido a unos a quienes agracia y regala con Su presencia. Pero Él está siempre más allá o más acá, porque seguimos siendo criaturas, desde los musulmanes más normales y corrientes hasta los más santos profetas. Allah, subhana wa Ta’ala siempre está velando por Su creación.

En el ihsán, Allah nos reviste con Sus propios atavíos, nos toma bajo Su protección, y nos facilita la comprensión de nuestros cambios sutiles, la vida de nuestras lataif.

Hablamos de la excelencia en el comportamiento, hablamos del Ihsán, no para comprender un concepto o conocer una idea sino porque, como musulmanes que tenemos un imán más o menos fuerte, sabemos que habremos de alcanzar el ihsán, insha Allah, en un momento u otro, cuando Allah quiera.

De la misma manera que muchos de nosotros no podíamos siquiera imaginar que un día seríamos musulmanes, no podíamos ni siquiera calcular que hubiese un Dios que pudiera conducirnos, por la vía del sometimiento, hasta la Realidad, tampoco como musulmanes pudimos imaginar que Allah nos tenía preparado un encuentro real con Él.

Y sin embargo, ahora vemos cómo, mientras van purificándose nuestras almas, nuestros pensamientos se van tiñendo con la única luz de lo divino. El ayuno nos saca del sueño de la inconsciencia y de la muerte, y nos deja un poco más cerca de Allah, un poco más conscientes de Él. Ese poco más, ese pequeño incremento de nuestra taqua es suficiente para que conozcamos el ihsán. Cuando el recuerdo de Allah inunda nuestro corazón, nuestra visión ya no nos muestra nada y presiente ya nada más que a Allah, aunque no podamos verlo.

"Anás dijo: He oído decir al Mensajero de Allah, la paz y las bendiciones sean con él: ‘el ihsán es una cualidad de la gente del Yanna’."

(Hadiz transmitido por Abul Qasim y recogido por Tabarani)

Ahora no necesitamos aprender nada, sino a vivir de una manera impecable. Ya conocemos la teoría, ya practicamos los pilares, ya sabemos los principios de nuestro din. Ahora nos toca vivir como seres conscientes, responsables, ahora nos toca devolver a Allah el préstamo precioso que nos hizo al traernos a la conciencia.

Por todo eso, ¡Allahumma!, por procurarnos este ihsán: Te pedimos que nos hagas merecedores de ser Tus siervos.

Purifica nuestras visiones, ennoblece nuestras almas y haz que nuestras palabras y nuestras acciones sirvan a Tu propósito.

Protege a todos aquellos que hoy ayunamos por ti en todos los lugares del mundo.

Protege y alienta a tantos seres sometidos que sufren injusticia y persecución. Tú sabes más, pero nosotros te pedimos misericordia, perdón, guía, luz, amor, claridad, unión, calor y alimento.

Amin.

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