Corazones Unidos
Una investigación muestra cómo, al respirar a la vez, el cerebro acompasa los latidos al poco de empezar a cantar
24/07/2013 - Autor: Abdul Haqq Salaberria - Fuente: Diario Vasco/Opinión/ 22-07-2013
No, no se trata de un tópico romántico ni de los enamorados de una trágica ópera.
“El Corazón de las personas que cantan en un coro late al unísono y sus emociones se sintonizan”. Así rezaba el titular de un interesante artículo de Pilar Quijada publicado en ABC recientemente.
“Una investigación muestra cómo, al respirar a la vez, el cerebro acompasa los latidos al poco de empezar a cantar...El canto crea un patrón emocional compartido entre los miembros del coro”. El artículo merece la pena leerlo completo porque acaba haciendo una reflexión sobre los benéficos efectos en la salud individual y social que el canto puede proporcionar.
La música consigue unir los corazones de los cantantes de un coro, porque es algo real, intenso, elevado, trascendente, donde sus egos desaparecen por un instante para formar parte de una comunidad superior al servicio de la sublime belleza. Ocurre lo mismo en un círculo de dikra (recuerdo de Allah) de una cofradía sufí, en el rosario y el canto gregoriano católico, al recitar un mantra tibetano, en los círculos de danza masai o de nativos americanos, etc. La música consigue crear lo que nuestras religiones hoy escasamente consiguen: la comunión en lo trascendente.
En la música, a diferencia de las versiones modernas de las religiones, lo formal está al servicio de lo emocional. En las religiones modernizadas, que son meras liturgias insertadas en una cosmovisión materialista de la existencia, lo emocional está al servicio de lo formal. Por eso resultan contraproducentes, porque sirven al propósito contrario para el que surgieron. En vez de unir corazones, los separan.
El Nacional Catolicismo no fue un invento franquista sino el plagio de una ideología gestada por los Reyes Católicos y la Santa Inquisición. Los países de mayoría musulmana padecen el Nacional Islamismo. No lo busquen en Google porque nadie se ha atrevido aún a nombrarlo así. El islamismo ha copiado muchas más cosas de las que les gustaría admitir de ese Nacional Catolicismo español, del que tan gratos recuerdos guardamos.
Al menos hay parecidos razonables. Resulta que lo verdaderamente religioso, como hemos visto al comienzo del artículo, parece ser esa comunión en lo trascendente que provocan los círculos de música, danza y canto, porque nos elevan a una mística que surge de corazones unidos por un mismo anhelo. Pues bien, los islamistas consideran que eso es como mínimo sospechoso, cuando no lo prohíben abiertamente y lo califican de satánica innovación hereje.
Sin embargo no dudan en hacer interpretaciones torticeras de la Sharia para adecuarla a sus objetivos políticos. Eso les parece justo y necesario ya que su noble fin justifica los medios. No quieren entender que los medios están claramente determinados por el fin y no deben alterarse. Los medios delatan el verdadero fin, aquel que se oculta tras la retórica política y religiosa. No debe extrañarnos entonces que los místicos sean considerados locos, ebrios y herejes, mientras que tecnócratas, sátrapas, usureros, mercenarios y asesinos suicidas son considerados caudillos, guías, revolucionarios y mártires salva patrias.
La utilización política de las religiones es tan antigua como la humanidad. El laicismo surgió precisamente como reacción y prevención de dicha instrumentalización. Sin embargo, la religión no puede ser privada. Mejor dicho, no podemos privar a la religión de su componente público porque la reduciríamos a mera superstición personal. Toda sociedad se estructura en base a una cosmovisión compartida. Hoy ya no compartimos la creencia en Dios, por mucho que los americanos usen ese latiguillo “in God we trust” (confiamos en Dios) en sus dólares. En realidad esa frase está ahí como transferencia de la fe antigua a la nueva fe compartida: la creencia en el dinero. La religión actual es la economía porque la cosmovisión compartida es el materialismo científico. Y la política, como siempre ha sido, está al servicio de la religión verdadera.
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